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Benjamin Zander sobre música y pasión – Charla TED2008

Charla «Benjamin Zander sobre música y pasión» de TED2008 en español.

Benjamin Zander tiene dos pasiones contagiosas: la música clásica, y ayudarnos a sacarle el jugo a nuestro amor por ella — y por extensión, sacarle el jugo al amor por todas las nuevas posibilidades, nuevas experiencias, nuevas conexiones

  • Autor/a de la charla: Benjamin Zander
  • Fecha de grabación: 2008-02-02
  • Fecha de publicación: 2008-06-25
  • Duración de «Benjamin Zander sobre música y pasión»: 1243 segundos

 

Traducción de «Benjamin Zander sobre música y pasión» en español.

Muchos de ustedes conocerán probablemente la historia de los dos vendedores que viajaron a África en los primeros años del siglo XX.

Los mandaron para ver si era factible vender zapatos.

Y desde allí enviaron telegramas a Manchester.

Uno de ellos escribió: «Ninguna posibilidad.

Stop.

No usan zapatos».

Y el otro escribió: «Magnífica oportunidad.

Todavía no tienen zapatos».


(Risas)
En el mundo de la música clásica la situación es similar porque algunos piensan que la música clásica está agonizando.

Y otros pensamos que todavía no han visto nada.

Y en vez de analizar estadísticas y tendencias y hablarles de todas las orquestas que dejan de tocar y las empresas discográficas que cierran, pensé que esta noche era mejor hacer un experimento — un experimento.

En realidad, no es un experimento porque sé el resultado.

Pero es como un experimento.

Ahora, antes…


(Risas)

antes de comenzar debo hacer dos cosas.

Una es recordarles cómo un chico de siete años suena cuando toca el piano.

Tal vez tengan a este chico en casa.

Suena un poco así.

(Piano) Veo que algunos reconocen a este chico.

Ahora, si practica durante un año y toma clases, tiene ocho y suena así.

(Piano) Practica otro año y toma clases; ya tiene nueve (Piano) Practica un año más y toma clases; ya tiene diez.

(Piano) Aquí en general dejan.


(Risas)

(Aplausos)
Ahora, si hubieran esperado, si hubieran esperado un año más habrían escuchado esto: (Piano) Lo que pasó no fue quizás lo que pensaron, o sea, que de repente se entusiasmó, se comprometió, se dedicó más, cambió de profesor, llegó a la pubertad o lo que sea.

Lo que pasó en realidad, es que se redujeron los acentos.

Verán, la primera vez tocaba con un acento en cada nota.

(Piano) Y la segunda con un acento nota por medio.

(Piano) Pueden verlo observando mi cabeza.


(Risas)
El de nueve años, el de nueve años pone un acento cada cuatro notas.

(Piano) Y el de diez años cada ocho notas.

(Piano) Y el de once años, un acento en toda la frase.

(Piano) Lo sé — No sé cómo llegamos a esta posición.


(Risas)
No pensé: voy a mover el hombro así, mover el cuerpo.

No, la música me empujó, por eso lo llamo tocar con un solo glúteo.

(Piano) Puede ser el otro glúteo.

(Piano) Saben, una vez un señor asistió a una presentación que hice cuando trabajaba con un joven pianista.

Era presidente de una empresa de Ohio.

Y yo estaba trabajando con este joven pianista y dije: «El problema es que tocas con los dos glúteos.

Deberías tocar con un solo glúteo».

Y moví su cuerpo así mientras tocaba.

Y de pronto la música despegó.

Levantó vuelo.

El público suspiró asombrado al oír la diferencia.

Y después recibí una carta de este hombre.

Decía: «Me conmovió.

Volví y transformé toda mi empresa en una empresa de un solo glúteo».


(Risas)
La otra cosa que quería hacer es hablarles de ustedes.

Habrá unas 1.600 personas, creo.

Mi cálculo es que probablemente 45 de ustedes sienten absoluta pasión por la música clásica.

Adoran la música clásica.

Tienen la FM siempre en el dial clásico.

Y tienen CDs en el auto y van al concierto.

Y sus hijos tocan instrumentos.

No se imaginan la vida sin música clásica.

Ese es el primer grupo; es un grupo muy pequeño.

Después está el otro grupo, más grande.

Esta es la gente a la que no les molesta la música clásica.


(Risas)
Ya saben, llegas a casa después de un largo día y tomas una copa de vino y pones los pies en alto.

Un poco de Vivaldi como fondo no hace daño.


