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Thandie Newton: Abrazar la alteridad, abrazarse a uno mismo. – Charla TEDGlobal 2011

Charla «Thandie Newton: Abrazar la alteridad, abrazarse a uno mismo.» de TEDGlobal 2011 en español.

La actriz Thandie Newton, relata la historia de encontrar su “otredad”, en primer lugar, durante su niñez creciendo en dos culturas diferentes, y luego como actriz, interpretando muchos seres diferentes. Una charla cálida e inteligente, de la reciente TEDGlobal 2011.

  • Autor/a de la charla: Thandie Newton
  • Fecha de grabación: 2011-07-13
  • Fecha de publicación: 2011-07-20
  • Duración de «Thandie Newton: Abrazar la alteridad, abrazarse a uno mismo.»: 835 segundos

 

Traducción de «Thandie Newton: Abrazar la alteridad, abrazarse a uno mismo.» en español.

Abrazar la alteridad.

La primera vez que escuché este tema pensé que abrazar la alteridad era abrazarme a mí misma.

Y el trayecto hacia ese lugar de comprensión y aceptación ha sido muy interesante para mí y me ha brindado una perspectiva más integral del ser que creo que vale la pena compartir con ustedes hoy.

Todos tenemos un «sí mismo» pero no considero que uno nazca con él.

Ustedes saben que los bebés recién nacidos creen que son parte de un todo, que no están separados de las cosas.

Pues bien, ese sentimiento primordial de unidad lo perdemos muy rápidamente.

Ese estado inicial tiene un fin, esa unicidad: la primera infancia, ese estado sin forma y primitivo.

No persiste a lo largo del tiempo, o de manera real.

Lo que es real es la separación.

Y en un determinado momento de la infancia temprana la noción del sí mismo comienza a formarse.

Y a nuestra pequeña porción de unidad se le da un nombre, se le dice toda clase de cosas sobre sí mismos.

Y esos pequeños detalles, opiniones e ideas se convierten en hechos, que servirán a la construcción de nosotros mismos, de nuestra identidad.

Y ese sí mismo, se convierte en el vehículo para desplazarnos por nuestro mundo social.

Pero el sí mismo es una proyección basada en las proyecciones de otras personas.

¿Somos realmente así? ¿O como realmente quisiéramos ser? ¿O deberíamos ser? Así es que toda esta interacción entre el sí mismo y la identidad fue muy difícil para mí mientras crecía.

El sí mismo que intentaba sacar al mundo era rechazado una y otra vez.

Y el pánico que sentí al no tener un sí mismo que encajara y la confusión que provino de mi sí mismo al ser rechazado provocó ansiedad, vergüenza y desesperanza, lo que me definió por mucho tiempo.

Pero mirando hacia atrás, la destrucción de mi sí mismo era tan repetitiva que comencé a percibir un patrón.

Mi sí mismo cambió, quedó afectado, quebrado, destruído, dando lugar a otro, a veces más fuerte, a veces odioso, otras veces no queriendo estar allí bajo ninguna circunstancia.

Mi sí mismo no era constante.

¿Y cuántas veces mi sí mismo tuvo que morir antes de darme cuenta que nunca había estado vivo? Me crié en la costa de Inglaterra en lo años 70.

Mi padre es blanco, de Cornwall, y mi madre es negra, de Zimbabue.

Incluso la idea de nosotros como familia fue un desafío para la mayoría de las personas.

Pero la naturaleza fue por el mal camino y los bebés nacieron con piel oscura.

Pero alrededor de los cinco años me di cuenta que no encajaba.

Yo era la niña negra atea en una escuela católica de monjas y niños blancos.

Yo era una rareza.

Y mi sí mismo buscaba una definición y trataba de conectarse.

Porque al sí mismo le gusta adaptarse, verse replicado en otros, pertenecer.

Eso confirma su existencia y su importancia.

Y es importante.

Tiene una función extremadamente importante.

Sin él, esencialmente, no podríamos interactuar con otros.

No podríamos trazar una meta y subir esa escalera de la popularidad, del éxito.

