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Alberto Cairo: no hay trozos de hombres – Charla TEDxRC2

Charla «Alberto Cairo: no hay trozos de hombres» de TEDxRC2 en español.

Las clínicas de Alberto Cairo en Afganistán solían cerrarse durante los combates. Ahora están abiertas. En la TEDx RC2 (RC son siglas de Cruz Roja/Media Luna Roja), Cairo cuenta la poderosa historia de por qué y cómo halló humanidad y dignidad en medio de la guerra.

  • Autor/a de la charla: Alberto Cairo
  • Fecha de grabación: 2011-11-27
  • Fecha de publicación: 2011-12-23
  • Duración de «Alberto Cairo: no hay trozos de hombres»: 1142 segundos

 

Traducción de «Alberto Cairo: no hay trozos de hombres» en español.

He estado en Afganistán durante 21 años.

Trabajo para la Cruz Roja y soy fisioterapeuta.

Mi trabajo es hacer brazos y piernas, aunque no es exactamente así.

Hacemos más que eso.

Brindamos a los pacientes discapacitados afganos, en primer lugar, rehabilitación física y luego reinserción social.

Es un plan muy lógico, pero no siempre funcionó así.

Durante muchos años, sólo les proporcionábamos prótesis.

Pasaron muchos años hasta que el programa se convirtiera en lo que es ahora.

Hoy quisiera contarles una historia, la historia de un gran cambio, y la historia de la gente que hizo posible este cambio.

Llegué a Afganistán en 1990 para trabajar en un hospital con víctimas de la guerra.

Y después, no sólo con ellos, sino con cualquier paciente.

También estuve trabajando en el centro ortopédico.

Allí hacemos las piernas ortopédicas.

En ese momento me encontré en una situación extraña.

Sentí que no estaba preparado para ese trabajo.

Había mucho que aprender.

Había muchas cosas nuevas para mí.

Fue un trabajo extraordinario.

Pero cuando el combate se intensificaba, la rehabilitación física se suspendía.

Había otras cosas que hacer.

Fue así que el centro ortopédico se cerró, porque a la rehabilitación física no se la consideraba una prioridad.

Fue una sensación extraña.

En fin, cada vez que cuento esto…

no es la primera vez, pero es siempre emocionante.

Es algo que viene del pasado.

Son 21 años, pero aún están presentes.

En fin, en 1992 los muyahidines tomaron Afganistán y el centro ortopédico se cerró.

Me asignaron a trabajar con las personas sin hogar, con los desplazados internos.

Pero un día algo sucedió.

Yo regresaba de una gran distribución de alimentos en una mezquita, donde decenas y decenas de personas estaban en cuclillas en condiciones terribles.

Quería irme a casa; iba manejando.

Ustedes comprenden, cuando se quiere olvidar, cuando no se desea ver nada más, sólo quieres ir a tu cuarto a encerrarte, y decir: “Es suficiente”.

Una bomba cayó no muy lejos de mi auto, en realidad, algo lejos, pero con gran estruendo.

Todos desaparecieron de la calle.

Los autos también.

Me agaché.

Y sólo una imagen permanecía en medio del camino.

Era un hombre en silla de ruedas tratando de alejarse desesperadamente.

No soy una persona especialmente valiente, debo confesar, pero no podía ignorarlo.

Entonces, paré el auto y fui a ayudarlo.

El hombre no tenía piernas y tenía un sólo brazo.

Detrás de él había un niño, su hijo, con la cara enrojecida por el esfuerzo de empujar a su padre.

Así, lo lleve a un lugar seguro.

Y le pregunté: “

¿Qué estás haciendo en la calle en esta situación?

” “Trabajo”, dijo.

Yo me preguntaba,

¿qué trabajo?

Y luego le hice una pregunta más estúpida aún: “

¿Por qué no tienes las prótesis?

¿Por qué no tienes tus piernas ortopédicas?

” Y me dijo: “La Cruz Roja cerró”.

Y sin pensar, le dije: “Ven mañana.

Te daremos un par de prótesis”.

El hombre se llamaba Mahmoud, Y el niño, Rafi.

Se fueron.

Y luego me dije: “Oh, mi Dios,

¿qué dije?

El centro está cerrado, no hay personal y tal vez la maquinaria esté dañada.

¿Quién le hará las prótesis?

” Tuve la esperanza de que no regresara.

Estas son las calles de Kabul en aquellos días.

Y entonces pensé: “Le daré algo de dinero”.

Al día siguiente, fui al centro ortopédico y hablé con el de vigilancia.

Iba preparado a decirle: “Mira, si alguien viene mañana, por favor, dile que fue un error, que no se puede hacer nada y dale algo de dinero”.

Pero Mahmoud y su hijo ya estaban allí, y no eran los únicos.

Había 15, tal vez 20 personas como él esperando.

Y había personal también entre los que se encontraba mi mano derecha, Najmuddin.

Y el de vigilancia me dijo: “Ellos vienen todos los días para ver si el centro abre”.

Y dije: “No.

Nos tenemos que ir, no podemos quedarnos aquí”.

Estaban bombardeando, no muy cerca, pero se oía.

“Tenemos que irnos de aquí, es peligroso; no es una prioridad”.

Pero Najmuddin me dijo: “Escucha, estamos aquí”.

«Por lo menos, podemos comenzar reparando las prótesis, las prótesis que la gente tiene rotas y tal vez hacer algo por personas como Mahmoud”.

Le dije: ”No, por favor, no podemos hacer eso.

Es realmente peligroso.

Tenemos otras cosas que hacer”.

Pero ellos insistieron.

Cuando tienes 20 personas frente a ti, mirándote y tú tienes que tomar la decisión… Fue así que comenzamos con algunas reparaciones.

Uno de los fisioterapeutas informó que Mahmoud podría recibir una pierna ortopédica, pero no inmediatamente.

Sus piernas estaban hinchadas y las rodillas estaban rígidas, por lo que necesitaba una preparación prolongada.

Créanme que estaba preocupado porque estaba incumpliendo las reglas.

Estaba haciendo algo que no debía.

Esa noche fui a la sede a hablar con los jefes, y les dije…

les mentí.

Les dije: “Miren, comenzaremos con un par de horas por día, sólo algunas reparaciones”.

Tal vez algunos de ellos estén aquí ahora.


(Risas)
Así que comenzamos.

Trabajaba todos los días con las personas sin hogar y Najmuddin se quedó allí, haciendo todo tipo de tareas e informando acerca de los pacientes Él me decía: “los pacientes están viniendo”.

Suponíamos que muchos de ellos no vendrían debido a los combates.

Pero la gente seguía viniendo.

Y Mahmoud venía todos los días y muy lentamente, semana tras semana, sus piernas iban mejorando.

Se tomaron los moldes de los muñones, se hicieron las prótesis.

y comenzó la rehabilitación física efectiva.

Venía todos los días, cruzando el frente de batalla.

Algunas veces también lo crucé, por el mismo lugar que Mahmoud y su hijo lo hacían.

Era algo siniestro que me asombraba que ellos pudieran hacerlo todos los días.

Y finalmente, el gran día llegó.

Mahmoud iba a ser dado de alta con sus piernas nuevas.

Estábamos en abril, y recuerdo que era un día hermoso.

En abril Kabul es hermoso, lleno de flores, de rosas.

No podíamos permanecer adentro con todas esas bolsas de arena en las ventanas.

Era muy triste y oscuro.

Así, elegimos un lugar pequeño en el jardín.

Mahmoud se colocó sus prótesis y otros pacientes también, y comenzaron a ejercitar por última vez antes de ser dados de alta.

De repente, comenzó un combate entre dos grupos de muyahidines.

Oíamos las balas pasar por el aire.

Así que corrimos hacia el refugio.

Mahmoud cogió a su hijo, y yo a otra persona.

Todos hicieron lo mismo.

Corrimos.

Y saben que 50 metros pueden ser una distancia muy larga si están completamente expuestos, pero logramos llegar al refugio.

Adentro, todos llegaron fatigados.

Me senté un momento y escuché que Rafi le decía a su padre: “Papá, puedes correr más rápido que yo”.


(Risas)
Y Mahmoud dijo: “Por supuesto que puedo.

Puedo correr y ahora puedes ir a la escuela.

Ya no es necesario que estés conmigo todo el día empujando mi silla de ruedas”.

Más tarde los llevamos a su casa.

Y nunca olvidaré a Mahmoud y a su hijo caminando juntos, empujando la silla de ruedas vacía.

Y ahí comprendí que la rehabilitación física es una prioridad.

La dignidad no puede esperar tiempos mejores.

Desde ese momento, no cerramos ni un solo día.

Alguna vez suspendimos por algunas horas, pero nunca, nunca más cerramos.

Encontré a Mahmoud un año después.

Estaba en muy buena forma, más delgado.

Necesitaba cambiar sus prótesis por un nuevo par.

Le pregunté por su hijo.

Y me dijo: “Está en la escuela y le está yendo muy bien”.

Pero entendí que quería decirme algo.

Y le pregunte: “

¿qué sucede?

” Sudaba.

Estaba realmente avergonzado, parado frente a mí con su cabeza gacha.

Y me dijo: “Me has enseñado a caminar.

Muchas gracias.

Ahora, enséñame a no ser más un mendigo”.

Ese era su trabajo.

“Mis hijos están creciendo y me siento avergonzado.

No quiero que otros niños se burlen de ellos en la escuela”.

Le dije: “Bueno”.

Y pensé,

¿cuánto dinero tengo en mi bolsillo?

Para darle un poco.

Es la manera más sencilla.

Él leyó mi mente.

y dijo: “Pido trabajo”.

Y añadió algo que no olvidaré el resto de mi vida.

Dijo: “Soy un trozo de un hombre, pero si me ayudas, puedo hacer cualquier cosa, hasta arrastrarme por el suelo”.

