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Charles Hazlewood: confiar en el conjunto musical – Charla TEDGlobal 2011

Charla «Charles Hazlewood: confiar en el conjunto musical» de TEDGlobal 2011 en español.

El director de orquesta Charles Hazlewood habla del papel de la confianza en el liderazgo musical; luego muestra cómo funciona mientras dirige al conjunto musical escocés en el escenario. También comparte clips de dos proyectos musicales: la ópera «U-Carmen eKhayelitsha» y la Paraorquesta.

  • Autor/a de la charla: Charles Hazlewood
  • Fecha de grabación: 2011-07-13
  • Fecha de publicación: 2011-10-07
  • Duración de «Charles Hazlewood: confiar en el conjunto musical»: 1176 segundos

 

Traducción de «Charles Hazlewood: confiar en el conjunto musical» en español.

Soy director de orquesta y hoy estoy aquí para hablarles de la confianza.

Mi trabajo depende de ella.

Tiene que haber, entre la orquesta y yo, un vínculo inquebrantable de confianza, producto del respeto mutuo, que nos permita construir una narrativa musical en la que todos creamos.

En los viejos tiempos, dirigir, hacer música tenía menos que ver con la confianza y más con la coerción.

Hasta la Segunda Guerra Mundial los directores eran invariablemente dictadores; estas figuras tiránicas ensayaban no sólo con toda la orquesta sino con cada uno de sus integrantes en cada aspecto de sus vidas.

Pero me complace decir que el mundo ha progresado y la música también.

Ahora tenemos una visión y una manera de hacer música más democráticas, una doble vía.

Como director de orquesta tengo que venir al ensayo con un sentido férreo de la arquitectura exterior de esa música dentro de la que existe luego una libertad personal inmensa para que brillen los miembros de la orquesta.

Para mí, por supuesto, tengo que confiar plenamente en mi lenguaje corporal.

Eso es todo lo que tengo.

Es gesto silencioso.

Claramente no puedo dar instrucciones mientras tocamos.

(Música) Damas y caballeros, el Conjunto Escocés.

(Aplausos) Por eso para que todo esto funcione obviamente tengo que estar en una posición de confianza.

Tengo que confiar en la orquesta y, más importante aún, tengo que confiar en mí mismo.

Piensen: cuando no se está en posición de confianza, ¿qué se hace? Uno compensa en exceso.

Y, como director, eso significa sobre gesticular.

Uno termina siendo como un molino de viento rabioso.

Y cuanto mayor es el gesto menos definido, más borroso, y menos útil es para la orquesta.

Uno se vuelve una figura cómica.

No hay más confianza; sólo el ridículo.

Y recuerdo al principio de mi carrera una y otra vez, en esas salidas lamentables con orquestas, me volvía completamente loco en el podio tratando de generar un pequeño crescendo, un pequeño aumento de volumen.

Me molestaban, no me obedecían.

En los primeros años pasé mucho tiempo llorando en silencio en los camarines.

Y lo inútiles que parecían los consejos del veterano y gran director de orquesta británico Sir Colin Davis que decía: «Dirigir, Charles, es como tener un pajarito en la mano.

Si lo aprietas demasiado, lo aplastas.

Si lo tienes demasiado flojo, se escapa».

Tengo que decir que en esa época ni siquiera podía encontrar el pájaro.

Pero algo fundamental, una experiencia muy visceral para mí, en materia musical, han sido mis aventuras en Sudáfrica, para mí, el país más musical del planeta, un país que, con su cultura musical, me ha enseñado una lección fundamental: que a través de la creación musical puede surgir una confianza vital, profunda y fundamental.

En el 2000 tuve la oportunidad de ir a Sudáfrica a formar una nueva compañía de ópera.

Así que fui e hice audiciones principalmente en las localidades rurales de todo el país.

Oí cerca de 2.000 cantantes y formé una compañía de los 40 jóvenes intérpretes más extraordinarios, en su mayoría negros, aunque había un puñado de blancos.

Y se puso de manifiesto en los primeros ensayos que uno de los intérpretes blancos en su encarnación anterior había sido miembro de la policía sudafricana.

Y en los últimos años del antiguo régimen se le encomendaba ir a los asentamientos urbanos a agredir a la comunidad.

Imaginen lo que provocó saber esto en la temperatura de la sala, en la atmósfera general.

No nos engañemos.

En Sudáfrica no hay relación más carente de confianza que la existente entre un policía blanco y la comunidad negra.

