Saltar al contenido
Deberes escolares » Charlas educativas » Elyn Saks: Una historia de trastorno psiquiátrico, desde adentro. – Charla TEDGlobal 2012

Elyn Saks: Una historia de trastorno psiquiátrico, desde adentro. – Charla TEDGlobal 2012

Charla «Elyn Saks: Una historia de trastorno psiquiátrico, desde adentro.» de TEDGlobal 2012 en español.

«¿Le parece bien si destrozo toda su oficina?» le preguntó una vez Elyn Saks a su médico, y no bromeaba. En 2007 una académica en derecho, Saks, salió a la luz con su propia historia de esquizofrenia, controlada mediante medicamentos y terapia, pero siempre presente. En esta conmovedora charla, nos pide que veamos a las personas con trastornos psiquiátricos de manera clara, honesta y compasiva.

  • Autor/a de la charla: Elyn Saks
  • Fecha de grabación: 2012-06-27
  • Fecha de publicación: 2012-06-29
  • Duración de «Elyn Saks: Una historia de trastorno psiquiátrico, desde adentro.»: 892 segundos

 

Traducción de «Elyn Saks: Una historia de trastorno psiquiátrico, desde adentro.» en español.

Soy una mujer que sufre de esquizofrenia crónica.

He pasado cientos de días en hospitales psiquiátricos.

Podría haber pasado gran parte de mi vida en el último pabellón de un hospital.

pero no fue así.

De hecho, me las arreglé para mantenerme alejada de los hospitales por lo menos tres décadas, este es quizá, mi mayor logro.

Esto no significa que me haya alejado de todas las dificultades psiquiátricas.

Tras graduarme en la facultad de derecho de Yale y obtener mi primer trabajo como abogada, mi analista en New Haven, el Dr.

White, me anunció que cerrararía su consultorio en tres meses, muchos años antes de lo que lo que planeaba abandonar New Haven.

White me había sido de una gran ayuda, y solo pensar que se iría me dejaba hecha trizas.

Mi mejor amigo, Steve, presintiendo que ocurría algo grave, viajó hasta New Haven para estar conmigo.

Citaré algunos de mis escritos: «Abrí la puerta de mi apartamento.

Steve luego me dijo que, de todas las veces que me había visto psicótica, nada podría haberlo preparado para lo que vió ese día.

Hacía más de una semana que apenas comía.

Estaba demacrada.

Caminaba, como si mis piernas fuesen de madera.

Mi cara parecía y la sentía como una máscara.

Había cerrado todas las cortinas en el apartamento, así, aún en pleno día, el apartamento estaba sumido en casi una total oscuridad.

El aire era fétido, la habitación estaba patas arriba.

Steve, que es abogado y psicólogo, ha tratado muchos pacientes con trastornos psicológicos severos, y hasta hoy les diría que jamás había visto a alguien tan mal como a mí.

«Hola», le dije, y luego me dirigí al sofá, donde me senté en silencio durante un largo tiempo.

«Gracias por venir, Steve.» Derrumbándose el mundo, la palabra, la voz.

Dile a los relojes que se detengan.

Es hora.

Ha llegado la hora.» «White se va,» dijo Steve sombríamente.

«Me empujan hacia una tumba.

La situación es grave,» me lamento.

«La gravedad me tira hacia abajo.

Estoy asustada.

Diles que se vayan.»» De joven, estuve en un hospital psiquiátrico en tres ocasiones durante periodos prolongados.

Los médicos me diagnosticaron esquizofrenia crónica, y me dieron un pronóstico «grave».

Es decir que, en el mejor de los casos, se esperaba que viviera en una residencia y trabajara en puestos sin importancia.

Afortunadamente, el caso fue que no desarollé ese pronóstico.

En cambio, soy catedrática titular en abogacía, psicología y psiquiatría, en la facultad de derecho de USC Gould.

Tengo muchos amigos cercanos un esposo amado, Will, que nos acompaña aquí hoy.


(Aplausos)
Gracias.

Él es definitivamente la estrella de mi show.

Quisiera compartirles cómo sucedió esto, y también describirles mi experiencia de cómo es ser psicótica.

Me apuro a aclarar, que es mi experiencia, porque todos sufren la psicosis de manera diferente.

Empecemos con la definición de esquizofrenia.

La esquizofrenia es un trastorno cerebral.

Su característica distintiva es la psicosis, o haber perdido el contacto con la realidad Los delirios y las alucinaciones son el sello de este trastorno.

Los delirios son creencias falsas y rígidas que no son sensibles a la evidencia, y una alucinación, es una experiencia sensorial falsa.