(Risas)
Ese es el segundo grupo.

Ahora viene el tercer grupo.

La gente que nunca escucha música clásica.

Simlpemente no forma parte de su vida.

Quizás la escuchan como fumadores pasivos en el aeropuerto, pero —
(Risas)
— y quizá una pequeña parte de una marcha de Aida al entrar en la sala.

Pero, fuera de eso, nunca escuchan.

Ese es probablemente el grupo más grande.

Y después hay un grupo muy pequeño.

Son los que creen que no tienen sentido musical.

Montones de personas creen que no tienen sentido musical.

Ciertamente, escucho mucho decir: «Mi marido no tiene oído para la música».


(Risas)
Pero, a decir verdad, es se puede no tener sentido musical.

Todos lo tenemos.

Si no tuviéramos sentido musical, no podríamos hacer los cambios en el auto, con palanca manual.

No podríamos distinguir entre alguien de Texas y alguien de Roma.

Y el teléfono.

El teléfono.

Si llama su madre por el pobre teléfono, llama y dice «Hola», no sólo saben quién es, también saben de qué humor está.

Tienen un oído fantástico.

Todo el mundo tiene un oído fantástico.

O sea que a nadie le falta sentido musical.

Pero les digo algo.

Para mí no está bien seguir con esta cosa con semejante abismo entre los que entienden, aman y sienten pasión por la música clásica, y los que no se relacionan con ella para nada.

Los que no tienen oído, ya no están aquí.

Pero aun entre esas tres categorías, el abismo es demasiado grande.

O sea que no me iré de aquí que el último en esta sala, abajo y en Aspen, y todos los que están mirando lleguen a amar y entender la música clásica.

Así que esto es lo que haremos.

Ahora, se dan cuenta de que no tengo la más mínima duda de que esto funcionará si miran mi cara,

¿cierto?

Es una de las características de un líder que no dude ni un momento de la capacidad de aquellos a quien lidera de ver cualquier cosa que él sueña.

Imaginen si Martin Luther King hubiera dicho; «Yo tengo un sueño.

Por supuesto, no sé si van a poder entenderlo.»
(Risas)
Está bien.

Tomaré entonces una pieza de Chopin.

Es un bello preludio de Chopin.

Algunos lo conocen.

(Música)

¿Saben qué me parece que ocurrió probablemente en esta sala?

Cuando empecé, pensaron, «Qué lindo suena» (Música) «No creo que debamos ir al mismo lugar de vacaciones el verano que viene».


(Risas)

¿Es gracioso, no?

Es gracioso cómo esos pensamientos nos dan vueltas en la cabeza.

Y por supuesto —
(Aplausos)
— y por supuesto, si la pieza es larga y tuvieron un largo día, pueden llegar a desconectarse.

Entonces, su acompañante les dará un codazo en las costillas para decir: «¡Despierta, es cultura! Y entonces se sentirán peor.

Pero,

¿alguna vez pensaron que la razón por la que sienten somnolencia con la música clásica no es por ustedes, sino por nosotros?

Alguien pensó, mientras yo tocaba, «

¿Por qué usa tantos acentos?

» Si hubiera hecho esto con mi cabeza, seguro lo habrían pensado.

(Música) Y por el resto de su vida, cada vez que escuchen música clásica siempre podrán saber si escuchan esos acentos.

Entonces, veamos lo que está pasando aquí realmente.

Tenemos un SI.

Esto es un SI.

La siguiente nota es DO.

Y el trabajo del DO es hacer triste al SI.

¿Y lo consigue, no?


(Risas)
Los compositores lo saben.

Si quieren música triste simplemente tocan esas dos notas.

(Música) Pero básicamente es sólo un SI, con cuatro tristes.


(Risas)
Ahora, baja a LA.

Ahora a SOL y luego a FA.

Entonces tenemos SI, LA, SOL, FA.

Y si tenemos SI, LA, SOL, FA,

¿que esperamos después?

Oh, eso pudo haber sido casual.

Probemos de nuevo.

Oooh, el coro TED.


(Risas)
Y notan que no hay nadie sin oído musical,

¿cierto?

Nadie.

Miren, cada aldea de Bangladesh y cada aldea en China.

Todos saben: da, da, da, da — da.

Todos saben quién espera ese MI.

Pero Chopin no quería llegar a ese MI ahí, porque,

¿qué habría pasado?

Terminaría, como Hamlet.

¿Recuerdan Hamlet?