¿Cómo nos recuperamos de eso, damas y caballeros? Simplemente a través del canto.

Cantamos, cantamos, cantamos, y sorprendentemente surgió la confianza y, de hecho, floreció la amistad.

Y eso me mostró una verdad fundamental: la creación musical y otras formas de creatividad pueden llegar a lugares a los que las palabras no pueden.

Pusimos en marcha algunos shows.

Empezamos a hacer giras internacionales.

Una de ellas fue «Carmen».

Luego pensamos en hacer una película de «Carmen», que grabamos y rodamos en exteriores en el municipio de las afueras de Ciudad del Cabo llamado Khayelitsha.

La pieza fue cantada en su totalidad en xhosa, un idioma musical muy hermoso, si es que no lo conocen.

Se llama «U-Carmen e-Khayelitsha»; literalmente, «Carmen de Khayelitsha».

Ahora quiero pasarles un pequeño clip sin otro motivo que mostrarles que no tiene nada de pequeño hacer música en Sudáfrica.

(Música) (Aplausos) Algo que me parece absolutamente encantador de la creación de música sudafricana es que es muy libre.

Los sudafricanos hacen música con gran libertad.

Y creo que, en gran parte, eso se debe a un hecho fundamental: no están limitados por un sistema de notación.

No leen música.

Confían en su oído musical.

Se puede enseñar a un grupo de sudafricanos una melodía en unos cinco segundos.

Y luego, como por arte de magia, espontáneamente van a improvisar toda una armonía alrededor de esa melodía porque pueden hacerlo.

Para los que vivimos en Occidente, si vale el término, creo que tenemos una actitud o sentido musical mucho más rígidos que se basa en destrezas y sistemas.

Por lo tanto es competencia exclusiva de una élite.

Aunque, damas y caballeros, cada habitante del planeta probablemente se relaciona con la música a diario.

Y si puedo explayarme por un segundo, apostaría a que cada uno de los presentes en la sala estaría feliz de hablar con agudeza, con absoluta certeza, de películas, quizá de literatura.

Pero, ¿cuántos podrían afirmar con certeza algo respecto de la música clásica? ¿A qué se debe? Y lo que voy a decirles ahora es que quiero instarlos a superar esta falta de confianza suprema, a dar el paso y creer que pueden confiar en su oído musical, pueden oír algunos tejidos fundamentales…

la fibra, el ADN, que hacen una gran pieza musical.

Quiero probar con Uds un pequeño experimento.

¿Sabían que…

…TED es una melodía? Una melodía simple basada en tres notas: T, E, D.

Pero, esperen un minuto.

Sé que me van a decir que «T no existe en la escala musical».

Bueno, damas y caballeros, hay un sistema de larga tradición usado por los compositores durante cientos de años que prueba que existe.

Si les canto una escala musical: A, B, C, D, E, F, G y sigo con el siguiente conjunto de letras del alfabeto, en la misma escala: H, I, J, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T…

ahí la tienen.

T, en música es lo mismo que F (la).

T es F.

T, E, D es lo mismo que F, E, D (la, sol, fa).

La música que tocamos al inicio de esta sesión consagra en su corazón el tema, que es TED.

Oigan.

(Música) ¿Lo oyen? ¿Huele a duda en la sala? Bueno, ahora se los tocaremos de nuevo y vamos a poner de relieve, vamos a resaltar el TED.

Perdonen la expresión.

(Música) ¡Ay, Dios mío!, eso fue alto y claro, sin duda.

Creo que deberíamos hacerlo aún más explícito.

Damas y caballeros, es casi la hora del té.

¿Creen que deberían cantar por el té? Creo que deberíamos cantar por el té.

Vamos a entonar esas tres notas maravillosas: T, E, D.

¿Lo van a intentar? Audiencia: T, E, D.

Charles Hazlewood: Sí, por el sonido, más que humanos parecen vacas.

¿Intentamos una vez más? Miren, si se atreven, suban una octava.

T, E, D.

Audiencia: T, E, D.

CH: Una vez más, con entusiasmo.

(Audiencia: T, E, D) Ven, ya parezco un maldito molino de viento otra vez.

Ahora vamos a ponerlo en el contexto de la música.

Va a comenzar la música y luego, con una señal mía, Uds empiezan a cantar.

(Música) Una vez más, con sentimiento, damas y caballeros.

De otro modo no lograrán el tono.

Consiguieron una redonda, damas y caballeros.

No fue un mal debut para el coro de TED, no fue un mal debut para nada.

