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INTRODUCCIÓN al arte MANIERISTA

Paralelamente al Renacimiento clásico, un movimiento artístico se desarrolló en Roma desde 1520 hasta alrededor de 1610, que se alejó conscientemente del modelo de la antigüedad clásica: el manierismo (maniera en italiano significa manera).

Una evidente tendencia a la estilización exagerada y un capricho en los detalles empiezan a ser su sello distintivo, extrapolando así las rígidas líneas de los cánones clásicos.

Algunos historiadores lo consideran una transición entre el Renacimiento y el Barroco, mientras que otros prefieren verlo como un estilo en sí mismo.

Lo que es seguro, sin embargo, es que el manierismo es una consecuencia de un Renacimiento clásico que entra en decadencia.

Los artistas se ven obligados a salir en busca de elementos que les permitan renovar y desarrollar todas las habilidades y técnicas adquiridas durante el Renacimiento.

Una de sus principales fuentes de inspiración es el espíritu religioso que reina en Europa en este momento.

No sólo la Iglesia, sino toda Europa se dividió después de la Reforma de Lutero. Carlos V, después de derrotar a las tropas del alto pontífice, saqueó y destruyó Roma.

La desolación y la incertidumbre reinan.

Los grandes imperios comienzan a formarse, y el hombre ya no es la principal y única medida del universo.

Pintores, arquitectos y escultores se ven obligados a dejar Roma para ir a otras ciudades.

Aprovechando los mismos elementos del Renacimiento, pero ahora con un espíritu totalmente diferente, crean un arte de laberintos, espirales y proporciones extrañas, que son, sin duda, la marca inconfundible del estilo manierista.

Más adelante, este arte terminaría siendo cultivado en todas las grandes ciudades europeas.

MANIERISMO

MANIERISMO

PINTURA MANIERISTA

Es en la pintura donde el espíritu manierista se manifiesta primero.

Son los pintores de la segunda década del siglo XV quienes, lejos de los cánones del Renacimiento, crean este nuevo estilo, tratando de deformar una realidad que ya no les satisface y tratando de revalorizar el arte por el arte mismo.

Una estética totalmente original, alejada de los cánones clásicos del Renacimiento, comienza a insinuarse en las nuevas obras pictóricas.

Se puede tomar como ejemplo una composición en la que una multitud de figuras se comprimen en espacios arquitectónicos reducidos. El resultado es la formación de planos paralelos, completamente irreales, y una atmósfera de tensión permanente.

En los cuerpos, las formas esbeltas y alargadas reemplazan a los bien torneados miembros del Renacimiento. Los músculos ahora hacen contorsiones absolutamente inadecuadas para los seres humanos.

Entre las túnicas aparecen rostros melancólicos y misteriosos, de un meticuloso drapeado y colores brillantes. La luz se detiene en los objetos y figuras, produciendo sombras inadmisibles.

Los verdaderos protagonistas de la pintura ya no están en el centro de la perspectiva, sino en algún punto de la arquitectura, donde el ojo atento debe, no sin alguna dificultad, encontrarlo. Sin embargo, la integración del conjunto es perfecta.

Y es así como, en su última fase, la pintura manierista, que comenzó como la expresión de una crisis artística y religiosa, alcanza su verdadero apogeo, de la mano de los grandes genios de la pintura veneciana del siglo XVI.

La obra de El Greco merece ser destacada, ya que, partiendo de ciertos principios manieristas, acaba desarrollando uno de los caminos más personales y singulares, que lo convierten en un curioso precursor del arte moderno.

 

ESCULTURA MANIERISTA

En la escultura, el manierismo sigue el camino trazado por Miguel Ángel: a las formas clásicas se añade el nuevo concepto intelectual del arte por el arte y la distancia de la realidad. En resumen, las características de la arquitectura y la pintura se repiten.

No faltan formas caprichosas, proporciones extrañas, superposiciones de planos, ni siquiera la exageración en los detalles, elementos que crean esta atmósfera de tensión tan característica del espíritu manierista.

El espacio no es un problema para los escultores manieristas.

La composición típica de este estilo presenta un grupo de figuras dispuestas una encima de la otra en un equilibrio aparentemente frágil, unidas por contorsiones extremas (figura serpentina) y un estiramiento exagerado de los músculos.

La composición es definitivamente más dinámica que la del Renacimiento, y las proporciones de la antigüedad ya no son la única referencia.

La forma de unir las figuras, dándoles una infinidad de posturas imposibles, les permite compartir la base reducida que tienen como escenario, esto siempre respetando la composición general de la pieza y la gracia del conjunto.

Así es como el gran genio de la escultura, Giambologna, consigue representar en una sola escena elementos iconográficos tan complicados como el de su famosa obra El Secuestro de Sabinas.

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