Luego se sentó y me senté también con piel de gallina en todo mi cuerpo.

Sin piernas, un brazo, analfabeto, sin instrucción.

¿Qué trabajo habría para él?

Pero Najmuddin me dijo: “Tenemos un puesto vacante en el taller de carpintería”.

Y dije: “

¿Qué?

Un momento”.

“Bueno, sí, tenemos que incrementar la producción de pies.

Necesitamos emplear a alguien que pegue y atornille las suelas de los pies.

Necesitamos incrementar la producción”.

¿Perdón?

” No lo podía creer.

Y luego dijo: “Podríamos modificar el banco de trabajo, tal vez colocar una herramienta especial un yunque, un torno especial, y quizá un destornillador eléctrico”.

Y dije: “Escuchen, es una locura.

Y más cruel aún es pensar algo así.

Esa es una línea de producción y muy rápida.

Es cruel ofrecerle trabajo sabiendo que va a fracasar”.

Pero con Najmuddin no se puede discutir.

Así que lo único que logré obtener fue cierto compromiso.

Sólo una semana, probar una semana y ni un día más.

Una semana después, Mahmoud era el más rápido de la línea de producción.

Le dije a Najmuddin: “Es un truco.

No lo puedo creer”.

La producción se incrementó un 20%.

“Es un truco, es un truco”, dije.

Y luego lo verifiqué.

Era cierto.

Najmuddin percibió que Mahmoud tenía algo que demostrar.

Y comprendí que yo estaba equivocado otra vez.

Mahmoud parecía más alto.

Lo recuerdo sentado detrás del banco de trabajo sonriendo.

Era un hombre nuevo, alto nuevamente.

Por supuesto que sus piernas lo hacían más alto; claro que eran sus piernas, muchas gracias, pero el primer paso fue la dignidad.

Él recuperó su dignidad por completo gracias al trabajo.

Y por supuesto que comprendí.

Luego comenzamos con una nueva política, completamente diferente.

Decidimos emplear el mayor número de discapacitados posible y entrenarlos en cualquier trabajo.

Se convirtió en una política de “discriminación positiva”.

¿Y saben qué?

Es bueno para todos.

Todos se benefician, los empleados, por supuesto, porque consiguen sus trabajos y dignidad.

Pero también los recién llegados.

Son 7.000 cada año que vienen por primera vez.

Y hay que ver sus rostros cuando se dan cuenta que quienes les ayudan son como ellos.

Y algunas veces se los percibe que miran: “Oh”.

Y ves sus rostros.

Y la sorpresa se convierte en esperanza.

Y me resulta sencillo entrenar a alguien que ha pasado por esa experiencia.

Puf, aprenden mucho más rápido…

la motivación, la empatía que establecen con el paciente, es completamente diferente.

No existen trozos de hombre.

Personas como Mahmoud son agentes de cambio.

Y cuando se inicia el cambio, no se puede parar.

Empleamos a la gente, claro que sí, pero además, comenzamos a planificar proyectos de microfinanzas, educación.

Y una vez que se empieza, no se puede parar.

Entonces se imparte formación profesional y educación en el hogar para aquellos que no pueden ir a la escuela.

También se realiza fisioterapia y no sólo en el centro ortopédico, sino también a domicilio.

Siempre hay una manera mejor de hacer las cosas.

Ese es Najmuddin, el del saco blanco.

Najmuddin “el terrible”.

Aprendí muchísimo de personas como Najmuddin, Mahmoud, Rafi.

Ellos son mis maestros.

Tengo un deseo, un deseo grande, y es que esta manera de trabajar y de pensar sea implementada en otros países.

Hay muchos países en guerra como Afganistán.

Y esto es posible, no es difícil.

Todo lo que hay que hacer es escuchar a la gente a la que se supone que debemos asistir para hacerlos parte del proceso de toma de decisiones y por supuesto para integrarlos.

Esa es mi gran aspiración.

Pero no crean que los cambios en Afganistán han terminado; para nada.

Seguimos.

Hace poco hemos comenzado un programa, un programa deportivo, baloncesto en silla de ruedas.

Transportamos las sillas de ruedas a todas partes.

Tenemos varios equipos en la parte central de Afganistán.

En un principio, cuando Anajulina me dijo: “Nos gustaría comenzar con esto”, yo dudé y dije: “No”.

Se imaginan… Dije: “No, no, no, no, no podemos”.

Y luego hice la pregunta habitual: «

¿Es una prioridad?

¿Es realmente necesario?

» Deberían verme ahora.

No pierdo un sólo día de entrenamiento.

La noche anterior al partido estoy muy nervioso.

Y deberían verme durante el partido; grito como un verdadero italiano.


(Risas)

¿Qué vendrá?

¿Cuál será el próximo cambio?

No lo sé aún, Pero estoy seguro de que Najmuddin y sus amigos ya lo tienen en mente.

Esta fue mi historia.

Muchas gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/alberto_cairo_there_are_no_scraps_of_men/

 

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