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Maajid Nawaz: una cultura global para luchar contra el extremismo – Charla TEDGlobal 2011

Charla «Maajid Nawaz: una cultura global para luchar contra el extremismo» de TEDGlobal 2011 en español.

¿Por qué las organizaciones extremistas transnacionales tienen éxito allá donde los movimientos democráticos les cuesta trabajo sobrevivir? Maajid Nawaz, antiguo extremista islamista, advoca por nuevos movimientos de base y un nuevo activismo social global que propague la democracia por encima del nacionalismo y la xenofobia. Una charla impactante de TEDGlobal 2011.

  • Autor/a de la charla: Maajid Nawaz
  • Fecha de grabación: 2011-07-12
  • Fecha de publicación: 2011-07-14
  • Duración de «Maajid Nawaz: una cultura global para luchar contra el extremismo»: 1073 segundos

 

Traducción de «Maajid Nawaz: una cultura global para luchar contra el extremismo» en español.

¿Se han preguntado alguna vez por qué el extremismo ha estado en alza en los países de mayoría musulmana durante la última década? ¿Se han planteado alguna vez cómo se puede cambiar esa situación? Alguna vez, al ver las revueltas árabes, ¿se han preguntado cómo podríamos haberlo predicho? ¿O cómo podríamos habernos preparado mejor para eso? Mi historia personal, mi viaje íntimo, lo que me trae hoy al escenario de TED, es un ejemplo de lo que ha estado ocurriendo en los países de mayoría musulmana durante las últimas décadas al menos, o quizá más.

Me gustaría compartir parte de mi historia con ustedes y también mis ideas sobre el cambio, sobre el papel de los movimientos sociales en su creación en las sociedades de mayoría musulmana.

Empezaré, si me lo permiten, por una muy breve historia del tiempo.

En las sociedades medievales las filiaciones estaban muy claras.

A la identidad la definía principalmente la religión.

Luego nos adentramos en una nueva era, en el siglo XIX, la de las naciones estado en Europa, en la que a las identidades y lealtades las definía el origen étnico.

A la identidad la definía, sobre todo, el origen étnico y las naciones estado lo reflejaban.

En la era de la globalización hemos avanzado.

La llamo la era de la ciudadanía, en la que las personas pueden tener orígenes multiétnicos o multirraciales pero son ciudadanos iguales ante un Estado, ya seas italo- o irlando-estadounidense o británico de origen pakistaní.

Pero creo que estamos entrando en una nueva era, la era que el New York Times apodó hace poco como la «era del comportamiento».

Yo la defino como un periodo de tiempo de lealtades transnacionales en el que la identidad se define, sobre todo, por ideas y discursos.

Y estas ideas y discursos que sacuden a gente en todos lados cada vez afectan más su modo de actuar y comportarse.

No todo es positivo, ya que creo que, al igual que el amor, el odio también se ha hecho global.

Además creo que aquellos que de verdad han sacado provecho de esta era del comportamiento hasta hace poco, hasta ahora mismo, hasta hace 6 meses, aquellos que más se han beneficiado de la era del comportamiento, de las lealtades transnacionales, que han aprovechado el activismo virtual y otras tecnologías sin fronteras, aquellos que más se han beneficiado han sido los extremistas.

Me gustaría hablar un poco más sobre esto.

Cuando observamos a los islamistas, o al fenómeno de los fascistas de extrema derecha, algo que han hecho muy bien, algo en lo que de verdad han sobresalido ha sido en la comunicación más allá de las fronteras, en el uso de las tecnologías para organizarse y extender su mensaje para crear un fenómeno global.

Yo debería saberlo ya que estuve 13 años de mi vida metido en una organización islamista radical.

Y era una persona clave en la propagación de ideas entre países.

Y presencié el ascenso del extremismo islámico como algo diferente de la fe islámica, y la manera en la que influyó en mis correligionarios alrededor del mundo.

Y mi historia, mi historia personal, es un verdadero ejemplo de esta era del comportamiento sobre la que les hablo.

Era…

de hecho, soy, un chico de Essex, nacido y criado en Essex, en el Reino Unido.

Cualquiera que sea de Inglaterra sabe la reputación que tenemos los de allí.

Pero habiendo nacido en Essex, a los 16 me metí en una organización.