Hay un proyecto que estoy iniciando en este momento que me tiene muy entusiasmado y quería compartir con Uds porque se trata de cambiar percepciones y, de hecho, de construir un nuevo nivel de confianza.

Mi hija más pequeña nació con parálisis cerebral que, como pueden imaginar si no tienen una experiencia propia, es algo muy difícil de aceptar.

Pero el regalo que mi preciosa hija me ha dado, aparte de su propia existencia, es que me abrió los ojos a una parte de la comunidad hasta ahora oculta, la comunidad de personas con discapacidad.

Y me encontré en los Juegos Paralímpicos pensando en lo increíble, cómo se ha aprovechado la tecnología para probar fuera de toda duda que la discapacidad no es una barrera para alcanzar los niveles deportivos más altos.

Por supuesto que hay un lado oscuro de esa verdad y es que en realidad le llevó décadas al mundo en general alcanzar una posición de confianza para creer realmente que la discapacidad y los deportes pueden ir de la mano de manera interesante y convincente.

Así que me pregunto: ¿dónde está la música en todo esto? No pueden decirme que no hay millones de personas con discapacidad, sólo en el Reino Unido con un potencial musical enorme.

Por eso decidí crear una plataforma para ese potencial.

Va a ser la primera orquesta de músicos con discapacidad del país.

Se llama Paraorquesta.

Ahora les voy a mostrar un clip de la primera sesión de improvisación que tuvimos.

Fue un momento realmente extraordinario.

Sólo cuatro talentosísimos músicos con discapacidad y yo.

Por lo general, cuando uno improvisa -y lo hago todo el tiempo en todo el mundo- hay un periodo inicial de horror en el que todos están demasiado asustados, hay un silencio ensordecedor.

Luego, de repente, como por arte de magia, ¡bum!, estamos allí y todo es un caos.

No se oye nada.

Nadie escucha.

Nadie confía.

Nadie responde al otro.

Pero en esta sala, con estos cuatro músicos con discapacidad, en cinco minutos una escucha ensimismada, una respuesta absorta y una música increíblemente hermosa.

(Video) (Música) Nicholas: Me llamo Nicholas McCarthy.

Tengo 22 años y soy un pianista zurdo.

Nací sin mi mano izquierda…

mano derecha.

¿Puedo hacerlo otra vez? (Música) Lyn: Cuando hago música me siento como un piloto en la cabina piloteando un avión.

Cobro vida.

(Música) Clarence: preferiría tocar de nuevo un instrumento que caminar.

Hay mucha alegría y cosas que puedo obtener al tocar un instrumento.

Me quita parte de la parálisis.

(Música) (Aplausos) CH: sólo desearía que algunos de los músicos estuvieran aquí hoy, para que pudieran ver de primera mano lo absolutamente extraordinarios que son.

El nombre del proyecto es Paraorquesta.

Si alguno de Uds piensa que me puede ayudar de algún modo para lograr un sueño prácticamente imposible e inverosímil en este momento, por favor, que me avise.

Ahora mi último comentario es cortesía del gran Joseph Haydn, compositor austríaco maravilloso de la segunda mitad del siglo 18 que pasó la mayor parte de su vida al servicio del príncipe Nikolaus Esterházy, junto con su orquesta.

Este príncipe amaba a su música, pero también al castillo rural en el que solía residir la mayoría de las veces, que está justo en la frontera austro-húngara, un lugar llamado Esterházy, bastante lejos de la gran ciudad de Viena.

Pero un día de 1772 el príncipe decretó que las familias de los músicos, las familias de los músicos de la orquesta, ya no eran bienvenidas en el castillo.

Ya no podían quedarse más allí, tenían que regresar a Viena; como digo, una distancia demasiado grande para esa época.

Pueden imaginar, los músicos no tenían consuelo.

Haydn protestó ante el príncipe, pero fue en vano.

Así que, dado que el príncipe amaba a su música, Haydn pensó en escribir una sinfonía para expresar la idea.

Y ahora vamos a interpretar justo la parte final de esa sinfonía.

Y van a ver la orquesta en una especie de revuelta silenciosa.

Me complace decirles que el príncipe entendió el mensaje de la actuación de la orquesta y los músicos se reunieron con sus familias.

Pero creo que resume mi charla bastante bien, esto, que donde hay confianza hay música…

y por extensión vida.

Donde no hay confianza, la música simplemente se desvanece.

(Música) (Aplausos)

https://www.ted.com/talks/charles_hazlewood_trusting_the_ensemble/

 

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