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Annie Murphy Paul: lo que aprendemos antes de nacer – Charla TEDGlobal 2011

Charla «Annie Murphy Paul: lo que aprendemos antes de nacer» de TEDGlobal 2011 en español.

Consulta: ¿Cuándo comienza el aprendizaje? Respuesta: Antes de nacer. La escritora científica Annie Murphy Paul habla de una nueva investigación que demuestra lo mucho que aprendemos en el útero -desde la impronta de nuestra lengua nativa hasta los que pronto se convertirán en nuestros alimentos favoritos.

  • Autor/a de la charla: Annie Murphy Paul
  • Fecha de grabación: 2011-07-12
  • Fecha de publicación: 2011-11-29
  • Duración de «Annie Murphy Paul: lo que aprendemos antes de nacer»: 1006 segundos

 

Traducción de «Annie Murphy Paul: lo que aprendemos antes de nacer» en español.

Hoy el tema es el aprendizaje.

Por eso quiero plantearles una pregunta.

¿Preparados? ¿Cuándo empieza el aprendizaje? Mientras lo analizan quizá piensan en el primer día de preescolar o en el jardín infantil, la primera vez que los niños están frente a un maestro.

O tal vez recuerdan la etapa deambuladora en la que los niños aprenden a caminar y hablar y a usar el tenedor.

Quizá se toparon con el movimiento Cero A Tres que afirma que los años más importantes para el aprendizaje son los primeros.

Entonces la respuesta a mi pregunta sería: el aprendizaje empieza al nacer.

Bueno, hoy quiero presentarles una idea que quizá sorprenda, e incluso parezca inverosímil, pero que se apoya en la evidencia más reciente de la psicología y la biología.

Y es que el aprendizaje más importante ocurre antes de nacer, mientras estamos en el vientre.

Soy periodista científica.

Escribo libros y artículos de revistas.

También soy madre.

Y esos dos roles confluyeron en un libro que escribí llamado «Orígenes».

«Orígenes» es un informe desde la vanguardia de todo un nuevo campo llamado orígenes fetales.

Los orígenes fetales son una nueva disciplina que surgió hace unas dos décadas y se basa en la teoría de que la salud y el bienestar de la vida depende de manera decisiva de los nueve meses que pasamos en el vientre.

Esta teoría despertó en mí un interés más que intelectual.

Yo estaba embarazada en el momento de investigar para el libro.

Y una de las ideas más fascinantes que extraje de este trabajo es que estamos aprendiendo sobre el mundo incluso antes de nacer.

Cuando tenemos a nuestros bebés por primera vez podríamos imaginar que son como pizarras en blanco, sin marcas de la vida, cuando, de hecho, ya les hemos formado y por el mundo particular en el que vivimos.

Hoy quiero compartir con Uds.

algunas de las maravillas que están descubriendo los científicos sobre el aprendizaje de los fetos en el vientre materno.

En primer lugar, aprenden el sonido de la voz materna.

Dado que los sonidos del mundo exterior tienen que atravesar el tejido abdominal de la madre y el líquido amniótico que rodea al feto, las voces que el feto empieza a oír a partir del cuarto mes de gestación son silenciadas, apagadas.

Hay investigaciones que dicen que quizá suenen como la voz de la maestra de Charlie Brown en las viejas animaciones «Peanuts».

Pero la voz de la embarazada retumba por su cuerpo, y llega al feto con más facilidad.

Y dado que el feto está con ella todo el tiempo escucha mucho su voz.

Al nacer, el bebé reconoce la voz de la mamá y prefiere escuchar esa voz que cualquier otra.

¿Cómo podemos saberlo? Los recién nacidos no hacen mucho pero sí son buenos para succionar.

Aprovechando esto, los investigadores prepararon dos tetinas y así, si el bebé succiona una oye una grabación de la voz de su mamá en unos auriculares y si succiona la otra oye la voz de una extraña.

Los bebés rápidamente muestran su preferencia eligiendo la primera.

Los científicos también aprovechan que los bebés succionan más lentamente cuando algo les interesa y más rápidamente cuando se aburren.

Así descubrieron que si las mujeres leían repetidamente en voz alta un fragmento de ‘El gato en el sombrero’ del Dr.

Seuss, durante el embarazo, los recién nacidos reconocían ese fragmento al oírlo fuera del vientre.

De éstos, mi experimento favorito es el que muestra que los bebés de mujeres que miraron cierta telenovela diariamente durante el embarazo reconocían la misma canción del programa tras nacer.

Los fetos aprenden el idioma particular que se habla en el mundo en el que nacerán.

Un estudio publicado el año pasado reveló que al nacer, desde el nacimiento, los bebés lloran en el acento de su lengua materna.

Los bebés franceses lloran en nota creciente mientras que los alemanes lloran en nota decreciente, imitando los contornos melódicos de sus idiomas.

¿Para qué sirve este aprendizaje fetal? Quizá para ayudar a la supervivencia del bebé.