A los 17, reclutaba a estudiantes de la Universidad de Cambridge para esta organización.

A los 19 estaba en la jefatura nacional del Reino Unido.

A los 21 estaba estableciendo la organización en Pakistán.

A los 22, la estaba cofundando en Dinamarca.

Y a los 24 me encontré en la cárcel en Egipto; estaba en la lista negra de 3 países por haber intentado derrocar sus gobiernos, me torturaron en las cárceles egipcias y me condenaron a 5 años como prisionero de conciencia.

Este viaje, lo que me llevó de Essex a recorrer el mundo…

de hecho, siempre nos reíamos de los activistas democráticos.

Para nosotros eran de la edad de piedra, estaban desfasados.

Aprendí a usar el e-mail en la organización radical en la que estaba.

Aprendí a comunicarme internacionalmente sin ser detectado.

Al final, claro, me detectaron en Egipto.

Pero aprendí a valerme de la tecnología porque pertenecía a una organización extremista que debía pensar más allá de los límites de la nación-estado.

La era del comportamiento: donde las ideas y los discursos cada vez definían más el comportamiento, la identidad y las filiaciones.

Como les he dicho, observábamos el status quo y nos reíamos de él.

Y no solo lo hicimos los extremistas islámicos.

Con solo mirar a su alrededor, el estado de ánimo de Europa últimamente o el fascismo de extrema derecha que está en auge.

Cierta retórica antislámica también está en auge y es transnacional.

Y las consecuencias que esto tiene es que afecta al clima político europeo.

Lo que ocurre es que lo que antes eran provincialismos localizados, extremistas individuales o pequeños grupos aislados unos de otros, se han interconectado de manera global y, por tanto, se han convertido en corrientes dominantes.

Porque Internet y otras tecnologías de comunicación los han conectado alrededor del mundo.

Si observamos el fascismo de extrema derecha en Europa, últimamente veremos que hay cosas que han afectado las políticas nacionales aunque el fenómeno sea transnacional.

En algunos países se han prohibido los minaretes de las mezquitas.

En otros, se va a prohibir el pañuelo.

En otros, la carne kosher y halal van a prohibirse en un santiamén.

Por otra parte, tenemos a los extremistas islámicos globalizados que hacen lo mismo en sus sociedades.

Por lo que vemos provincianismos que se están conectando y que les hace sentirse como una corriente dominante.

Eso nunca hubiera sido posible antes.

Se hubieran sentido aislados, hasta que ciertos tipos de tecnología llegaron y los conectaron de forma que empezaron a sentirse parte de un fenómeno a gran escala.

¿Dónde deja eso a los aspirantes democráticos? Me temo que se están quedando bastante atrás.

Y en este punto les pondré un ejemplo: el atentado frustrado de Navidad (N.T.: 2009).

Había un tal Anwar al-Awlaki, ciudadano estadounidense, de etnia yemení, que se escondía en Yemen e inspiró a un nigeriano, hijo del director del banco nacional de Nigeria.

El estudiante nigeriano estudió en Londres, se entrenó en Yemen, tomó un avión en Ámsterdam para atacar a los EE.UU.

Mientras, su padre, el director del banco de Nigeria, que representaba la mentalidad Conservadora, con C mayúscula, avisó a la CIA de que su hijo estaba a punto de atacarles y nadie le hizo caso.

La mentalidad Conservadora, con mayúscula, representada en la nación-estado, que no está todavía en la era del comportamiento, que no ha reconocido el poder de los movimientos sociales transnacionales, se quedó atrás.

Y el terrorista del día de Navidad casi lleva a cabo su ataque en los EE.UU.

De nuevo, la extrema derecha: irónicamente, los nacionalistas xenófobos se están beneficiando de la globalización.

¿Cómo lo consiguen? ¿Y por qué los aspirantes democráticos se quedan atrás? Para eso debemos entender el poder de los movimientos sociales que tienen éxito.

Un movimiento social, en mi opinión, está compuesto de 4 características principales.

Está compuesto de ideas, discursos, símbolos y líderes.

Se lo explicaré con un ejemplo, un ejemplo que todos conocerán: Al-Qaeda.

Si les pidiera que pensaran en las ideas de Al-Qaeda, seguro que se les vendrían a la mente inmediatamente.

