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Ben Cameron: El verdadero poder de las artes escénicas – Charla TEDxYYC

Charla «Ben Cameron: El verdadero poder de las artes escénicas» de TEDxYYC en español.

El administrador artístico y fan del teatro Ben Cameron repasa el estado de las artes en vivo y pregunta: ¿Cómo puede la magia del teatro en vivo, de la música en vivo, del baile en vivo, competir con la siempre activa Internet? En TEDxYYC ofrece una mirada audaz al futuro.

  • Autor/a de la charla: Ben Cameron
  • Fecha de grabación: 2010-02-26
  • Fecha de publicación: 2010-09-10
  • Duración de «Ben Cameron: El verdadero poder de las artes escénicas»: 764 segundos

 

Traducción de «Ben Cameron: El verdadero poder de las artes escénicas» en español.

Soy un omnívoro cultural cuyo viaje diario al trabajo es posible gracias a un iPod, un iPod donde tengo a Wagner y a Mozart, a la diva del pop Christina Aguilera, al cantante de country Josh Turner, al artista de gangsta rap Kirk Franklin, conciertos, sinfonías y mucho más.

Soy un ávido lector que lee desde Ian McEwan hasta Stephanie Meyer.

Leí la tetralogía «Twilight» (Crepúsculo) Alguien que vive para su cine en casa en el que devoro DVDs, video bajo demanda, y mucha televisión.

Miro «La ley y el orden: UVE», Tine Fey y «30 Rock», y la «Jueza Judy»: «Gente real.

Casos reales.

Fallos definitivos».

Estoy convencido de que muchos de Uds probablemente comparten mis pasiones, en especial, mi pasión por la «Jueza Judy» y enfrentarán a cualquiera que intente alejarla de nosotros pero estoy menos convencido de que compartan la pasión de mi vida, una pasión por las artes escénicas profesionales, artes escénicas que representan el repertorio orquestal, sí, pero también jazz, danza moderna, ópera, teatro y mucho, mucho más.

Francamente es un sector que muchos en esta actividad tememos que esté en peligro y posiblemente sea desmantelado por la tecnología.

A pesar de que al principio se proclamaba a Internet como un mecanismo de mercadeo excepcional que iba a resolver todos nuestros problemas ahora nos damos cuenta que Internet es, en todo caso, demasiado eficaz en ese sentido.

Depende a quién uno lea, las organizaciones artísticas, o los artistas que tratan de llamar la atención de un espectador potencial ahora compiten con entre 3.000 y 5.000 mensajes de mercadeo distintos, que una persona común ve todos los días.

Sabemos, de hecho, que la tecnología es nuestra gran competidora por el tiempo libre.

Hace 5 años la Generación X pasó 20,7 horas en línea y mirando TV, la mayoría en la TV.

La Generación Y pasó aún más…

23,8 horas, la mayoría en línea.

Ahora, un estudiante típico que comienza estudios superioes llega a la universidad habiendo ya pasado 20.000 horas en línea y otras 10.000 horas adicionales con videojuegos; un recordatorio de que nos movemos en un contexto cultural en el que los videojuegos venden más que las grabaciones de música y las películas juntas.

Por otra parte, tememos que la tecnología haya alterado nuestros supuestos sobre el consumo cultural.

Gracias a Internet creemos que podemos tener lo que queramos cuando lo queramos en la puerta de nuestra casa.

Podemos comprar a las 3 de la mañana o las 8 de la noche, pidiendo vaqueros hechos a medida para nuestros cuerpos únicos.

Son expectativas de personalización y adaptación que las artes escénicas…

que tienen horas fijas de caída de telón, recintos fijos, los inconvenientes para los asistentes del viaje, el estacionamiento, etc…

simplemente no pueden satisfacer.

Y todos somos muy conscientes:

¿qué va a significar en el futuro pedirle a alguien que pague 100 dólares por una entrada de ópera, sinfonía o ballet si ese consumidor cultural suele descargar todo de internet, 24 horas al día, por 99 cvos la canción, o gratis?

Estas son preguntas enormes para los que nos dedicamos a esto.

Pero por mucho que nos parezcan propias, sabemos que no estamos solos.

Estamos inmersos en una realineación sísmica, fundamental, de la cultura y las comunicaciones, un reajuste que sacude y está diezmando a la industria de la prensa, las revistas, el libro, la industria editorial, y mucho más.

En las artes escénicas cargamos con el lastre de anticuados acuerdos sindicales que impiden y a menudo prohíben la reproducción mecánica y la transmisión; limitados a grandes instalaciones diseñadas para fosilizar la relación ideal entre el artista y la audiencia, algo más propio del siglo XIX y anclados en un modelo de negocio de altos ingresos por entradas, donde cobramos precios exorbitantes, muchos nos estremecimos tras la caída de Tower Records y nos preguntamos: «

¿somos los siguientes?

» Cualquiera que consulte en las artes escénicas se hace eco de las palabras de Adrienne Rich, quien en «El sueño de un lenguaje común» escribió: «Estamos en un país que no tiene lenguaje ni leyes.

Todo lo que hagamos juntos es pura invención.

Los mapas que nos dieron, caducaron hace años».

Y para aquellos de ustedes que amen las artes,

¿no se alegran de haberme invitado aquí para alegrar su día?


(Risas)

(Aplausos)
En lugar de decir que estamos al borde de la aniquilación prefiero creer que estamos inmersos en una reforma fundamental, una reforma como la Reforma religiosa del siglo XVI.

La reforma de las artes, como la Reforma religiosa, es impulsada, en parte, por la tecnología; de hecho, la Imprenta lideró el cambio de la Reforma religiosa.

Ambas reformas se basaban en discusiones facciosas, en la inseguridad interna, y en el realineamiento masivo de anticuados modelos de negocio.

En el fondo, creo, ambas reformas planteaban las preguntas:

¿quién tiene derecho a la práctica?

¿Cómo se tiene derecho a la práctica?

Y, de hecho,

¿necesitamos a alguien que interceda por nosotros para tener una experiencia con la divinidad superior?

Chris Anderson, a quien creo que conocen, editor en jefe de la revista Wired y autor de «La larga cola», fue el primero, para mí, en comprender mucho de esto.

Escribió hace mucho tiempo que gracias a la invención de Internet, la tecnología web, las mini cámaras, etc., los medios de producción artística se han democratizado por primera vez en la historia de la Humanidad.

En los años 30, si alguien quería hacer una película tenía que trabajar para Warner Bros o RKO

¿quién podía permitirse un set de filmación, equipos de iluminación y edición, partituras, etc.?

Y hoy en esta sala

¿quién no conoce a alguien de 14 años que esté trabajando arduamente en su 2a, 3a, o 4a película?


(Risas)
Del mismo modo, los medios de distribución artística se han democratizado por primera vez en la historia.

En los años 30 Warner Bros y RKO se encargaban de eso.

Ahora uno va a YouTube, Facebook; y tiene distribución mundial sin abandonar la intimidad del propio dormitorio.

Este doble impacto ocasiona una redefinición masiva del mercado cultural; un momento en el que cualquiera es un autor en potencia.

Francamente, lo que estamos viendo ahora en este entorno es un momento masivo en el que el mundo entero está cambiando a medida que la cantidad de espectadores se está desplomando.

Pero la cantidad de artistas, gente que escribe poesía, que canta canciones, que canta en el coro de la iglesia, está explotando más allá de lo que podamos imaginar.

Estos «profesionales aficionados» son artistas aficionados que trabajan a nivel profesional.

Se los ve en YouTube, en concursos de baile, en festivales de cine, etc.

Están expandiendo de manera radical nuestras nociones del potencial de un vocabulario estético al tiempo que desafían y socavan la autonomía cultural y las instituciones tradicionales.

En definitiva, vivimos en un mundo definido, no por el consumo, sino por la participación.

Pero quiero ser claro: así como la Reforma religiosa no significó el fin de la Iglesia formal o del sacerdocio, creo que nuestras instituciones artísticas continuarán teniendo importancia.

Actualmente representan la mejor oportunidad para los artistas de tener una vida de dignidad económica no de opulencia, de dignidad.

Y son los lugares en que los artistas que merecen y quieren trabajar en una cierta escala de recursos encontrarán un hogar.

Pero verlos como pares de la totalidad de la comunidad artística es demasiado corto de miras.

Y, en efecto, mientras que tendimos a separar al aficionado del profesional, el desarrollo más emocionante de los últimos 5 a 10 años ha sido el aumento de los artistas profesionales de calidad, los artistas profesionales, que trabajan no en la sala de conciertos o en el escenario sino con más frecuencia en derechos de la mujer o en derechos humanos o temas de calentamiento global o lucha contra el SIDA, no por necesidad económica, sino por una convicción profunda, orgánica, de que el trabajo que ella o él están llamados a hacer no puede llevarse a cabo en el entorno hermético del arte tradicional.