Acto I, Escena 3: descubre que fue su tío quien mató a su padre.

Recuerdan que después aborda a su tío y casi lo mata.

Y después retrocede y vuelve a abordarlo y casi lo mata.

Y los críticos, todos sentados en la última fila, deben tener una opinión, entonces dicen, «A Hamlet le falta decisión».


(Risas)
O decir, «Hamlet tiene un complejo de Edipo».

No, tonto, es que si no la obra terminaría.

Por eso Shakespeare pone todas esas cosas en Hamlet.

Ya saben, Ofelia que enloquece y la obra dentro de la obra, y la calavera de Yorick, y los sepultureros.

Es para dilatar — recién en el Acto V puede matarlo.

Lo mismo con Chopin.

Está a punto de alcanzar MI, y dice, «No, mejor volver atrás y repetirlo».

Y lo repite.

Ahora se entusiasma — esto es entusiasmo, no tienen que preocuparse.

Ahora llega a FA y finalmente baja a MI, pero es el acorde equivocado.

Porque el acorde que busca es éste, y en cambio hace…

esto es lo que llamamos una cadencia engañosa porque nos engaña.

Siempre digo a mis alumnos, «Si hay una cadencia engañosa asegurense de alzar las cejas para que todos lo sepan».


(Risas)

(Aplausos)
Bien.

Entonces llega al MI, pero es el acorde equivocado.

Intenta MI de nuevo.

Ese acorde no funciona.

Vuelve a probar el MI.

Ese acorde no resulta.

Ahora, vuelve a probar MI de nuevo y no funciona.

Y entonces, finalmente…

En la primera fila un señor dijo: «Mmm».

Es el mismo gesto que hace cuando llega a su casa después de un largo día, apaga el motor del auto y dice, «Ah, estoy en casa».

Porque todos sabemos cuándo llegamos a casa.

Esta es, pues, una pieza que llega de lejos a casa.

Y voy a tocar todo el camino de nuevo y ustedes van a seguirlo.

SI, DO, SI, DO, SI, DO, SI — hasta LA, hasta SOL, hasta FA.

Casi llega al MI, pero no porque la obra se acabaría.

Sube otra vez a SI.

Se entusiasma.

Va al FA agudo.

Va a MI.

No es el acorde justo.

No es el acorde justo.

No es el acorde justo.

Y finalmente va al MI, y llega a casa.

Y así verán tocar con un glúteo.


(Risas)
Porque para poder unir al SI con el MI, Debo dejar de pensar en cada nota individual en el camino y pensar en la larga, larga línea del SI al MI.

Miren, estábamos en Sudáfrica, y no se puede ir allí sin pensar en Mandela en la cárcel por 27 años.

¿En qué pensaba?

¿El almuerzo?

No, pensaba en la visión para Sudáfrica y para los seres humanos.

Eso lo mantuvo — esto se refiere a esa visión; de eso se trata la larga línea.

Como el pájaro que vuela sobre el campo sin preocuparse por los cercos abajo,

¿verdad?

Entonces ahora van a seguir la línea por todo el camino de SI a MI.

Y tengo un último pedido antes de tocar esta pieza completa.

¿Podrían pensar en alguien que adoran, que ya no está?

Una abuela muy querida, un amante, alguien en sus vidas a quien amen con todo el corazón, pero esa persona ya no está con ustedes.

Traigan esa persona a su mente y al mismo tiempo sigan la línea por todo el camino de SI a MI, y oirán todo lo que Chopin tenía para decir.

(Música)
(Aplausos)
Ahora, se preguntarán quizás, se preguntarán quizás por qué aplaudo.

Bueno, hice esto en una escuela en Boston con unos 70 chicos de 12 años.

Hice exactamente lo mismo que con ustedes, y les dije y les expliqué y todo lo demás.

Y al final, enloquecidos, aplaudieron.

Aplaudían.

Yo aplaudía.

Ellos aplaudían.

Finalmente, dije, «

¿Por qué aplaudo?

» Y uno de los chicos dijo, «Porque estábamos escuchando».


(Risas)
Piénsenlo.

1.600 personas, personas ocupadas, que hacen miles de cosas distintas.

Escuchando, entendiendo y emocionándose con una pieza de Chopin.

Eso es un logro.

Ahora, estoy seguro de que cada persona lo siguió, lo entendió y se emocionó.

Por supuesto, no puedo estar seguro.

Pero les diré qué me pasó a mí.