Pero mi color de piel no estaba bien.

Mi cabello no estaba bien.

Mi historia no estaba bien.

Mi sí mismo quedó definido por la alteridad, lo que significó en ese mundo social, que yo en realidad no existía.

Y yo era otra antes de ser cualquier otra cosa…

incluso antes de ser una niña.

Yo era un nadie perceptible.

Ante mí se estaba abriendo otro mundo en esa época: la actuación y la danza.

Ese temor persistente de individualidad no existía mientras danzaba.

Yo, literalmente, me perdía.

Y era muy buena bailarina.

Yo podría volcar toda mi expresión emotiva a la danza.

Yo podía ser en movimiento de una manera que no podía en mi vida real, en mí misma.

A los 16 años surgió otra oportunidad al obtener mi primer protagónico en una película.

No encuentro palabras para describir la paz que sentía cuando actuaba.

Mi sí mismo disfuncional pudo, de hecho, conectarse con otro sí mismo que no era el mío.

Y me sentía muy bien.

Por primera vez existía adentro de un sí mismo que funcionaba a pleno, que controlaba, que conducía, y al que le daba vida.

Pero el día de filmación terminaría y tendría que volver a mi antipático y torpe sí mismo.

A los 19 años ya era una actriz de cine consagrada pero seguía en la búsqueda de una definición.

Quise estudiar Antropología en la universidad.

La Dra.

Phyllis me dio la entrevista y me preguntó: «¿Cómo definiría la raza?» Bueno, pensé que tenía la respuesta a esa pregunta.

Y le dije: “el color de la piel”.

Ella contestó: “¿Entonces es biología, es genética? Pero eso, Thandie, no es exacto.

Porque, en realidad, existen mayores diferencias genéticas entre un negro de Kenia y uno de Uganda, que entre un negro de Kenia y, por ejemplo, un blanco de Noruega.

Porque todos provenimos de África.

Por lo tanto es en África donde ha habido más tiempo para crearse diversidad genética».

En otras palabras, la raza no se basa en hechos biológicos o científicos.

Por un lado, están los resultados.

¿Correcto? Y, por otro lado, mi definición del sí mismo acababa de perder gran parte de su credibilidad.

Pero lo que sí es irrefutable, lo que sí es un hecho biológico y científico, es que todos provenimos de África; de hecho, de una mujer llamada Eva Mitocondrial que vivió hace unos 160.000 años.

Y la raza es un concepto ilegítimo que hemos creado nosotros mismos basado en el temor y la ignorancia.

Curiosamente, estas revelaciones no curaron mi baja autoestima, ese sentimiento de otredad.

Mi deseo de desaparecer era aún muy potente.

Obtuve mi título de grado de Cambridge; logré una carrera próspera, pero mi sí mismo estaba a los golpes, y acabé padeciendo bulimia y en el diván de un terapeuta.

Y por supuesto que sí.

Aún así seguí creyendo que mi sí mismo era todo mi ser.

Aún valoraba la autovaloración por sobre todas las cosas.

¿Hay otra cosa que sugiriera lo contrario? Hemos creado un sistema completo de valores y una realidad física que sostiene el valor del sí mismo.

Observen la cultura de la imagen personal y las fuentes de trabajo que genera; las grandes ganancias que arroja.

Estaríamos en lo cierto si supusiéramos que el sí mismo es un auténtico ser vivo.

Pero no lo es; es una proyección, que crean nuestros cerebros inteligentes para autoengañarnos y así escapar de la realidad de la muerte.

Pero existe algo que le puede dar al sí mismo una conexión esencial e infinita, y esa es la unicidad, nuestra esencia.

La lucha del sí mismo por su autenticidad y definición no tendrá fin a menos que esté conectado a su creador…

a ustedes y a mí.

Y eso puede suceder con la conciencia…

siendo conscientes de la realidad de la unicidad y de la proyección de nuestra persona.

Para empezar, podemos pensar en todas las ocasiones en que nos perdemos a nosotros mismos.

