Saltar al contenido
Deberes escolares » Charlas educativas » Ed Gavagan: Una historia de nudos y cirujanos. – Charla TEDMED 2012

Ed Gavagan: Una historia de nudos y cirujanos. – Charla TEDMED 2012

Charla «Ed Gavagan: Una historia de nudos y cirujanos.» de TEDMED 2012 en español.

Un día, Ed Gavagan estaba sentado en el metro viendo a dos jóvenes estudiantes de medicina haciendo nudos. Entonces un fuerte recuerdo lo inunda… de un momento impactante que lo cambió para siempre. Una inolvidable historia de crimen, habilidad y gratitud.

  • Autor/a de la charla: Ed Gavagan
  • Fecha de grabación: 2012-04-11
  • Fecha de publicación: 2012-09-21
  • Duración de «Ed Gavagan: Una historia de nudos y cirujanos.»: 741 segundos

 

Traducción de «Ed Gavagan: Una historia de nudos y cirujanos.» en español.

Como saben, nos despertamos por la mañana, nos vestimos, nos calzamos, y salimos al mundo.

Planeamos regresar, desvestirnos, irnos a la cama, despertarnos, luego hacer lo mismo y esa anticipación, ese ritmo, nos ayuda a tener una estructura para organizarnos nosotros y nuestras vidas, y esto da un grado de previsibilidad.

Vivir en Nueva York, como yo, es como si, con tantas personas haciendo tantas cosas al mismo tiempo en espacios tan reducidos, como si la vida te repartiera manos extras de la baraja.

Tú nunca…

simplemente, las yuxtaposiciones son posibles, simplemente no piensas que pueden ocurrir.

Y nunca se te ocurre que vas a ser el tipo que va caminando por la calle y que sólo porque eliges caminar por un lado que otro, el resto de tu vida puede cambiar para siempre.

Una noche, tomé el tren local a los suburbios.

Me subí, y tiendo a ser un tanto observador cuando me subo al tren.

No soy de los que se esconden en sus audífonos o un libro.

Me subí al vagón y miré y noté a esta pareja en edad universitaria, parecían estudiantes, un chico y una chica, sentados uno junto al otro, ella con su rodilla sobre la de él, y estaban…

tenían este pequeño artilugio, estaban haciendo nudos, y estaban haciéndolos con un mano, lo hacían con la izquierda y la derecha con rapidez y luego ella le pasaba la cosa y él lo hacía.

Nunca había visto algo como eso.

Era casi como si practicaran trucos de magia.

En la siguiente parada, un tipo subió al vagón, y tenía esta apariencia de profesor visitante.

Tenía un morral de cuero sobrecargado y un portafolio rectagular y una bolso de laptop y una chaqueta de lana con parches de cuero, y
(Risas)
él los ve, y entonces en un cerrar de ojos, se arrodilló en frente de ellos, y empezó a decir, «Saben, lo pueden hacer así.

Miren, si hacen esto…» y tomó los listones de sus manos e inmediatamente empezó a hacer esos nudos, mucho mejor que como ellos lo estaban haciendo, sorprendentemente.

Y resultó que eran estudiantes de medicina de camino a una conferencia acerca de las últimas técnicas de suturas y ese tipo era el orador.


(Risas)
Entonces empezó a contarles, y les decía, «No, esto aquí es muy importante.

Saben, cuando estén haciendo estos nudos, esto va a ser, bueno, todo va a ocurrir al mismo tiempo, va a ocurrir al…

van a tener toda esta información frente a ustedes, órganos que se les atraviesan, todo estará resbaloso, y es muy importante que puedan hacer esto más allá de una segunda naturaleza, cada mano, izquierda, derecha, tienen que poder hacerlos sin siquiera mirar sus dedos».

En ese momento al escuchar eso, salí catapultado del vagón, hacia una noche cuando me llevaban en ambulancia de la vereda donde había sido apuñalado hacia la sala de traumas del Hospital St.

Vincent en Manhattan; lo que había ocurrido, era que una banda había llegado de Brooklyn.

Como parte de una iniciación de tres de sus miembros, tenían que matar a alguien, y pasó que yo era el tipo que iba caminando por la calle Bleecker esa noche, y sin decir una palabra me atacaron.

Una de las cosas fortuitas, es que cuando estuve en Notre Dame, estuve en el equipo de boxeo, así que de inmediato me puse en guardia, instintivamente.

El tipo a mi derecha tenía un puñal de unos 25 cm que clavó bajo mi codo, cortando hacia arriba, hacia mi vena cava inferior.

Si saben algo de anatomía, sabrán que cortarse eso no es bueno y por supuesto, no hacia arriba, y entonces —- yo todavía con mis manos arriba — lo sacó y se fue hacia mi cuello, y lo clavó hasta la empuñadura en mi cuello, y que le doy un golpe recto de derecha que tumbó al tipo mediano.

El otro estaba todavía atacándome, colapsando mi otro pulmón, hasta que logré golpearlo y tener un respiro.

Corrí por la calle y colapsé.

los paramédicos me entubaron en la vereda y le hicieron saber a la gente de la sala de traumas que tenían un herido en camino.

Y uno de los efectos secundarios de la pérdida masiva de sangre es la visión de túnel, así que recuerdo estar en la camilla con una visión de cono del tamaño de una moneda recuerdo haber movido la cabeza, que llegamos al St.