Por ejemplo, cuando estoy psicótica, con frecuencia tengo la manía que he matado a cientos de miles de personas con mis pensamientos.

A veces tengo tengo la idea de que están por desencadenarse explosiones nucleares en mi cerebro.

En ocasiones, alucino, como esa vez que di vuelta y vi a un hombre levantando un chuchillo.

Imaginen tener una pesadilla mientras están despiertos.

A menudo, el habla y el pensamiento se desordenan hasta el punto de perder coherencia.

La asociación por asonancia involucra agrupar palabras que suenan parecido, pero que no tienen ningún sentido, y si se mezclan lo suficiente, se llama «ensalada de palabras.» Al contrario de lo que muchos creen, la esquizofrenia no es lo mismo que el trastorno de personalidad múltiple o de personalidad dividida La mente esquizofrénica no está dividida, sino hecha trizas.

Todos conocen a un vagabundo, descuidado, probablemente mal alimentado, parado afuera de un edificio de oficinas, balbuceando, hablando solo, o gritando.

Es probable que esta persona sufra de algún tipo de esquizofrenia.

Pero la esquizofrenia se presenta en una gran variedad de niveles socioeconómicos, y hay personas con este trastorno que son profesionales a tiempo completo con grandes responsabilidades.

Hace varios años, decidí escribir mis propias experiencias y mi crónica personal, y quisiera compartir un poco más esta historia con Uds., para transmitirles el punto de vista desde adentro.

El siguiente episodio ocurrió la séptima semana del primer semestre de mi primer año en la facultad de derecho de Yale.

Cito de mis notas: «Concerté una cita con mis dos compañeras de clase, Rebel y Val para encontrarnos en la biblioteca el viernes noche para trabajar en un ejercicio de clase.

Pero no pasó mucho tiempo antes de que yo hablara de una manera que no tenía ningún sentido.

«Los memos son visitas», les dije.

«Determinan ciertos puntos.

El punto está en sus cabezas.

Pat solía decirlo.

¿Han matado a alguien?

» Rebel y Val me miraron como si a ellas o a mí les hubiese caído un balde de agua fría.

«

¿De qué estás hablando, Elyn?

» «Oh, ya saben, lo de siempre.

Quién es qué y qué es quién, del cielo y el infierno.

Subamos al techo.

Es una superficie plana.

Es seguro.» Rebel y Val me siguieron la corriente y me preguntaron qué me pasaba.

«Este es mi verdadero yo», anuncié, sacudiendo mis brazos por encima de mi cabeza.

Y así fue como, tarde un viernes noche en el techo de la facultad de derecho de Yale, comencé a cantar, y no disimuladamente.

«Vengan al arbusto resplandeciente de Florida.

¿Quieren bailar?

» Una de ellas preguntó «

¿Estás drogada?

» «

¿Drogada?

¿Yo?

Para nada, sin drogas.

Vengan al arbusto resplandeciente de Florida, donde hay limones, donde se forman demonios.» «Me asustas», dijo una de ellas, y Rebel y Val se dirigieron nuevamente hacia la biblioteca.

Me encongí de hombros y las seguí.

Una vez adentro, le pregunté a mis compañeras si ellas también tenían la misma experiencia que yo, de palabras saltando de un lado a otro.

«Creo que alguien se infiltró en las copias de mis casos,» dije.

«Tenemos que vigilar el caso.

No creo en las articulaciones, pero evitan que el cuerpo se desarme.»» Es un ejemplo de asociaciones por asonancia: «Finalmente logré regresar a mi dormitorio, y una vez allí, no pude tranquilizarme.

Mi cabeza estaba llena de ruidos, de naranjos, y memos legales que no podía escribir y asesinatos en masa de los que sabía sería responsable.

Sentada en mi cama, me mecía adelante y atrás, gimiendo por miedo y aislamiento.» Este episodio llevó a mi primera hospitalización en los EE.UU.

Tuve dos episodios anteriores en Inglaterra.

Continúo con mis escritos: «A la mañana siguiente, fui a la oficina de mi profesor para pedir una prórroga en el trabajo de clase, y comencé a balbucear incomprensiblemente tal como lo había hecho la noche anterior, hasta que finalmente me llevó a la sala de emergencias.

Una vez allí, alguien, a quien solo llamaré ‘El Doctor’ y todo su equipo de matones, se abalanzaron, me levantaron en el aire y me tiraron a una cama de metal con tanta fuerza, que vi las estrellas.

Me ataron las piernas y brazos a la cama de metal con gruesas correas de cuero.

Salió un sonido de mi boca que nunca antes había oído: mitad gruñido, mitad grito, apenas humano y de terror puro.

Luego este sonido volvió a salir forzado desde algún lugar profundo de mi estómago y carraspeando salvajemente mi garganta.» Este episodio derivó en mi hospitalización involuntaria.

Una de las razones dadas por los médicos por haberme hospitalizado contra mi voluntad fue que yo estaba «gravemente discapacitada.» Para respaldar este punto, escribieron en mi historia clínica que no podía hacer mi tarea de la facultad de derecho de Yale.

Me preguntaba qué significaba eso respecto a los demás en New Haven
(Risas)
Durante el año siguiente, pasé cinco meses en un hospital psiquiátrico.

A veces pasaba hasta 20 horas en contención mecánica con los brazos atados, los brazos y piernas atadas, brazos y piernas atadas con una red con fuerza sobre mi pecho.

Nunca golpeé a nadie.

Jamás le hice daño a nadie.

Nunca amenacé directamente.

Si nunca han sido atados, seguramente tengan una imagen benévola de la experiencia.

No tiene nada de benévolo.

Cada semana, en los EE.UU., se estima que una de cada tres personas muere inmovilizada.

Se estrangulan, aspiran su propio vómito, se ahogan, tienen paros cardíacos.

No está claro si el uso de la contención mecánica de hecho salva vidas o cuesta vidas.

Mientras me preparaba para escribir mi nota estudiantil para el Yale Law Journal acerca de la contención mecánica, le consulté a un ilustre profesor de derecho quien también era psiquiatra, y dijo que por supuesto que él estaría de acuerdo en que la sujeción debe ser degradante, dolorosa y aterradora.

Me miró como dándome la razón, y me dijo: «Elyn, realmente no lo entiendes: Estas personas son psicóticas.

Son diferentes a ti y a mí.

No experimentan las sujeciones como lo haríamos nosotros.» En ese momento, no tuve el coraje de decirle, que no, que no somos tan diferentes de él.

No nos gusta, como a él tampoco, que nos aten a una cama y que después nos dejen sufriendo horas.

De hecho, hasta hace poco, y estoy segura que algunos lo siguen opinando, que las ataduras ayudan a los pacientes psiquiátricos a sentirse seguros.

Jamás conocí a un paciente psiquiátrico que acordara con esa opinión.

Actualmente, me gustaría decir que estoy a favor de la psiquiatría pero muy en contra de utilizar la fuerza.

No creo que la fuerza sea un tratamiento efectivo, y creo que utilizar la fuerza contra una persona terriblemente enferma es algo terrible.

Finalmente, vine a Los Ángeles a enseñar en la facultad de derecho en la Universidad de Southern California.

Durante años, me resistí a los medicamentos, haciendo muchos esfuerzos para dejarlos.

Sentía que si podía manejarme sin medicamentos, podría demostrar, después de todo, que no tenía una enfermedad mental, que se trataba de un terrible error.

Mi lema era cuantos menos medicamentos, menos defectuosa.

Mi analista en Los Ángeles, el Dr.

Kaplan, me instaba a que siguera medicada y continuara con mi vida, pero decidí que quería hacer un último esfuerzo para dejarlos.

Cito del texto: «Comencé a reducir las dosis de mis medicamentos, y poco tiempo después comencé a sentir los efectos.

Luego de regresar de Oxford, entré a la oficina de Kaplan, directamente a acurrucarme en un rincón, cubrí mi cara y comencé a temblar.

A mi alrededor sentía la presencia de entes malvados con dagas.

Me cortaban en finas lonchas y me hacían tragar carbones calientes.

Keplan luego me describiría como ‘retorciéndome agonizante.’ Aún en este estado, que él describía como psicosis directa y grave, me negaba a tomar más medicamentos.

La misión aún no estaba completa.

Inmediatamente después de la cita con Kaplan, fui a ver al Dr.

Marder, un experto en esquizofrenia, quien seguía mi caso por los efectos secundarios de los medicamentos.

El tenía la impresión de que yo padecía una psicosis leve.

Una vez en su oficina, me senté en el sillón, me doblé, y comencé a balbucear.

«Explosiones de cabezas y personas intentando matar.

¿Está bien si destrozo su oficina por completo?

» «Deberías irte si crees que vas a hacer eso,» dijo Marder.

«Bien.

Pequeño.

Fuego en hielo.

Diles que no me maten.

Diles que no me maten.

¿Qué hice mal?

Miles y miles con pensamientos, prohibiciones.» «Elyn,

¿sientes que eres peligrosa para tí misma o para otros?

Creo que necesitas estar en el hospital.

Puedo ingresarte inmediatamente, y todo puede ser muy discreto».

«Ja, ja, ja.

¿Me ofreces internarme en un hospital?

Los hospitales son malos, locos, tristes.

Uno debe mantenerse alejado.

Soy Dios, o solía serlo.»» En este punto del texto, donde dije: «Soy Dios, o solía serlo», mi esposo hizo una nota al margen.

Me preguntó: «

¿Renunciaste o te echaron?

»
(Risas)
«»Doy y quito vida.

Perdóname, porque no sé lo que hago.» Finalmente, me quebré ante mis amigos, y todos estaban convencidos de que debía tomar más medicamentos.

Ya no podía negar la verdad, y no podía cambiarla.

La pared que me separaba a mí, Elyn, profesora Saks, de esa mujer demente, hospitalizada hace algunos años, estaba hecha escombros.» Todo acerca de esta enfermedad dice que yo no debería estar aquí, pero aquí estoy.

Y creo que es así por tres razones: Primero, tuve un tratamiento excelente.

Terapia-psicoanalítica entre cuatro y cinco veces por semana, durante décadas que aún se mantiene, y excelente psicofarmacología.

Segundo, tengo muchos amigos y familia que me conocen y conocen mi enfermedad.

Estas relaciones le dieron sentido y profundidad a mi vida, y también me han ayudado a transitar mi vida a pesar de los síntomas.

Tercero, trabajo en un ambiente enormemente comprensivo en la facultad de derecho de USC.

Este es un lugar que no solo se ajusta a mis necesidades, sino que de hecho las acepta.

Además es un lugar estimulante a nivel intelectual, y ocupar mi cabeza con problemas complejos ha sido la mejor, más potente y confiable defensa contra mi enfermedad mental.

Aún con todo esto: el tratamiento excelente, familia y amigos maravillosos y ambiente de trabajo comprensivo; no hice pública mi enfermedad hasta hace relativamente poco tiempo, y eso fue porque el estigma de las enfermedades mentales es tan potente que no me sentía segura si los demás lo sabían.

Si no escuchan nada más hoy, por favor escuchen esto: No hay «esquizofrénicos.» Hay personas con esquizofrenia, y estas personas pueden ser sus esposos, sus hijos, sus vecinos, sus amigos, sus colegas.

Así que les comparto una reflexión final.

Debemos invertir más recursos en la investigación y tratamiento de enfermedades mentales.

Mientras mejor entendamos estos trastornos, mejor serán los tratamientos, y si hay mejores opciones podremos ofrecer más ayuda a las personas sin utilizar la fuerza.

Además, debemos dejar de criminalizar las enfermedades mentales.

Es una tragedia nacional y un escándalo que la prisión del condado de Los Ángeles sea la unidad psiquiátrica más grande de los EE.UU.

Las cárceles y prisiones de EE.UU.

están repletas de personas que sufren trastornos mentales severos, y mucho de ellos están allí porque nunca recibieron un tratamiento adecuado.

Facilmente, podría haber terminado yo allí, o en la calle.

Un mensaje para la prensa y la industria de entretenimiento: En general, han hecho un trabajo maravilloso luchando contra estigmas y prejuicios de todo tipo.

Por favor, sigan dejándonos ver personajes en sus películas, y obras de teatro que sufren trastornos mentales severos.

Represéntenlos compasivamente, y represéntenlos con toda la riqueza y profundidad de su experiencia, como personas, no como diagnósticos.

Recientemente, un amigo planteó una pregunta:

¿Si hubiese una píldora que pudiese tomar que me curaría instantáneamente, la tomaría?

Al poeta Rainer Maria Rilke le ofrecieron psicoanálisis.

Se negó, diciendo: «No me quiten a mis demonios, porque mis ángeles también podrían abandonarme.» Mi psicosis, por otro lado, es una pesadilla constante en la cual mis demonios son tan aterradores que todos mis ángeles ya me abandonaron.

Así que,

¿tomaría la píldora?

Inmediatamente.

Dicho esto, no quiero que piensen que me lamento de no haber tenido la vida que habría vivido, si no estuviese enferma, y tampoco pido a nadie que me tenga lástima.

Lo que preferiría decir es que la humanidad que compartimos es más importante que los trastornos mentales que podemos no compartir.

Lo que deseamos quienes sufrimos un trastorno mental es lo que cualquiera desea: citando a Sigmund Freud, «trabajar y amar.» Gracias.


(Aplausos)

(Aplausos)
Gracias.

Gracias.

Son muy amables.


(Aplausos)
Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/elyn_saks_a_tale_of_mental_illness_from_the_inside/

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *