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La miniatura y los marfiles prerromanicos

Las artes suntuarias prerrománicas: la miniatura y los marfiles.

Los manuscritos iluminados representan los mejores testimonios conservados de la pintura carolingia. Desde los monasterios, la corte y las escuelas episcopales se procura potenciar una civilización que encuentra en el manuscrito una sólida base. A la hora de iluminar estos manuscritos los pintores utilizan como fuentes de inspiración las obras cristianas de la antigüedad, de los que extraen los modelos para la figuración humana (tanto aislada como en composiciones) y para determinados elementos ornamentales de carácter vegetal. Los entrelazos del arte insular son asimilados por la miniatura carolingia.

Marfil Prerromanico

La miniatura y los marfiles prerromanicos

Carlomagno y Alcuino fomentaron el desarrollo de las ciencias lo que desencadenó la copia de textos científicos  de la antigüedad tardía (bestiarios, calendarios, libros de geometría….). Pero la importancia de estos textos profanos es mínima con respecto a la ilustración de libros religiosos. La proliferación de éstos, que  no se debe solamente a la corte sino a los scriptoria episcopales y monásticos, ha de relacionarse con el intento de sustituir las distintas liturgias del reino franco por una liturgia unificad, la romana. Evangeliarios, biblias, salterios, libros para la administración de los sacramentos, etc. , escritos en letra carolingia y con gran corrección literaria han llegado hasta nuestros días y su análisis estilístico, así como el conocimiento del lugar de procedencia, ha permitido establecer los principales centros productores de códices iluminados.

En la escuela cortesana de Aquisgrán trabajaron artistas que exploraban el arte de la antigüedad tardía en busca de inspiración. Este taller ilustró, en tiempos de Carlomagno, el evangeliario escrito por Godescalco (781-783) y otros libros religiosos entre los que destaca el evangeliario de Lorsch. En esta misma escuela, o tal vez en Tréveris, se ilustraron los evangelios de Céntula y Saint-Medard de Soissons.

En otros centros provinciales también surgieron importantes talleres de iluminación que presentan puntos de relación con los que se produjeron en la corte. Una escuela destacada fue la de Reims-Hautvilliers, en donde se pintaron algunos de los manuscritos más famosos de la época carolingia, como el célebre Salterio de Utrech (825) ilustrado por un pintor capaz de representar personajes aislados o grupos de gran agilidad así como arquitecturas variadas que remiten otra vez a la pintura antigua. Sin embargo se suele considerar que la obra maestra de este taller es el evangeliario de Ebbo. En la escuela de Reims también se iluminaron manuscritos científicos como se deduce de la copia de un Physiologus (tratado sobre la naturaleza de los animales realizado en Alejandría en el siglo II) que ha llegado hasta nuestros días.

En Tours (S. Martín, Marmoutier) también se copiaron e ilustraron códices. Destacan las admirables biblias, como la de Carlos el Calvo (846), soberano bibliófilo propietario de un gran conjunto de libros en os que se concentran todos los recursos decorativos del arte carolingio. En Tours también se realizó el evangeliario que encargó el emperador Lotario, realizado entre 849-851, poco antes de la invasión normanda. Su retrato entronizado es el origen de un tipo iconográfico que se prolongará hasta mediados del siglo XI en la Alemania de los Otones. También en Metz, debió de haber una interesante escuela unida al mecenazgo de un hermano de Luis el Piadoso, Drogón, obispo de Metz y capellán de Lotario.

Aunque no ofrece la variedad de la época carolingia, la ilustración de manuscritos representa una de las principales manifestaciones de la actividad artística del imperio de los Otones, que se beneficia del acuerdo entre los emperadores y la iglesia, y que es contemporánea al despliegue de la miniatura anglosajona e hispánica. Todas las grandes metrópolis religiosas y monasterios importantes crean su scriptorium, de donde salen libros (evangeliarios, salterios, sacramentarios, recopilaciones hagiográficas, libros litúrgicos, leccionarios, etc.) destinados a obispos, altas personalidades del estado y agentes de la administración que los encargan para uso personal y para enriquecer sus bibliotecas. A pesar de no existir una verdadera escuela de palacio, de la chancillería imperial salen diplomas ilustrados con los rasgos de un arte cortesano. La tendencia a ilustrar grandes biblias y textos profanos de autores de la antigüedad disminuye.

En Tréveris hubo un scriptorium importante animado por el arzobispo Egberto y por monjes pintores procedentes de Reichenau que fueron enviados a  Tréveris hacia el 980, y que iluminaron el Codex Egberti. Trabajó también en esta ciudad, al servicio del arzobispo, el Maestro del Registrium Gregorii, uno de los mejores pintores de la época otoniana, probablemente inspirado en modelos antiguos y cuya importancia revirtió en su escuela. Pero parece haber sido Reichenau el centro de las mejores realizaciones, caracterizadas por una tendencia menos clásica que Tréveris, pues las iluminaciones de este taller se caracterizaban por un cierto expresionismo lineal, un grado más alto de espiritualidad y la concepción del fondo con bandas de colores o dorados que resaltan la intensidad de los colores. Las obras más representativas son los evangelios conservados en Aquisgrán, relacionados con Liutardo, el cual aparece en una miniatura representando los evangelios a Otón III. También pertenece a este taller el evangeliario de Otón III y, en el primer cuarto del siglo X Colonia emerge también como núcleo productivo de miniatura, seguramente a través de un taller establecido en San Gereón, en el que los motivos bizantinos juegan un papel  decisivo, y en el segundo cuarto del siglo Xi la escuela de Echternach se presenta todavía como clara continuadora de la tendencia bizantinizante.

La eboraria carolingia ha dejado muestras elocuentes dela importancia que tuvieron los marfiles clásicos  y bizantinos, aunque a veces fuesen imitados de una manera un tanto mecánica.

La escuela palatina es la que mejor refleja las influencias paleocristianas, a través de obras como las cubiertas del evangeliario de Lorsch que pudieron influir en la definición estilística de la escultura antiquizante de Reims. La escuela de Metz alcanza su máxima influencia después de la muerte de Carlomagno ya ella se deben un gran número de bajorrelieves en marfil, con un carácter menos plástico y monumental que la eboraria de corte pero más animado, vivo y pictórico. Bajo el mecenazgo de Carlos el Calvo, otros talleres (Reims, Corbie, Saint-Denis) produjeron importantes obras de marfil inspiradas directamente en miniaturas como las dl Salterio de Utrech. Las cubiertas del Salterio que lleva su nombre, talladas con relieves agudos y con acusados contrastes de luz y sombra, lo atestiguan.

Los eborarios del período Otoniano produjeron báculos de obispo, peines litúrgicos y placas para dípticos o cubiertas de códices, que hasta el siglo X muestran una nítida bizantina. En Tréveris trabaja el maestro de Echternach, autor, entre otras obras, del relieve de la crucifixión que preside la encuadernación del codex aureus de Echternach y de las placas de procedencia desconocida que se conservan en Berlín y representan Moisés, recibiendo las tablas de la Ley y la incredulidad de San Tomás. Aquí el maestro se expresa en un lenguaje popular y rudo, de un realismo y expresividad inhabitual, lejano de la espiritualidad e idealización que caracteriza buena parte de la producción otoniana.

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