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Leslie T. Chang: Las voces de los obreros de China – Charla TEDGlobal 2012

Charla «Leslie T. Chang: Las voces de los obreros de China» de TEDGlobal 2012 en español.

En el debate actual sobre la globalización, lo que se echa en falta son las voces de los obreros —los millones de personas que migran a fábricas en China y otros países emergentes para hacer productos que se venden en todo el mundo. La reportera Leslie T. Chang buscó mujeres que trabajan en una de las megaciudades en auge de China, y cuenta sus historias.

  • Autor/a de la charla: Leslie T. Chang
  • Fecha de grabación: 2012-06-26
  • Fecha de publicación: 2012-09-12
  • Duración de «Leslie T. Chang: Las voces de los obreros de China»: 865 segundos

 

Traducción de «Leslie T. Chang: Las voces de los obreros de China» en español.

Hola.

Me gustaría hablar un poquito sobre la gente que hace las cosas que usamos todos los días: nuestros zapatos, bolsos, computadores, teléfonos celulares.

Ahora bien, esta es una conversación que a menudo acarrea mucha culpa Imagínense la campesina adolescente que gana menos de un dólar por hora cosiendo nuestras zapatillas para correr o el joven chino que salta desde un tejado después de trabajar horas extraordinarias armando nuestro iPad.

Nosotros, los que nos beneficiamos de la globalización, parecemos explotar a estas víctimas con cada compra que hacemos y la injusticia está incrustada en los mismos productos.

Después de todo,

¿qué hay de malo en un mundo en el que un obrero de una línea de ensamblado de iPhones no pueda ni siquiera darse el lujo de comprar uno?

Se da por sentado que las fábricas chinas son opresoras, y que nuestro deseo de productos baratos es lo que las hace así.

Esta simple narrativa que iguala la demanda occidental con el sufrimiento chino es atrayente, especialmente en un momento en que varios de nosotros ya nos sentimos culpables por nuestro impacto en el mundo, pero también es inexacto e irrespetuoso.

Tenemos que ser particularmente auto-obsesivos para imaginarnos que tenemos el poder de impulsar a decenas de millones de personas en el otro lado del mundo a migrar y sufrir de manera tan terrible.

De hecho, China fabrica productos para mercados en todo el mundo, incluyendo el suyo propio, gracias a una combinación de factores: sus bajos costos, su mano de obra numerosa y cualificada, y un sistema de producción flexible que responde rápidamente a las demandas del mercado.

Al centranos tanto en nosotros mismos y en nuestros aparatos, hemos condenado a los individuos en el otro extremo a la invisibilidad, tan pequeños e intercambiables como las partes de un teléfono celular.

A los obreros chinos no se los fuerza a trabajar en las fábricas debido a nuestro deseo insaciable de iPods.

Eligen dejar sus hogares para ganar dinero, para aprender nuevas habilidades y ver el mundo.

En el debate actual sobre la globalización, lo que ha lo que se echa de menos son las voces de los propios obreros.

Aquí presento algunas.

Bao Yongxiu: «Mi madre me dice que venga a casa y me case, pero si me caso ahora, antes de haberme desarrollado completamente, sólo puedo casarme con un trabajador ordinario así que no tengo prisa.» Chen Ying: «Cuando fui a casa para el año nuevo, todos me dijeron que había cambiado.

Me preguntaron,

¿qué hiciste que has cambiado tanto?

Les dije que estudié y trabajé duro.

Si les dices más, de todas maneras no van a entender».

Wu Chunming: «Incluso si gano un montón de dinero, no voy a estar satisfecha.

Sólo ganar dinero no da suficiente significado a la vida».

Xiao Jin: «Ahora, después de que salgo del trabajo, estudio inglés, porque en el futuro, nuestros clientes no serán sólo chinos, así que tenemos que aprender más idiomas».

Todos estas presentadoras, por cierto, son mujeres jóvenes, de 18 ó 19 años.

Así que pasé dos años conociendo obreros de líneas de ensamblado como estos en una ciudad fábrica del sur de China llamada Dongguan.

Algunos temas salieron una y otra vez: cuánto dinero ganaban, con qué tipo de esposo esperaban casarse, si deberían irse a otra fábrica o quedarse donde estaban.

Otros temas no salieron casi nunca, incluyendo las condiciones de vida que me parecían cercanas a la vida en prisión: 10 ó 15 trabajadores en una habitación, 50 personas compartiendo un único baño, días y noches regidos por el reloj de la fábrica.

Todos los que ellos conocían vivían en circunstancias parecidas, y eso aún era mejor que los dormitorios y casas de la China rural.

Los obreros rara vez hablaban sobre los productos que hacían, y a menudo tenían gran dificultad para explicar qué hacían exactamente.

Cuando le pregunté a Lu Qingmin, la joven que mejor llegué a conocer, qué era exactamente lo que ella hacía en la planta, me dijo algo en chino que sonaba como «qiu xi.» Sólo mucho después, me percaté que decía «QC,» o control de calidad [quality control] Ella ni siquiera podía decirme qué era lo que hacía en la planta.