Estaba en Irlanda durante los Disturbios 10 años atrás, y trabajaba con chicos católicos y protestantes en resolución de conflictos.

Esto lo hice con ellos.

Algo riesgoso de hacer porque eran chicos de la calle.

Y uno de ellos vino a la mañana siguiente y me dijo, «No había escuchado música clásica en toda mi vida, pero cuando tocó esa pieza de «shopping»
(Risas)
Dijo, «A mi hermano lo mataron el año pasado y no lloré por él.

Pero anoche, cuando tocó esa pieza, yo pensé en él.

Y sentí cómo me caían las lágrimas por la cara.

Y realmente me hizo muy bien llorar por mi hermano».

Por eso decidí en ese momento que la música clásica es para todos.

Todos.

Ahora, cómo caminarían — porque miren, mi profesión, la profesión de la música no se ve así.

Dicen el 3 porciento de la población ama la música clásica.

Si pudiéramos subirlo al 4 porciento se acabarían nuestros problemas.

Yo digo, «

¿Cómo caminarían?

¿Cómo hablarían?

¿Cómo serían si pensaran que el 3 porciento de la población gusta de la música clásica?

Si tan sólo pudiéramos llevarlo al 4 porciento.

¿Cómo caminarían?

¿Cómo hablarían?

¿Cómo serían si pensaran que todos aman la música clásica — todavía no lo han descubierto».


(Risas)
Se trata de mundos totalmente distintos.

Tuve una experiencia increíble.

Tenía 45 años, llevaba 20 años dirigiendo y de golpe tuve una revelación.

El director de una orquesta no emite sonido.

Mi foto aparece en la tapa del CD —
(Risas)
— pero el director no emite un sonido.

Su poder depende de su habilidad para hacer poderosos a otros.

Y eso cambió todo para mí.

Fue decisivo en mi vida.

Los de mi orquesta venían y me decían, «

¿Ben, qué pasó?

» Esto es lo que pasó.

Descubrí que mi tarea era despertar posibilidades en otros.

Y por supuesto, quería saber si lo estaba haciendo.

¿Y saben cómo se descubre?

Mirándolos a los ojos.

Si sus ojos están brillando, sabes que lo estás logrando .

Podrías iluminar un pueblo con los ojos de ese tipo.


(Risas)
Cierto.

Si los ojos brillan, sabes que lo estás logrando.

Si los ojos no brillan, hay que hacer una pregunta.

Y la pregunta es:

¿Quién estoy siendo que los ojos de mis músicos no brillan?

Podemos hacerlo con nuestros hijos también.

¿Quién estoy siendo que los ojos de mis hijos no brillan?

Es un mundo totalmente distinto.

Estamos a punto de terminar esta semana mágica en la montaña, y vamos a volver al mundo.

Y digo, es apropiado que nos hagamos la pregunta:

¿Quiénes estamos siendo ahora que volvemos al mundo?

Y, saben, yo tengo una definición del éxito.

Para mí es muy simple.

No se trata de riqueza y fama y poder.

Se trata de cuántos ojos brillantes hay a mi alrededor.

Y ahora tengo una última reflexión, y es que realmente marca una diferencia aquello que decimos.

Las palabras que salen de nuestra boca.

Lo aprendí de una mujer que sobrevivió a Auschwitz, una de las pocas sobrevivientes.

Fue a Auschwitz cuando tenía 15 años, y el hermano tenía ocho, y sus padres desaparecidos.

Y me contó esto, me dijo, «Íbamos en el tren rumbo a Auschwitz y miré hacia abajo y vi que a mi hermano le faltaban los zapatos.

Y le dije: «

¿Eres tan tonto que ni siquiera puedes conservar tus cosas por el amor de Dios?

» — como cualquier hermana mayor puede hablarle a un hermano menor.

Por desgracia, fue lo último que le dijo porque no volvió a verlo nunca.

Él no sobrevivió.

Y cuando salió de Auschwitz, hizo una promesa.

Me dijo esto.

Dijo: «Salí de Auschwitz a la vida e hice una promesa.

Y la promesa fue, nunca diré nada que no pueda quedar como lo último que dije».

¿Podemos hacerlo?

No.

Y nos lastimaremos y lastimaremos.

Pero es una posibilidad a adoptar en la vida.

Gracias.


(Aplausos)
Ojos brillantes, ojos brillantes.

Gracias, gracias.

(Música)

https://www.ted.com/talks/benjamin_zander_the_transformative_power_of_classical_music/

 

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