Esto me sucede cuando danzo, cuando actúo.

Me conecto con mi esencia y se suspende mi sí mismo.

En esos momentos estoy conectada con todo: a la superficie, al aire, a los sonidos, a la energía de la audiencia.

Todos mis sentidos están alerta y vivos de la misma manera en que sentiría un bebé…

ese sentimiento de unicidad.

Y cuando estoy interpretando un papel ocupo otro sí mismo y le doy vida por un tiempo.

Porque cuando el sí mismo se suspende, también se suspende la segmentación y el juicio.

Y he representado todo tipo de papeles, desde un fantasma vengativo en tiempos de la esclavitud, a la Secretaria de Estado en el 2004.

Y sin importar cómo fuesen estos sí mismos, son todos afines a mí.

Y creo, honestamente, que la clave de mi éxito como actriz y mi progreso como persona, fue la falta de un sí mismo; eso que me hacía sentir tan ansiosa e insegura.

Siempre me pregunté por qué yo podía sentir el dolor de otros tan profundamente, por qué podía reconocer a un “alguien en un nadie”.

Y es porque no tenía un sí mismo que lo impidiera.

Yo pensaba que carecía de esencia, por el hecho de que podía «sentir a los otros», entonces significaba que no tenía nada de mí misma para sentir.

Lo que era una fuente de vergüenza fue en realidad una fuente de iluminación.

Y cuando me di cuenta y comprendí realmente que mi sí mismo es una proyección y que tiene una función sucedió algo muy curioso.

Dejé de darle tanta importancia.

Le doy el lugar que corresponde.

Lo llevo a terapia.

Me he acostumbrado mucho a este comportamiento disfuncional.

Pero no me avergüenzo de mí misma.

En verdad, le tengo respeto a mi sí mismo y a su función.

Y con el tiempo y con la práctica, he tratado de vivir más y más desde mi esencia.

Y si ustedes pueden hacer eso, suceden cosas increíbles.

En febrero estuve en el Congo bailando y celebrando con mujeres que sobrevivieron a la destrucción de sí mismas de maneras absolutamente impensadas; destrozadas por seres psicopáticos que las han maltratado brutalmente en esa hermosa tierra están alimentando la adicción de nuestro ser a iPods, Pads, y cosas materiales que además nos desconectan de sentir su dolor, su sufrimiento, su muerte.

Porque, claro, si vivimos para nosotros mismos y creemos erróneamente que eso es la vida, entonces lo que estamos haciendo es desvalorizando e insensibilizando la vida.

Y en ese estado de desconexión, pues claro, podemos construir granjas industriales sin ventanas, destruir la vida marina y usar el abuso deshonesto como arma de guerra.

Y aquí, un llamado de atención a nosotros mismos: han comenzado a aparecer grietas en el mundo que hemos construido y de los océanos continuarán emergiendo, a través de esas grietas, el petróleo y la sangre, ríos formados de esto.

Fundamentalmente, no hemos podido encontrar la manera de vivir en unidad con la Tierra y con cada uno de los seres vivos.

Hemos tratado frenéticamente de entender cómo hacer para vivir unos con otros…

miles de millones de personas unas con otras.

Sólo que no estamos viviendo unos con otros; nuestros perturbados sí mismos están viviendo unos con otros y perpetuando una epidemia de la desconexión.

Vivamos unos con otros y respiremos poco a poco.

Y si podemos domar a ese fuerte sí mismo, encendamos una antorcha de la conciencia, y descubramos nuestra esencia, nuestra conexión con el infinito y con todos los demás seres vivos.

Lo supimos el día en que nacimos.

No nos dejemos asustar por nuestra generosa nada.

Es más real que aquellos otros que nosotros mismos hemos creado.

Imaginen qué clase de existencia podríamos tener si honrráramos la inevitable muerte del sí mismo, si valoráramos el privilegio de la vida y nos maravilláramos de lo que sucede después.

La simple toma de conciencia es el comienzo.

Gracias por escucharme.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/thandie_newton_embracing_otherness_embracing_myself/

 

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