El mundo de la danza hoy no se define sólo con el Ballet Real de Winnipeg o el Ballet Nacional de Canadá, sino con «Intercambio de Danza» de Liz Lerman una compañía de baile profesional, multi-generacional, cuyos bailarines tienen de 18 a 82 años y trabajan con científicos del genoma para plasmar la cadena de ADN y con físicos nucleares del CERN.

La comunidad teatral profesional hoy se define no sólo con los festivales Shaw y Stratford sino con el Teatro Cornerstone de Los Ángeles, un colectivo de artistas que después del 11-S reunió a 10 comunidades religiosas diferentes: de fe bahá’í, católicos, musulmanes, judíos, incluso aborígenes de EE.UU.

y las comunidades de fe de gays y lesbianas ayudándoles a crear sus propias obras y una obra masiva en la que exploraron las diferencias interreligiosas y encontraron similitudes como primer paso importante hacia la sanación entre comunidades.

Los artistas de hoy, como Rhodessa Jones, trabajan en las cárceles de mujeres para ayudar a las reclusas a expresar el dolor del encarcelamiento, los dramaturgos y directores de hoy trabajan con pandillas juveniles para hallar canales alternativos a la violencia y más y más y más.

Y, de hecho, creo que en lugar de ser aniquiladas, las artes escénicas están en el umbral de una época en que vamos a ser más importantes que nunca antes.

Hemos dicho durante mucho tiempo que somos vitales para la salud de las comunidades económicas de la ciudad.

Absolutamente.

Espero que sepan que cada dólar gastado en artes escénicas en una comunidad genera de 5 a 7 dólares adicionales para la economía local; dólares que se gastan en restaurantes o estacionamientos, en las tiendas donde se compra la tela para los trajes, en el afinador de piano que afina el instrumento, etc.

Pero el arte va a ser más importante para la economía a medida que avancemos, especialmente en sectores que aún no podemos siquiera imaginar, tal como lo han sido para la industria del iPod y de los juegos de computadora que pocos, si acaso alguien, podrían haber previsto hace 10 ó 15 años.

El liderazgo empresarial dependerá cada vez más de la inteligencia emocional, de la capacidad de escuchar con atención, de tener empatía, de articular el cambio, de motivar a otros; las mismas capacidades que el arte cultiva en cada encuentro.

Especialmente ahora cuando tenemos que enfrentar la falacia de una orientación mercantilista, desinformados por la conciencia social, debemos tomar y celebrar el poder de las artes para dar forma a nuestro carácter individual y nacional, y, sobre todo, al carácter de los jóvenes que con demasiada frecuencia son objeto de bombardeos de sensaciones y no de experiencias digeridas.

En definitiva, sobre todo ahora, en este mundo, en que vivimos en un contexto de leyes de inmigración regresivas y onerosas, en una TV que se nutre de la humillación y en un contexto de análisis en el que escuchamos cada vez más, día y noche en los Estados Unidos, en cada estación de tren, de autobuses, en aeropuertos: «Damas y caballeros por favor informen de comportamientos sospechosos o individuos sospechosos a las autoridades más cercanas»; en el que se nos incentiva de todas esas maneras para ver a nuestro prójimo con hostilidad con miedo, desprecio y sospecha.

Las artes, hagan lo que hagan, siempre que nos llaman a unirnos, nos invitan a mirar a nuestro prójimo con generosidad y curiosidad.

Dios sabe que si alguna vez necesitamos esa capacidad en la historia de la humanidad es ahora.

Estamos unidos no por la tecnología, el entretenimiento ni el diseño, sino por una causa común.

Trabajamos para promover sociedades sanas y vibrantes, para aliviar el sufrimiento humano, para promover un orden mundial más reflexivo, sustancial y empático.

Los saludo como activistas en esa búsqueda y les insto a abrazar y sostener al arte en sus trabajos, cualquiera sea la finalidad.

Les prometo que la mano de la Fundación Benéfica Doris Duke está extendida en amistad ahora y lo estará en los años por venir.

Y le doy las gracias por su amabilidad y paciencia para escucharme esta tarde.

Gracias y buena suerte.

https://www.ted.com/talks/ben_cameron_why_the_live_arts_matter/

 

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