Lo único que podía hacer era repetir como loro una abreviación confusa en un idioma que ni siquiera entendía.

Karl Marx vio esto como la tragedia del capitalismo, la alienación del obrero por el producto de su trabajo.

A diferencia de, digamos, un zapatero o carpintero tradicional, el obrero de una fábrica industrial no tiene control, ni placer, ni satisfacción real o entendimiento en su propio trabajo.

Pero como tantas teorías a las que llegó Marx sentado en el salón de lectura del Museo Británico, en esta se equivocó.

Sólo porque una persona pase su tiempo haciendo un pedazo de algo, no significa que ella se convierta en eso, en un pedazo de algo.

Lo que hace ella con el dinero que gana, lo que aprende en ese lugar, y cómo eso la cambia, éstas son las cosas que importan.

Lo que una fábrica haga nunca es el punto, y a los obreros no les podría importar menos quién compra sus productos.

La cobertura periodística sobre las fábricas chinas, por otra parte, resalta esta relación entre los obreros y los productos que hacen.

Muchos artículos calculan:

¿Cuánto le tomaría a este obrero trabajar para ganar suficiente dinero para comprar lo que está fabricando?

Por ejemplo, un obrero principiante en una línea de ensamblado en China en una fábrica de iPhones tendría que soltar dos meses y medio de salario por un iPhone.

Pero,

¿qué significa este cálculo, en realidad?

Por ejemplo, recientemente escribí un artículo en la revista The New Yorker, pero no puedo darme el lujo de publicar un anuncio ahí.

Pero,

¿a quién le importa?

No quiero un anuncio en el New Yorker, y la mayoría de estos trabajadores, en realidad, no quieren iPhones.

Sus cálculos son diferentes.

¿Cuánto tiempo debo quedarme en esta fábrica?

¿Cuánto dinero puedo ahorrar?

¿Cuánto tiempo tomará comprar un apartamento o un auto, casarme, o que mi hijo termine la escuela?

Los obreros que llegué a conocer tenían una relación curiosamente abstracta con el producto de su trabajo.

Cerca de un año después de conocer a Lu Qingmin, o Min, me invitó a su casa al pueblo de su familia para el año nuevo chino.

En el tren a casa, me dio un regalo: un monedero de marca Coach con ribete de cuero café.

Le di las gracias, suponiendo que era falso, como casi todo lo demás que se vendía en Dongguan.

Después de llegar a casa, Min le dio a su madre otro regalo: un bolso de mano Dooney & Bourke, y unas noches más tarde, su hermana lucía un bolso LeSportsac marrón.

Poco a poco entendí que estos bolsos se hacían en su fábrica, y que cada uno de ellos era auténtico.

La hermana de Min le dijo a sus padres, «En EE.UU., este bolso se vende por USD 320.» Sus padres, que eran campesinos, se quedaron mirando, mudos.

«Y eso no es todo, Coach está lanzando una nueva línea, 2191,» dijo.

«Un bolso costará 6000.» Hizo una pausa y dijo, «No sé si son 6000 yuanes o USD 6000, pero de todas maneras, son 6000.»
(Risas)
El novio de la hermana de Min, que había viajado a casa con ella para el año nuevo, dijo: «No parece que valga tanto» La hermana de Min se giró hacia él y dijo: «Algunas personas realmente entienden de estas cosas.

Tú no entiendes una mierda.»
(Risas)

(Aplausos)
En el mundo de Min, los bolsos Coach tenían una curiosa moneda.

No es que no valieran nada precisamente, pero no estaban ni cerca del valor real, porque casi nadie que conocieran quería comprar uno, o sabía cuánto valía.

Una vez, cuando la amiga de la hermana mayor de Min se casó, compró un bolso de mano como regalo de bodas.

Otra vez, después de que Min ya se había ido de la fábrica de bolsos, su hermana menor vino de visita, y trajo dos bolsos de mano Coach Signature de regalo.

Miré el bolsillo con cremallera de uno, y encontré una tarjeta impresa en inglés, que decía, «Un clásico estadounidense.

En 1941, la pulida pátina de un guante de baseball hecho en EE.UU.

inspiró al fundador de Coach a crear una nueva colección de bolsos de mano del mismo cuero lujosamente suave usado para guantes.

Seis hábiles talabarteros confeccionaron 12 bolsos de diseño con proporciones perfectas y un estilo eterno.

Eran frescos, funcionales, y las mujeres en todas partes los adoraron.

Un nuevo clásico americano había nacido.» Me pregunto qué habría hecho Karl Marx con Min y sus hermanas.

Su relación con el producto de su trabajo era más complicada, sorprendente y divertida de lo que se podría haber imaginado.

Y aún así, su visión del mundo persiste, y nuestra tendencia a ver a los trabajadores como masas sin rostro, a imaginar que podemos saber qué están pensando realmente.

Cuando conocí a Min ella recién había cumplido los 18 y dejó su primer trabajo en la línea de ensamblado de una fábrica de productos electrónicos.

Durante los siguientes dos años, la vi cambiarse de trabajo cinco veces, finalmente fue a parar a un puesto lucrativo en el departamento de compras de una fábrica de ferretería.

Más tarde, se casó con un trabajador inmigrante como ella, se mudó con él a su pueblo, tuvo dos hijas, y ahorró suficiente dinero para comprar un Buick de segunda mano para ella y un apartamento para sus padres.

Recientemente volvió a Dongguan por su cuenta para aceptar un trabajo en una fábrica que hace grúas de construcción, dejando atrás temporalmente a su esposo e hijas en el pueblo.

En un email reciente, ella me explicaba, «Una persona debería tener algo de ambición cuando es joven para que en la vejez pueda mirar su vida pasada y sentir que no fue vivida sin sentido.» En todo China, hay 150 millones de obreros como ella, un tercio son mujeres, que han dejado sus pueblos para trabajar en las fábricas, los hoteles, los restaurantes y las obras de construcción de grandes ciudades.

Juntos, constituyen la migración más grande de la historia, y es globalización, esta cadena que empieza en un pueblo campesino chino y termina con iPhones en nuestros bolsillos y Nikes en nuestros pies y bolsos Coach en nuestros brazos, lo que ha cambiado es la forma en que estos millones de personas trabajan y se casan y viven y piensan.

Muy pocos de ellos quieren volver a la forma en que las cosas solían ser.

Cuando fui por primera vez a Dongguan, me preocupaba que fuera deprimente pasar tanto tiempo con obreros.

También me preocupaba que nunca les pasara nada, o que no tuvieran nada que decirme.

En vez de eso, encontré a mujeres jóvenes inteligentes y divertidas y valientes y generosas.

Al abrirme sus vidas, me enseñaron tanto sobre fábricas y sobre China y sobre cómo vivir en el mundo.

Este es el monedero Coach que me dio Min en el tren a casa para visitar a su familia.

Lo llevo conmigo para acordarme de que los lazos que me atan a las jóvenes sobre las que escribí, son lazos no económicos, sino de naturaleza personal, medidos no en dinero, sino en recuerdos.

Este bolso es también un recordatorio de que las cosas que imaginas, sentado en tu oficina o en la biblioteca, no son como las encuentras cuando realmente sales al mundo.

Gracias.


(Aplausos)

(Aplausos)
Chris Anderson: Gracias, Leslie, ha sido una introspectiva que muchos de nosotros no habíamos tenido antes.

Pero tengo curiosidad.

Si tú tuvieras un minuto, digamos, con el jefe de la fábrica de Apple,

¿qué le dirías?

Leslie Chang:

¿Un minuto?

CA: Un minuto.


(Risas)
LC: Sabes, lo que realmente me impresionó sobre los obreros es que en gran medida están automotivados, son emprendedores, ingeniosos, y la cosa que me tocó, es que lo que más desean es formación, aprender, porque la mayoría de ellos viene de pasados muy pobres.

Generalmente dejan la escuela en 7º u 8º grado.

Sus padres son a menudo analfabetos, y entonces vienen a la ciudad, y solos, de noche, durante los fines de semanas, toman una clase de computación, toman una clase de inglés y aprenden cosas muy, muy rudimentarias, sabes, tal como escribir un documento en Word, o cómo decir cosas muy simples en inglés.

Así que, si quieres realmente ayudar a estos obreros, comienza estas clases pequeñas, muy centradas, muy pragmáticas, en estas escuelas, y lo que pasará es que, todos tus obreros avanzarán, pero ojalá, avanzarán a puestos más altos dentro de Apple, y así se puede ayudar a su movilidad social y a su propia mejora.

Cuando uno habla con los obreros, eso es lo que quieren.

No dicen, «quiero mejor agua caliente en las duchas.

Quiero una habitación mejor.

Quiero un televisor.» O sea, sería lindo tener esas cosas, pero no es por eso que están en la ciudad, y no es eso lo que les preocupa.

CA:

¿Hubo una sensación en ellos de una narrativa en que las cosas eran un poco duras y malas, o hubo una narrativa de algún tipo de nivel de crecimiento, que las cosas en el tiempo iban a mejorar?

LC: Sí, claro, claro.

O sea, sabes, fue interesante, porque estuve básicamente dos años pasando el tiempo en esta ciudad, Dongguan, y en ese tiempo, se puede ver un cambio inmenso en la vida de cada persona: hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados, pero generalmente hacia arriba.

Si pasas suficiente tiempo, es hacia arriba, y conocí gente que se había mudado a la ciudad hacía 10 años, y que ahora eran básicamente gente urbana de clase media, así que la trayectoria va definitivamente hacia arriba.

Sólo que es difícil verlo cuando la ciudad te absorbe.

Se ve como si todos fueran pobres y desesperados, pero esa no es la realidad.

Por cierto, las condiciones de la fábrica son realmente duras, y no es algo que tú o yo quisieramos hacer, pero desde la perspectiva de ellos, de donde vienen es mucho peor, y hacia donde van es ojalá mucho mejor, y sólo quería dar ese contexto de lo que ocurre en sus mentes, no necesariamente es lo que ocurre en la tuya.

CA: Muchísimas gracias por tu charla.

Muchas gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/leslie_t_chang_the_voices_of_china_s_workers/

 

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