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Shimon Schocken y sus paseos de la esperanza – Charla TEDxTelAviv 2010

Charla «Shimon Schocken y sus paseos de la esperanza» de TEDxTelAviv 2010 en español.

El profesor de ciencias de la computación Shimon Schocken es también un ávido ciclista de montaña. Para compartir las lecciones de vida que aprendió pedaleando, comenzó un programa al aire libre con los reclusos menores de Israel y quedó muy conmovido tanto por la adversidad de las dificultades como por los éxitos rotundos obtenidos.

  • Autor/a de la charla: Shimon Schocken
  • Fecha de grabación: 2010-04-29
  • Fecha de publicación: 2010-11-17
  • Duración de «Shimon Schocken y sus paseos de la esperanza»: 946 segundos

 

Traducción de «Shimon Schocken y sus paseos de la esperanza» en español.

El ciclismo de montaña en Israel es algo que practico con gran placer y compromiso.

Cuando estoy en mi bicicleta siento que conecto con la belleza profunda de Israel, y siento que estoy unido a la historia de este país y a la ley bíblica.

Y para mí también ir en bicicleta es una cuestión de poder.

Cuando alcanzo la cima de una montaña empinada en medio de la nada, me siento joven, invencible, eterno.

Es como si conectara con algún legado, o con alguna energía mucho más grande que yo.

Pueden ver a los compañeros ciclistas al fondo de la foto, mirándome con cierta preocupación.

Y aquí hay otra foto de ellos.

Por desgracia, no puedo mostrar sus caras, ni revelar sus verdaderos nombres, porque mis compañeros ciclistas son reclusos menores de edad, delincuentes, que están en un correccional a unos 20 minutos de aquí.

Bueno, como todo en Israel.

He estado pedalendo con estos niños una vez por semana, todos los martes, llueva o haga sol, durante los últimos 4 años.

Y ahora, se han vuelto una parte muy importante de mi vida.

Este historia empieza hace 4 años.

El correccional donde están encerrados está justo en medio de uno de mis recorridos habituales, rodeado de alambres de púas, de puertas eléctricas y guardias armados.

Así que uno de estos recorridos, hablé para entrar al recinto y fui a ver al director.

Y le dije al director que quería crear un club de ciclismo de montaña en este lugar y que, básicamente, quería llevar a los niños desde aquí hasta allí.

Y le dije: «Encontremos una manera en la que pueda sacar a 10 niños una vez por semana a andar en bici por el país en verano».

Esto le causó mucha gracia y me dijo que pensaba que yo estaba loco.

Me dijo: «Esto es un correccional.

Estos chicos son delincuentes graves.

Se supone que tienen que estar encerrados.

Se supone que no deben estar fuera».

Sin embargo, comenzamos a hablar del tema y una cosa llevó a la otra.

Y no me veo yendo a una prisión de Nueva Jersey a hacer tal proposición, pero siendo esto Israel, el director de alguna forma lo hizo posible.

Así, dos meses después nos encontramos al aire libre…

yo mismo, 10 jóvenes reclusos y un hombre maravilloso llamado Russ, que se convirtió en un muy buen amigo y mi socio en este proyecto.

Y en las semanas siguientes tuve el enorme placer de poner ante estos niños el mundo de la libertad total, un mundo de vistas magníficas como éstas…

Todo lo que ven aquí obviamente está en Israel…

así como los encuentros cercanos con todo tipo de pequeños animales, de todo tipo de tamaños, colores, figuras, formas, etc., etc.

.

A pesar de todo este esplendor el principio fue muy frustrante.

Cada pequeño obstáculo, cada leve cuesta, hacía que estos compañeros se detuvieran y se dieran por vencidos.

Así que esto nos pasó bastante.

Descubrí que lo pasaban muy mal enfrentándose a la frustración y las dificultades, no porque no estuviesen en forma.

Pero esa era una razón por la que terminaron donde estaban.

Y me ponía cada vez más nervioso porque estaba allí no sólo para estar con ellos sino también para pedalear y formar un equipo.

Y no sabía qué hacer.

Déjenme que les dé un ejemplo.

Vamos cuesta abajo en un terreno pedregoso, y la rueda delantera de Alex queda atrapada en una de estas grietas.

Así que se estrella, y queda levemente herido, pero esto no le impide saltar y empezar a saltar sobre su bicicleta y maldecir violentamente.

Luego arroja su casco por el aire.

Su mochila sale disparada en alguna otra dirección.

Y después corre hasta el árbol más cercano y empieza a romper ramas y tirar piedras y a maldecir como nunca había oído.

Yo estoy allí parado mirando la escena con una total incredulidad, sin saber qué hacer.

Estoy acostumbrado a los algoritmos y a las estructuras de datos y a estudiantes súper motivados pero nada en mi pasado me preparó para enfrentarme a un adolescente furioso y violento en medio de la nada.

Y hay que darse cuenta de que estos incidentes no suceden en lugares convenientes.

Suceden en lugares como este en el Desierto de Judea, a 20 km de la carretera más cercana.

Y lo que no ven en esta foto es que en algún lugar entre estos ciclistas, hay un adolescente sentado en una roca, diciendo: «No me muevo de aquí.

Olvídenlo.

Ya tuve demasiado».

Bueno, eso es un problema porque de una u otra forma hay que hacer que este chico se mueva dado que pronto oscurecerá y será peligroso.

Pasaron varios de estos incidentes hasta que me di cuenta qué tenía que hacer.

Al principio era un desastre.

Intenté con palabras duras y amenazas y no llegué a ningún lado.

Eso es lo que tuvieron todas sus vidas.

Y en algún momento descubrí que cuando a un niño de estos le da un ataque, lo mejor que uno puede hacer es quedarse lo más cerca posible del niño, algo difícil, porque uno realmente quiere irse de ahí.

Pero eso es lo que había tenido toda su vida gente que se iba de su lado.

Así que uno tiene que quedarse cerca, tratar de llegar, acariciar su hombro o darle chocolate.

Yo le decía: «Alex, sé que es terriblemente difícil.

¿Por qué no descansas unos minutos y después sigues?

» Y él: «Vete loco, psicópata.

¿Por qué nos traes a este maldito lugar?

» Y yo: «Cálmate, Alex.

Aquí tienes chocolate».

Y Alex lo devoraba.

Porque tienen que entender que en estos paseos tenemos hambre constantemente y después de los paseos también.

¿Y quién es este chico, Alex, para empezar?

Él tiene 17 años.

A los 8 años alguien lo puso en un bote en Odessa y lo envió a Israel a su suerte.

Y terminó en el sur de Tel Aviv y no tuvo la buena suerte de ser auxiliado por [poco claro] y vagó por las calles y se convirtió en un pandillero destacado.

Y pasó los últimos 10 años de su vida en dos lugares sólo…

los barrios bajos y la prisión estatal, donde pasó los últimos 2 años antes de terminar sentado en esa piedra de allí.

Así que este niño fue probablemente abusado, abandonado, ignorado, traicionado, por casi todos los adultos en su camino.

Para un niño así cuando un adulto a quien aprende a respetar se queda a su lado y no se aleja de él en cualquier situación, sin importar cómo se comporte, es una experiencia de sanación tremenda.

Es un acto de aceptación incondicional, algo que él nunca tuvo.

Quiero decir algunas palabras sobre la visión.

Cuando creé este programa hace 4 años, tuve este plan original de crear un equipo de desvalidos triunfantes.

Tenía la imagen de Lance Armstrong en mi mente.

Y me llevó exactamente 2 meses de total frustración darme cuenta de que esta visión estaba fuera de lugar, y que había otra visión mucho más importante y disponible más fácilmente.

Repentinamente caí en la cuenta en este proyecto que el propósito de estos paseos debería ser en realidad exponer a los niños a una sola cosa: el amor, amor al país, a las subidas y a las bajadas, a todas las criaturas increíbles que nos rodean…

los animales, las plantas, los insectos; amor y respeto a los otros compañeros del equipo, del equipo de ciclismo, y, más importante aún, amor y respeto a uno mismo, algo que a ellos les hace mucha falta.

Junto con los niños yo también experimenté una transformación notable.

Vengo de un mundo encarnizado de ciencia y alta tecnología.

Yo solía pensar que la razón y la lógica y el vigor implacable eran la única manera de hacer que las cosas sucedan.

Y antes de trabajar con los niños todo lo que hacía con ellos, o todo lo que hacía conmigo mismo, se suponía que era perfecto, ideal, óptimo.

Pero después de trabajar con ellos algún tiempo, descubrí las grandes virtudes de la empatía y la flexibilidad y de poder empezar con alguna visión y si la visión no funciona, bueno, no pasa nada.

Todo lo que hay que hacer es jugar con ella, hacer unos cambios, y llegar a algo que ayude, que funcione.

Así que ahora siento que estos son mis principios, y si no les gustan, tengo otros.


(Risas)

(Aplausos)
Y uno de estos principios es el enfoque.

Antes de cada paseo nos sentamos con los niños y les damos una palabra para pensar durante el paseo.

Uno tiene que centrar su atención en algo porque suceden muchas cosas.

Son palabras como trabajo en equipo o resistencia o incluso conceptos complicados como asignación de recursos o perspectiva, palabra que no comprenden.

La perspectiva es una de esas estrategias de crucial importancia en la vida que el ciclismo de montaña puede enseñarnos.

Le digo a los niños cuando luchan cuesta arriba, y sienten que no dan más, que ayuda mucho hacer caso omiso de los obstáculos inmediatos y levantar la cabeza y mirar alrededor y ver cómo crece la vista alrededor.

Eso literalmente te empuja hacia arriba.

De eso trata la perspectiva.

O uno puede retroceder en el tiempo y darse cuenta que ya conquistó montañas más empinadas antes.

De ese modo desarrollan la autoestima.

Déjenme que les dé un ejemplo de su funcionamiento.

Uno está con su bicicleta a principios de febrero.

Hace mucho frío, y es uno de esos días de lluvia, está lloviznando, hace frío y uno está en, digamos, Yokneam.

Uno mira al cielo, a través de las nubes, y ve el monasterio en la parte superior de la Muhraka…

ahí es donde se supone que tenemos que subir ahora y dice: «No hay manera de que pueda llegar allí».

Y, sin embargo, 2 horas más tarde uno se encuentra de pie en el techo de este monasterio, manchado de barro, sangre y sudor.

Y mira hacia abajo en Yokneam, todo es tan pequeño y diminuto.

Y dice: ‘Oye Alex, mira el estacionamiento donde empezamos.

Es tan grande.

No puedo creer que lo hice.

Y ese es el momento en que uno empieza a quererse a sí mismo.

Y así hablamos de estas palabras especiales que enseñamos.

Al final de cada recorrido nos sentamos a compartir momentos en los que surgen estas palabras especiales del día y marcan una diferencia.

Estas discusiones pueden ser muy inspiradoras.

En una de ellas uno de los niños dijo: «Cuando estábamos recorriendo esta montaña con vista al Mar Muerto, y él hablaba de este lugar de aquí, recordé el día en que dejé mi aldea en Etiopía y me fui junto con mi hermano.

Caminamos 120 km hasta que llegamos a Sudán.

Este fue el primer lugar donde tuvimos un poco de agua y suministros».

Y continúa hablando y todos lo miran como un héroe, quizá por primera vez en su vida.

Y dice…

porque tengo también voluntarios que me acompañan, adultos, que se sientan allí y lo escuchan.

Y dice: «Y esto fue sólo el comienzo de nuestro calvario hasta que terminamos en Israel.

«Y sólo ahora», dice, «empiezo a entender dónde estoy y realmente me gusta».

Recuerdo que cuando lo dijo sentí escalofríos en mi cuerpo, porque lo dijo mirando a las montañas de Moab, ahí en el fondo.

Ahí es donde descendió Josué y cruzó el Jordán y condujo al pueblo de Israel a la tierra de Canaán, hace 3.000 años en el tramo final del periplo africano.

Por eso la perspectiva, el contexto y la historia juegan un papel clave en la forma en que planeo mis viajes con los niños.

Visitamos Kibutzim, establecido por supervivientes del Holocausto.

Exploramos ruinas de aldeas palestinas, y discutimos cómo se convirtieron en ruinas.

Y pasamos por una serie de restos de asentamientos judíos, asentamientos nabáticos, asentamientos canaaneos, de 3, 4 ó 5 mil años.

Y mediante este tapiz, que es la historia de este país, los niños adquieren el que quizá sea el valor más importante de la educación y es el hecho de entender que la vida es compleja y que no hay blanco y negro.

Y al apreciar la complejidad, se vuelven más tolerantes, y la tolerancia conduce a la esperanza.

Pedaleo con estos niños una vez por semana, cada martes.

Aquí hay una foto que tomé el martes pasado, hace menos de una semana, y mañana salimos también.

En cada uno de estos paseos siempre termino en alguno de estos lugares increíbles capturando este paisaje increíble que me rodea.

Y me siento dichoso y afortunado de estar vivo y de sentir cada fibra de mi cuerpo dolorido.

Y me siento dichoso y afortunado de, hace 15 años, haber tenido el valor de renunciar a la titularidad en la Universidad de NY y regresar a mi patria en la que puedo hacer estos paseos increíbles con este grupo de niños con problemas que vienen de Etiopía Marruecos y Rusia.

Y me siento dichoso y afortunado de que cada semana, cada martes, y en verdad cada viernes también, puedo celebrar una vez más desde lo más profundo de mi ser la esencia misma de vivir al límite en Israel.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/shimon_schocken_what_a_bike_ride_can_teach_you/

 

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