Vincent, que corríamos por el pasillo y veía el vaivén de las luces, y es un efecto peculiar de recuerdos como esos.

En realidad no van al lugar usual donde van los recuerdos.

Están en un especie de bóveda almacenados en alta definición con efectos de sonido hechos por George Lucas.


(Risas)
Entonces a veces, al recordarlos, es como, que no son como los otros recuerdos.

Llegué a la sala de traumas, donde me estaban esperando y había muchas luces allí, podía respirar un poquito más ahora, porque la sangre que quedaba, había llenado mis pulmones y había tenido dificultad para respirar; y bueno ahora estaba en la camilla.

Y dije, «

¿hay algo en lo que pueda ayudar?

» y — risas — la enfermera tuvo un ataque de risa histérica y volteé la cabeza intentando ver a todos, y tengo este raro recuerdo de estar en la universidad recolectando dinero recolectando para las víctimas de las inundaciones de Bangladesh, y luego miré y mi anestesiólogo me ponía la mascarilla y pensé, «Parece bengalí»,
(Risas)
y sólo tenía estos dos hechos y pensé, «Esto va a funcionar de alguna forma».


(Risas)
Y me desvanecí, y me operaron el resto de la noche, se necesitaron 40 unidades de sangre para mantenerme vivo mientras me operaban, y el cirujano sacó casi la tercera parte de mis intestinos mi intestino ciego, órganos que ni sabía que tenía, después me dijo que una de las últimas cosas que hizo mientras estaba ahí fue quitarme mi apéndice, lo que me pareció bien, bueno, un poquito de orden ahí en el rincón.


(Risas)
Desperté en la mañana.

Mi médico les dijo que quería estar ahí cuando saliera de la anestesia; me había dado un dos por ciento de posibilidad de vida.

Así que, él estuvo ahí cuando desperté, y fue…despertar fue como abrirme paso, a través del hielo en un lago de dolor, congelado.

Un dolor tan intenso, que sólo había un punto que no dolía, era peor que cualquier cosa que hubiese sentido y era mi empeine, el médico estaba agarrando el arco de mi pie y estaba masajeándolo con su pulgar.

Lo miré y me dijo, «Qué gusto verte», y yo estaba intentando recordar qué había pasado, intentaba poner las cosas en mi cabeza pero el dolor era abrumador y me dijo, «Sabes, no te cortamos el pelo.

Pensé que quizá obtendrías fuerzas de tu pelo como Sansón, porque vas a necesitar todas las fuerzas que puedas sacar».

En aquel entonces, mi pelo me llegaba hasta la cintura, manejaba una motocicleta, no estaba casado, era dueño de un bar, así que eran otros tiempos.


(Risas)
Pero estuve tres días en soporte vital y todos esperaban, debido a la complejidad de la operación y todo lo que tuvieron que hacerme, que no iba a lograrlo, así que fueron tres días en los que esperaban que muriera o hiciera popó y — risas — cuando finalmente, hice popó, eso de alguna forma, hablando quirúrgicamente, fue como haber cruzado un buen umbral, y, ah — risas — ese día, el médico vino y me quitó la sábana.

Tenías tres o cuatro de sus amigos con él, y hace esto, todos miran, no hay infección, se acercan a mí, me tocan, me pinchan y dicen, «no hay hematomas, bla, bla, vean el color», y hablaban entre ellos y era como si yo fuese un automóvil restaurado y el médico decía, «Sí, yo hice esto».


(Risas)
Y eso simplemente, fue maravilloso, porque estos tipos lo están felicitando sobre lo bien que salió

¿ven?


(Risas)
Ese era mi cierre, todavía tengo las grapas puestas y todo.

Y después, cuando salí y tuve flash-backs y las pesadillas hacían que la pasara mal, regresé a ver a mi médico como para preguntarle, bueno

¿qué hago ahora?

Creo que como cirujano simplemente me dijo, «Muchacho, te salvé la vida.

Ahora puedes hacer todo lo que quieras o gustes, tienes que seguir adelante.

Es como si te hubiese dado un auto nuevo y te estás quejando porque no encuentras donde estacionarlo.

Simplemente sal y, bueno, haz lo mejor que puedas.

Estás vivo, de eso se trata».

Entonces escuché el «ding-dong» y las puertas del metro se cerraron, mi parada era la siguiente y miré a esos chicos y me dije a mí mismo «Voy a levantarme la camisa para mostrales»,
(Risas)
pero pensé, «No, este es el metro de Nueva York, y eso puede dar lugar a otras cosas».


(Risas)
Entonces pensé que debían asistir a su conferencia.

Me bajé, me paré en la plataforma y puse mi dedo índice en la primera cicatriz que tuve, la de mi cordón umbilical, y alrededor de esta, está trazada la última cicatriz que tengo por mi cirujano.

Y pienso que aquel encuentro casual con aquellos chicos de la calle con sus navajas me llevaron a ese equipo quirúrgico, a su entrenamiento, a su habilidad y siempre, con un poquito de suerte me impulsaron a enfrentar el caos.

Gracias.


(Aplausos)

(Aplausos)
Gracias.

Soy muy afortunado de poder estar aquí.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/ed_gavagan_a_story_about_knots_and_surgeons/

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *