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Francisco de Goya: vida y obra

 

La vida de Goya estuvo   marcada por el destino.

Fue un pintor genial, a quién le tocó vivir un período de vida refinada en la corte de Carlos IV, los horrores de la guerra contra Napoleón y las luchas entre liberales y absolutistas.

Todo esto quedó magníficamente expresado sus dibujos, grabados y pinturas, que sirvieron de inspiración a los artistas modernos.

Goya captó, como ninguno, el alma del pueblo español.

 

 

 

Primeros años de Goya

El 30 de marzo de 1746 nació Francisco de Goya y Lucientes en un pequeño pueblo, Fuendetodos,  en la provincia de Zaragoza.

Su padre, José Goya,  era dorador, Y su madre, Gracia Lucientes, pertenecía a una noble familia, pero económicamente en bancarrota.

La infancia de Francisco y de sus tres hermanos transcurrió en una humilde Villa.

Su padre trabajaba en Zaragoza y regresaba los días de fiesta.

Mientras los niños correteaban y jugaban por las estrechas callejuelas de su pueblo, pero el pequeño Francisco de Goya se divertía dibujando, en las paredes de piedra de las humildes casas, extraños animales que ya me mostraban su fantasía y su precoz habilidad para el dibujo y la pintura.

 

 

 

Periodo de formación de Goya

Fue el padre Salcedo, que tenía su cargo una iglesia de Zaragoza, quien descubrió el pequeño dibujando.

Asombrado por las condiciones naturales del niño, hablo con sus padres y, poco tiempo después, Goya fue llevado a las Escuelas Pias de Zaragoza, donde comenzó su formación pictórica.

A los 14 años ya sabía todo cuánto enseñaron en la escuela, y aconsejado por el mismo padre Salcedo comenzó a trabajar en el taller del pintor José Luzán,  maestro de Goya y Ramón Bayeu, quiénes serían sus cuñados, ya que Goya años más tarde se casó con Josefa Bayeu.

Durante largos años, Goya aprendió, ensayo, trabajo, pero también se dio cuenta de que nada importante pasaba su vida.

Cansado de tanta academia, de copiar modelos, estampas y yesos, de discutir con su maestro, que no le permitía expresarse en su idioma propio, se fué a Madrid con Francisco Bayeu que había sido designado pintor de la corte.

En Madrid fue recibido cordialmente por Bayeu, que le  protegió y le hizo seguir un curso de perfeccionamiento en su propia academia.

La agresividad pújante y el potente talento de Goya estaban aún adormecido y no molestaban a Bayeu,  quien con el tiempo, al verse superado por su genial cuñado, se convertiría en uno de sus peores enemigos.

Participó en dos concursos, pero jurado prácticamente le ignoro.

Goya sufrió una gran amargura, pero no se daría por vencido. Era obstinado y, seguro de sí mismo, de su talento, se fue a Italia en busca mejor suerte.

En Roma pintó, visito talleres exposiciones.

De regreso a Zaragoza, su entrañable y querido amigo Zapater (a quien, durante toda su vida le escribió cartas narrándole triunfos y fracasos) y el padre Salcedo le avisaron que buscaban un pintor para la basílica del Pilar.

Otra vez renació el entusiasmo y presento varios bocetos, los cuales fueron aceptados, y se le encargó su primer gran trabajo, por el cual recibió 15.000 reales

 

Goya pintaba con un gran entusiasmo. Quería demostrarles a sus paisanos que no sólo debían sentirse orgullosos de Luzan y Bayeu,  Sino también de él. Una vez terminados agotador trabajo en la basílica, los frescos  de Goya impresionaron a nobles y plebeyos.

Por aquel entonces, en Madrid sólo se hablaba de los grandes pintores: en italiano Tiépolo Y el alemán Rafael Mengs. Pero ya comenzaba a sonar entre los aristocráticos salones el nombre del pintor aragonés, como un anticipo de su futuro prestigio.

 

 

 

El éxito  de Goya

En 1775, vuelve de regreso a Madrid.

Su casamiento con la hermana de Bayeu le proporcionó útiles relaciones, incluyendo la del famoso Mengs. Por fin, fué llamado a trabajar en la creación de cartones para la fábrica de Santa Bárbara, trabajos que continúa realizando hasta  1790.

Estos cartones son pintados con dedicación y talento, captando en ellos imágenes y costumbres populares, descubrieron a Goya a la alta sociedad de la época y le abrieron las puertas del gran mundo social, ya que los costosísimos tapices eran adquiridos por Reyes, nobles y los más importantes y acaudalados personajes, quienes muy pronto quisieron conocerle.

Es así, como en 1780 fue nombrado  pintor del rey, comenzando allí su brillante carrera de retratista, de que posaba para él, selecto de la sociedad.

El Parasol

El Parasol

Para entonces ya se había hecho famoso, y su presencia era requerida en ciudades y palacios.

Goya le escribió su amigo Zapater: “no deseo más, tengo todo”

 

 

 

La obra de Goya

En 1800 pinto  “la familia de Carlos IV”, pero aquí más que la fuerza de su estilo, lo realmente importante del cuadro no es la familia real, sino él, Goya, que transmite su potente personalidad a rostros de objetos, creándo ese clima tan particular que tienen sus obras.

Familia de Carlos IV

Familia de Carlos IV

Dos años antes había pintado los frescos de la iglesia de San Antonio de la Florida, en Madrid; un año antes, sus célebres caprichos, una serie de planchas grabadas, con agudas  sátiras a su época.

Luego vinieron los grabados de tauromaquia, inspirados en una de sus grandes pasiones: los toros.

En 1808, 1812 y 1819 pinto «los desastres de la guerra«.

También son célebres sus retratos sobre nobles damas, como la condesa de Chinchón, La marquesa de Solana y la duquesa de Alba, la dama de mayor linaje de España, protectora del artista durante una época de su vida.

Pero sin duda alguna «La maja desnuda» qué es, quizás, su obra universalmente más famosa.

La Maja Desnuda de Goya

La Maja Desnuda de Goya

 

 

 

 

La enfermedad de Goya

En 1924, Goya quedó solo y enfermo. Su mujer, la dulce Josefa Bayeu, había muerto.

Cansado de la vida glamurosa de los palacios, dijo alguna vez:

“tanto lujo termina al fin por hacer daño”

Por eso pidió al rey seis meses de vacaciones para reponer su quebrantada salud que fueron concedidos.

Viajó a Burdeos, donde se encontró con viejos amigos, gente humilde como era él a pesar de su fortuna su fama.

Allí encontró la paz, la verdadera paz  que su alma le reclamaba hace tiempo; no el ocio, el no hacer nada, sino paz transparente del espíritu, que inclusive dejó huellas que algunas de sus postreras obras.

Por ejemplo, su célebre cuadro «La lechera de Burdeos», donde aún se aprecian la soltura y habilidad maestra de este Goya, que contaba con 79 años y  desde hacia mucho tiempo estaba totalmente sordo.

 

De regreso a Madrid fue recibido con todos los honores.

El rey le pidió que posara para  el nuevo pintor de la corte, Vicente López.

Goya aceptó, pero antes de que López terminase nuevo cuadro, tras elogiar su trabajo, solicitó nuevo permiso y con 50.000 reales regreso Burdeos, donde ya no volvió salir jamás.

Saturno devorando a su hijo de Goya

Saturno devorando a su hijo de Goya

Francisco de Goya y Lucientes murió el 16 de abril de 1828, pero creo su obra, la obra de un hombre que, sobre todas las cosas, siempre tuvo confianza en sí mismo. Desde un estilo pastoril y apacible de los cartones para tapices hasta las patéticas pinturas negras que plasman en las paredes de su vieja casona juntos Manzanares «La quinta del sordo» (donde durante muchos años, solo y totalmente sordo se había recluido) recorrió los caminos mas dispares del arte, llegando a través de cada uno de ellos a las cumbres más altas de la pintura universal.

 

 

Obras más destacadas de Francisco de Goya

 

 

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