Si les pregunto sobre su discurso…

la guerra de Occidente contra el Islam, la necesidad de este de defenderse de aquel…

este discurso se les viene automáticamente a la cabeza.

Por cierto, la diferencia entre las ideas y el discurso: la idea es la causa en la que se cree y el discurso es la forma de vender esa causa, la propaganda, si prefieren, de la causa.

Así que las ideas y el discurso de Al-Qaeda son fáciles de recordar.

Si les preguntara por sus símbolos y sus líderes, también sería muy fácil.

Uno de sus líderes fue asesinado en Pakistán hace poco.

Se acuerdan de estos símbolos y líderes fácilmente.

Ese es el poder de los movimientos sociales.

Son transnacionales y se aglutinan en sus ideas y sus discursos, sus símbolos y sus líderes.

Sin embargo, si les pido que piensen en Pakistán y, en concreto, en los símbolos de sus líderes democráticos, en el Pakistán actual, les costará recordar algo más que, quizá, el asesinato de Benazir Bhutto.

Lo que quiere decir, de hecho, que ese líder ya no existe.

En mi opinión, uno de los problemas es que no existen movimientos sociales globales, de base, liderados por jóvenes, que defiendan la cultura democrática en las sociedades de mayoría musulmana.

En las sociedades de mayoría musulmana no existe el equivalente democrático, no terrorista, de Al-Qaeda.

En la calle no encuentras ni ideas ni discursos ni símbolos ni líderes prodemocráticos.

Esto nos lleva a la siguiente cuestión.

¿Por qué las organizaciones extremistas, tanto las de extrema derecha como las islamistas (entendiendo islamista como aquella versión del Islam que quiere imponerse sobre el resto), por qué son tan eficaces organizándose de manera global mientras que aquellas que defienden la cultura democrática se quedan atrás? Creo que se debe a 4 razones.

La primera, para mí, es la autocomplacencia.

Porque aquellos que defienden la cultura democrática tienen el poder, o están en sociedades poderosas que dirigen la globalización, en países fuertes.

Y esa autocomplacencia significa que no sienten la necesidad de defender esas ideas.

La segunda razón, creo, es la corrección política.

Dudamos a la hora de propugnar la universalidad de la cultura democrática porque lo asociamos…

asociamos la universalidad de nuestros valores con el extremismo.

Sin embargo, siempre que hablamos de derechos humanos afirmamos que son derechos universales.

Pero la idea de propugnar un punto de vista se asocia al neoconservadurismo o al extremismo islámico.

El ir diciendo por ahí que la cultura democrática es la mejor forma de organización política que tenemos se asocia con el extremismo.

Y la tercera es que la democracia en las sociedades de mayoría musulmana se ha convertido en una opción política más, lo que significa que en estas sociedades algunos partidos piden que se les vote como el partido democrático, mientras otros piden que se les vote como el partido militar, porque quieren instaurar una dictadura militar.

Y un tercer partido pide que se le vote porque instaurarán una teocracia.

La democracia es simplemente una opción más entre muchas otras formas de gobierno en estas sociedades.

El resultado de esto es que, cuando estos partidos salen elegidos e, inevitablemente, fracasan, o cometen errores políticos, se acusa a la democracia de estos errores.

La gente dice: «Hemos probado la democracia, pero no funciona.

Volvamos a un régimen militar».

Y la cuarta, creo, es lo que he catalogado como la ideología de la resistencia, lo que significa que si hoy en día la superpotencia mundial fuera un país comunista, sería mucho más fácil para los activistas democráticos utilizar la democracia como una forma de resistencia anticolonialista, más fácil que hoy en día con EE.UU.

a la cabeza que ocupa tierras y propugna los ideales democráticos.

Estas son las 4 razones que hacen tan difícil la expansión de la democracia como una opción cívica y no solo como una opción política.

Cuando hablamos de estas razones, rompamos algunos prejuicios.

¿Son solo lamentos? ¿Es solo falta de educación? Estadísticamente, la mayoría de los que se unen a organizaciones radicales tienen buena educación.

Estadísticamente, su educación está normalmente por encima de la media del mundo occidental.

Por ejemplo, valga decir que si la pobreza fuera el único factor…

en fin, Bin Laden pertenece a una de las familias más ricas de Arabia Saudita.

Su mano derecha, Aymán al-Zawahirí, era pediatra, no exactamente un iletrado.

La ayuda internacional y el desarrollo llevan muchos años funcionando pero el extremismo, en muchas de estas sociedades, está en alza.

Y lo que yo creo que falta es un verdadero activismo de base, en la calle, además de la ayuda internacional, además de la educación, además de la sanidad.

Extender una verdadera reivindicación democrática entre las masas como algo complementario pero no independiente.

Y aquí es donde creo que el neoconservadurismo lo ha entendido mal.

El neoconservadurismo apoya la idea de que es mejor imponer los valores democráticos de arriba hacia abajo, imponiendo la oferta a los consumidores.

Mientras que los islamistas y las organizaciones de extrema derecha llevan décadas alimentando el apoyo a sus ideologías entre las bases.

Han fomentado la reivindicación cívica de sus valores entre las bases y vemos como estas sociedades, lentamente, se transforman en sociedades que demandan algún tipo de islamismo.

Tras las revueltas árabes, los movimientos de masas en Pakistán que se han llevado a cabo para reclamar algún tipo de teocracia, no han sido revueltas democráticas.

Llevan desde antes de la partición promoviendo el apoyo hacia su ideología entre las masas.

Y lo que necesitamos es un verdadero movimiento transnacional liderado por jóvenes que propugnen activamente la cultura democrática, que por supuesto no es solo elecciones.

Ya que sin libertad de expresión no puede haber elecciones libres y justas.

Sin derechos humanos, la protección durante la campaña no está asegurada.

Sin libertad de pensamiento nadie tiene el derecho a unirse a organizaciones.

Lo que se necesita son organizaciones de base que propugnen la cultura democrática en sí misma con el objetivo de crear una demanda de esta cultura.

Así conseguiríamos evitar el problema del que hablaba antes, la situación actual en la que algunos partidos presentan la democracia en estas sociedades como una opción más entre otras, como la teocracia o un régimen militar.

Mientras que si promovemos la democracia en la esfera cívica, más que en la esfera política, en un nivel por encima de esta…

mediante movimientos que no sean partidos, sino que busquen la creación de esta demanda cívica de una cultura democrática lo que conseguiremos es lo que ven en esta diapositiva: el ideal en el que los ciudadanos voten en una democracia y no por la democracia.

Pero para llegar al punto en el que la democracia establezca la estructura y las opciones políticas de esa sociedad que no serán nunca ni dictaduras teocráticas ni militares…

es decir, votar en una democracia, en una democracia establecida, en la que la democracia no es simplemente una opción más.

Para llegar a ese punto tenemos que empezar a preparar la demanda de la sociedad desde la base.

Para concluir, ¿cómo lo conseguimos? Bien, Egipto es una buena referencia.

Las revueltas árabes demuestran que esto está empezando a suceder.

Lo ocurrido con las revueltas árabes y en especial en Egipto ha sido muy catártico para mí.

Lo que pasó es que una coalición política se unió con un objetivo político: derribar al líder político.

Necesitamos seguir avanzando.

Debemos encontrar la manera de ayudarles a transformar las coaliciones políticas con poca base en coaliciones cívicas que trabajen por el ideal y el discurso democráticos desde abajo.

No es suficiente con derrocar a un líder o a un dictador.

Eso solo no garantiza que lo próximo será una sociedad de valores democráticos.

Y, en general, las tendencias que empiezan en Egipto históricamente se han difundido por la región MENA (Oriente Próximo y Norte de África).

El socialismo árabe empezó en Egipto y se extendió por toda la región.

En los 80 y 90 fue el islamismo el que empezó y también se extendió por toda la región.

Y nuestra aspiración actual es que…

lo que la juventud árabe está demostrando es que se están redefiniendo, que están dispuestos a morir no solo por el terrorismo, que existe la posibilidad de construir una cultura democrática en la región que se extienda al resto de los países vecinos.

Pero para eso necesitamos ayudarles a transformar unas coaliciones meramente políticas en movimientos sociales de base que propugnen la cultura democrática.

Nosotros hemos empezado algo parecido en Pakistán, con un movimiento llamado Khudi con el que tratamos de animar a la juventud a crear un verdadero apoyo de la cultura democrática.

Y con esto me gustaría terminar.

Mi tiempo se acaba, gracias por escucharme.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/maajid_nawaz_a_global_culture_to_fight_extremism/

 

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