Desde el nacimiento, el bebé responde más a la voz de la persona que es más probable que lo cuide: su madre.

Incluso su llanto se adapta a la lengua materna para hacerse querer más por la madre, algo que puede darle al bebé un buen comienzo en la tarea crítica de aprender a entender y hablar su lengua materna.

Pero los fetos en el útero no sólo aprenden sonidos, sino también sabores y olores.

A los siete meses de gestación las papilas gustativas del feto están desarrolladas y los receptores olfativos, que les permiten oler, ya funcionan.

Los sabores del alimento que comen las embarazadas fluyen por el líquido amniótico y son ingeridos continuamente por el feto.

Los bebés parecen recordar y prefieren estos sabores cuando están fuera del vientre.

En un experimento, se pidió a un grupo de embarazadas que bebieran mucho jugo de zanahoria durante el tercer trimestre del embarazo mientras que otro grupo de embarazadas sólo bebió agua.

Seis meses después a los bebés se les dio cereales con jugo de zanahoria y se observaron sus expresiones faciales al comer.

Los bebés de las mujeres que bebieron jugo de zanahoria comieron más cereal con sabor de zanahorias y de acuerdo a sus caras parecían disfrutarlo más.

En una versión francesa de este experimento llevado a cabo en Dijon los investigadores hallaron que las madres que consumieron alimentos y bebidas con sabor a anís durante el embarazo preferían el anís en su primer día de vida y, de nuevo, al probarlo después en su cuarto día de vida.

Los bebés cuyas madres no comieron anís durante el embarazo reaccionaron como diciendo «¡puaj!».

Esto significa que los fetos aprenden de sus madres qué cosas pueden comer con seguridad.

Los fetos también aprenden sobre la cultura a la que pertenecerán a través de una de las expresiones culturales más potentes que es la comida.

Aprenden sobre las especias y sabores característicos de la cocina de su cultura incluso antes de nacer.

Y resulta que los fetos aprenden lecciones aún más grandes.

Pero antes de hablar de eso quiero abordar un tema que quizá se estén preguntando.

La idea del aprendizaje fetal quizá dé lugar a que intenten estimular al feto con música de Mozart, por ejemplo, en el vientre materno.

Pero, en realidad, el proceso de nueve meses de formación que ocurre en el vientre es mucho más visceral e importante que eso.

Gran parte de lo que la embarazada encuentra en su vida cotidiana: el aire que respira, los alimentos y bebidas que consume, los químicos a los que se expone, incluso las emociones que siente, todo eso comparte en cierta forma con su feto.

Todo constituye una mezcla de influencias tan singulares e idiosincráticas como la mujer misma.

El feto recibe esto en su cuerpo, lo incorpora a su carne y a su sangre.

Y a veces hace algo más.

Trata a estas contribuciones maternas como información, como lo que denomino «postales biológicas» del mundo exterior.

El feto en el útero no aprende «La flauta mágica» de Mozart sino respuestas a preguntas mucho más críticas para su supervivencia.

¿Nacerá en un mundo de abundancia o de escasez? ¿Estará a salvo y protegido o se enfrentará a constantes peligros y amenazas? ¿Vivirá una vida larga y fructífera o una corta y de hostigación? La dieta de la embarazada y el nivel de estrés en particular son señales importantes de las condiciones reinantes; casi como un dedo alzado al viento.

Los ajustes y adaptaciones resultantes en el cerebro del feto y en otros órganos constituyen la enorme flexibilidad de los seres humanos para prosperar en una gran variedad de entornos que van del campo a la ciudad y de la tundra al desierto.

Para cerrar, quisiera contarles dos historias de cómo las madres le enseñan a sus hijos sobre el mundo aún antes de nacer.

En el otoño de 1944, los días más oscuros de la Segunda Guerra Mundial, las tropas alemanas bloquearon el oeste de Holanda, impidiendo el envío de alimentos.

La apertura del asedio nazi fue seguida por uno de los inviernos más duros en décadas, por eso el agua de los canales se congeló.

Pronto la comida empezó a escasear, muchos holandeses sobrevivían con 500 calorías al día, un cuarto de lo que consumían antes de la guerra.

A medida que las semanas de privación se hicieron meses algunos optaron por comer bulbos de tulipán.

A principios de mayo las reservas de alimento, muy bien racionadas, se agotaron por completo.

El fantasma de la hambruna masiva era una amenaza.

Y luego, el 5 de mayo de 1945 el asedio tuvo un final repentino con la liberación de Holanda por los Aliados.

El «Invierno del Hambre», como se lo conoció, mató a unas 10.000 personas y debilitó otras miles.

Pero hubo otra población afectada, los 40.000 fetos por nacer durante el asedio.

Algunos efectos de la malnutrición durante el embarazo fueron evidentes de inmediato con tasas más altas de niños nacidos muertos, defectos congénitos, bajo peso al nacer, y la mortalidad infantil.

Pero otros efectos no se descubrirían durante muchos años.

Décadas después del «Invierno del Hambre» los investigadores documentaron que las personas cuyas madres estaban embarazadas durante el asedio eran más obesas, tenían más diabetes y más enfermedades cardíacas en la vida que las personas gestadas en condiciones normales.

Estas experiencias prenatales de hambre parecen haber cambiado sus cuerpos de muchísimas maneras.

Tienen presión sanguínea más elevada, peores perfiles de colesterol y baja tolerancia a la glucosa, un precursor de la diabetes.

¿Por qué la malnutrición en el útero resultaría en una enfermedad más tarde? Una explicación es que los fetos hacen lo mejor que pueden en situaciones malas.

Cuando escasea la comida desvían los nutrientes hacia el órgano crítico, el cerebro, quitándoselo a otros órganos como el corazón y el hígado.

Esto mantiene vivo al feto a corto plazo pero el costo se paga más tarde en la vida cuando los otros órganos, privados al principio, se tornan más susceptibles a enfermedades.

Pero quizá no ocurre sólo esto.

Parece que los fetos reciben señales del entorno intrauterino y adaptan su fisiología en consecuencia.

Se preparan para el tipo de mundo que encontrarán al otro lado del vientre.

El feto ajusta su metabolismo y otros procesos fisiológicos en previsión del entorno que le espera.

Y la base de la predicción del feto es lo que come su madre.

Las comidas de la embarazada conforman una suerte de historia, un cuento de hadas de la abundancia o una crónica sombría de la privación.

Con esta información el feto organiza su cuerpo y sus sistemas; una adaptación a las circunstancias reinantes que facilita su supervivencia futura.

Frente a recursos muy limitados, un niño de menor tamaño con menos requisitos de energía de hecho tendrá una mejor oportunidad de llegar a la edad adulta.

El verdadero problema es cuando las embarazadas son narradoras poco confiables, cuando los fetos esperan un mundo de escasez y nacen en un mundo de abundancia.

Eso es lo que les pasó a los niños holandeses del «Invierno del Hambre».

El resultado son las altas tasas de obesidad, diabetes, y enfermedades cardíacas.

Los cuerpos construidos para aferrarse hasta la última caloría se encontraron sumergidos en las calorías superfluas de la dieta occidental de posguerra.

El mundo que habían percibido en el útero no era el mismo que el mundo en el que nacieron.

Esta es otra historia.

A las 8:46 del 11 de septiembre de 2001 había decenas de miles de personas en las inmediaciones del World Trade Center de Nueva York; pasajeros que salían de los trenes, camareras que preparaban mesas para la hora pico, corredores bursátiles al teléfono en Wall Street.

Había 1.700 embarazadas entre estas personas.

Cuando los aviones impactaron y se derrumbaron las torres, muchas de estas embarazadas experimentaron el horror infligido a otros supervivientes de catástrofes: el caos y la confusión abrumadores, las nubes arrolladoras de polvo y desechos potencialmente tóxicos, el miedo aterrador de morir.

Un año después del 11-S los investigadores examinaron a un grupo de mujeres que estaban embarazadas en el momento del ataque al World Trade Center.

En los bebés de esas mujeres que tuvieron trastorno de estrés post-traumático, tras su terrible experiencia, los investigadores descubrieron marcadores biológicos de susceptibilidad al estrés; un efecto que se acentuó más en los bebés cuyas madres experimentaron la catástrofe en su tercer trimestre.

En otras palabras, las madres con el síndrome de estrés post-traumático le pasaron la vulnerabilidad a la enfermedad a sus hijos cuando todavía estaban en el útero.

Ahora consideremos lo siguiente: el síndrome de estrés post-traumático parece una reacción excesiva al estrés que provoca a sus víctimas un tremendo sufrimiento innecesario.

Pero hay otra manera de pensarlo.

Lo que en apariencia es una patología, quizá sea una adaptación útil en algunas circunstancias.

En un entorno particularmente peligroso las manifestaciones del estrés post-traumático, la hiper-conciencia del entorno, responder instantáneamente al peligro- podría salvar la vida de alguien.

La idea de la transmisión prenatal adaptativa del estrés post-traumático sigue siendo especulativa, pero me parece bastante fuerte.

Querría decir que, aún antes de nacer, las madres advierten a sus hijos que afuera hay un mundo hostil y avisan: «Ten cuidado».

Pero, seamos claros.

La investigación de los orígenes fetales no culpa a las mujeres por lo que sucede durante el embarazo.

Se trata de descubrir la forma de promover la salud y el bienestar a la próxima generación.

Este esfuerzo importante debe centrarse en lo que aprende el feto en los nueve meses en el vientre.

El aprendizaje es una de las actividades esenciales de la vida y empieza mucho antes de lo que imaginamos.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/annie_murphy_paul_what_we_learn_before_we_re_born/

 

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