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Jason Clay: cómo pueden las multinacionales ayudar a salvar la biodiversidad – Charla TEDGlobal 2010

Charla «Jason Clay: cómo pueden las multinacionales ayudar a salvar la biodiversidad» de TEDGlobal 2010 en español.

Si convencemos tan sólo a 100 empresas clave para que apoyen la sostenibilidad, Jason Clay, del WWF, asegura que los mercados globales se transformarían para proteger el planeta que estamos sobrexplotando. Esuchemos cómo a través de increíbles mesas redondas está logrando que grandes empresas rivales se pongan de acuerdo en prácticas ambientales sostenibles, aún antes de que sus productos lleguen a las tiendas.

  • Autor/a de la charla: Jason Clay
  • Fecha de grabación: 2010-07-09
  • Fecha de publicación: 2010-08-16
  • Duración de «Jason Clay: cómo pueden las multinacionales ayudar a salvar la biodiversidad»: 1169 segundos

 

Traducción de «Jason Clay: cómo pueden las multinacionales ayudar a salvar la biodiversidad» en español.

Me crié en una pequeña granja de Misuri.

Vivimos con menos de un dólar al día durante unos 15 años.

Conseguí una beca y fui a la universidad.

Estudié Agricultura Internacional y Antropología, y decidí que devolvería lo que me habían dado.

Pensaba trabajar con los propietarios de pequeñas granjas, para ayudarlos a salir de la pobreza.

Pensaba trabajar en desarrollo internacional.

Pero mi vida dio un giro y terminé aquí.

Aunque bien, no todo el mundo que se saca un doctorado y decide no dar clases acaba en un lugar como éste.

Es una opción.

Pero podrías terminar conduciendo un taxi en Nueva York.

Lo que encontré fue que empecé a trabajar con refugiados y víctimas de hambrunas, todos o casi todos propietarios de pequeñas granjas que habían sido expropiados y desplazados.

Lo que yo sabía hacer era investigaciones científicas sobre dichas personas.

Así que eso fue lo que hice: hallé cuántas de estas mujeres habían sido violadas en el traslado a los campos de refugiados.

Hallé cuántas personas habían sido encarceladas, cuántos miembros de la familia habían sido asesinados.

Estimé cuánto tiempo estarían allí y cuánto costaría alimentarlos.

Y me volví bastante bueno en predecir cuántas bolsas se necesitarían para los cadáveres de los que fallecerían en estos campos.

Pero eso es más bien tarea de Dios y no mía.

No es el tipo de trabajo que quiero hacer.

En 1988, estaba en una selva tropical, en un concierto benéfico de los Grateful Dead.

Allí conocí a alguien, el hombre de la izquierda.

Se llamaba Ben.

Y me preguntó: «

¿Qué puedo hacer para salvar la selva tropical?

«.

Y le dije: «Bueno, Ben,

¿tú a qué te dedicas?

«.

«Hago helado».

Así que le contesté: «Pues tienes que hacer un helado del bosque.

Y necesitas usar nueces de la selva para mostrar que éstas valen más como bosques tropicales que como pastos para el ganado».

Y me dijo: «De acuerdo».

Al cabo de un año, el helado «Rainforest Crunch» estaba en las tiendas.

Fue un gran éxito.

Conseguimos nuestro primer millón de dólares en transacciones comprando nuestros materiales a 30 días y vendiéndolos a 21.

Eso te sube la adrenalina.

Después conseguimos una línea de crédito de 4,5 millones de dólares porque en ese momento ya merecíamos la confianza de los bancos.

Controlábamos el 15% o el 20%, tal vez el 22% del mercado global de nueces de Brasil.

Pagábamos de dos a tres veces más que cualquier otro y todo el mundo empezó a pagar más a los recolectores de nueces de Brasil, porque si no nos las venderían a nosotros.

Fue un gran éxito.

Firmamos con 50 compañías y sacamos al mercado 200 productos que generaron 100 millones en ventas.

Pero fracasó.

¿Por qué fracasó?

Porque la gente que recolectaba las nueces de Brasil no era la misma que estaba arrasando la selva tropical.

La gente que ganaba dinero con las nueces de Brasil no era la misma que ganaba dinero con la tala del bosque.

Nos equivocamos de blanco.

Necesitábamos trabajar con la carne, necesitábamos trabajar con la madera, necesitábamos trabajar con la soja; cosas por las que no nos habíamos preocupado.

Pero volvamos a Sudán.

Normalmente hablo con los refugiados: «

¿Por qué el mundo occidental no se da cuenta de que las hambrunas las causan los burócratas y las políticas y no el clima?

«.

Y un día un granjero me respondió con una verdad trascendental: «No hay peor sordo que el que no quiere oír».


(Risas)
Bien, sigamos.

Vivimos en un planeta y nos tenemos que acostumbrar al hecho de que solamente tenemos uno, de que es un planeta finito.

Conocemos los límites de los recursos que tenemos.

Podemos usarlos de diferentes maneras.

Podemos poner en práctica ideas innovadoras, pero al fin y al cabo, es lo que es.

No hay más.

Hay una ecuación básica que no podemos ignorar: la población y su consumo han de tener algún tipo de relación con el planeta, y ahora mismo es totalmente asimétrica.

Nuestra investigación muestra que vivimos en un planeta y un tercio.

En 1990 dejamos de tener una relación sostenible con nuestro planeta.

Ahora consumimos 1,3 planetas.

Si fuéramos granjeros nos estaríamos comiendo las semillas.

Si fuéramos banqueros, estaríamos viviendo del capital, no de los intereses.

Esa es la situación actual.

Mucha gente prefiere pensar que la causa del problema está en otro sitio: el crecimiento de la población.

El crecimiento de la población es importante, pero también lo es la cantidad que consume cada persona.

En un mundo en el que el estadounidense medio consume 43 veces más que el africano medio, nos tenemos que dar cuenta de que tenemos un problema: el consumo.

No es sólo la población, y tampoco es un problema de «ellos»: nos concierne a nosotros.

Por eso no es solamente la cantidad de gente, sino su estilo de vida.

Hay bastantes pruebas— quizá no tengamos la mejor metodología, contrastada y a prueba de balas— pero hay suficientes pruebas que indican que el gato medio europeo tiene un mayor impacto ecológico durante su vida que el africano medio.

¿No creen que pueda ir a peor?

¿No tendríamos que preguntarnos cómo deberíamos usar los recursos de la Tierra?

Volvamos a revisar la ecuación.

En el año 2000, éramos seis mil millones de personas.

Consumían lo que consumían, digamos una unidad de consumo cada una.

Lo que da seis mil millones de unidades de consumo.

En 2050 seremos nueve mil millones: todos los científicos están de acuerdo.

También están de acuerdo en el hecho de que consumiremos el doble de lo que consumimos ahora.

Porque los ingresos en los países en vía de desarrollo van a multiplicarse por cinco, aunque la media mundial estará sobre el 2,9.

Así que en total habrá 18 mil millones de unidades de consumo.

¿Quién ha estado diciendo últimamente que necesitamos triplicar la producción de bienes y servicios?

Eso es lo que dicen las matemáticas, pero no lo vamos a lograr.

Podemos mejorar la productividad, podemos mejorar la eficiencia, pero también debemos reducir el consumo.

Necesitamos producir más con menos.

Necesitamos producir lo mismo con menos recursos y también consumir mucho menos.

Todos estos factores forman parte de la misma ecuación, la cual nos lleva a la siguiente pregunta clave:

¿deberían los consumidores poder elegir la sostenibilidad, los productos sostenibles?

¿Deberíamos poder comprar tanto productos sostenibles como otros que no lo son?

¿O todos los productos deberían ser sostenibles?

En un planeta finito puede que todo debiera ser sostenible, pero,

¿cómo lo conseguimos?

El consumidor estándar estadounidense compra en 1,8 segundos.

Bueno, seamos más generosos, digamos que en Europa la media ronda los 3,5 segundos.

¿Cómo puede un consumidor evaluar un producto cuando la información científica cambia cada semana o incluso cada día?

¿Logramos informarnos?

No, no lo hacemos.

Les voy a hacer algunas preguntas.

Un cordero criado en el Reino Unido,

¿incrementa más o menos el efecto invernadero que otro criado en Nueva Zelanda, congelado y luego transportado al Reino Unido?

Para el ganado vacuno,

¿es mejor la ganadería intensiva o la extensiva?

Las patatas orgánicas,

¿usan en realidad menos productos químicos tóxicos que las patatas convencionales?

En todos estos casos la respuesta es: «depende».

En cada caso, y en muchos otros, depende de quién lo produjo y cómo.

¿Puede un consumidor desenvolverse en este campo de minas?

No, no puede.

Puede tener muchas opiniones al respecto, pero nunca estará lo suficientemente informado.

La sostenibilidad ha de resolverse antes de la competencia.

Tiene que convertirse en algo que nos preocupe a todos.

Y para eso necesitamos una colusión.

Necesitamos que trabajen juntos grupos que nunca lo han hecho.

Necesitamos que Cargill y Bunge trabajen juntos, que Coca-Cola y Pepsi trabajen juntos.

Que también lo hagan Oxford y Cambridge, Greenpeace y el WWF.

Todos tenemos que trabajar juntos: también China y los EEUU.

Necesitamos administrar este planeta como si la vida nos fuera en ello, porque nos va, nos estamos jugando la vida.

Pero no podemos abarcarlo todo.

Incluso si conseguimos que todo el mundo participe, tenemos que tener una estrategia.

Necesitamos centrarnos en el dónde, el qué y el quién.

El lugar: hemos identificado 35 lugares en todo el mundo.

Estos lugares son los más ricos en biodiversidad y los más importantes desde el punto de vista de la dinámica entre ecosistemas.

Tenemos que trabajar en estos lugares, tenemos que salvarlos si queremos tener al menos una posibilidad de conservar la biodiversidad tal y como la conocemos.

Después identificamos las amenazas.

Éstas son las 15 materias primas que representan el mayor riesgo para estos lugares.

Bien debido a la deforestación, la degradación de los suelos, el uso del agua, el uso de pesticidas, la sobrepesca, etc.

Hemos localizado 35 lugares, hemos identificado 15 materias primas,

¿con quién podemos trabajar para cambiar el modo de producción de estas materias primas?

¿Podemos trabajar con los 6900 millones de consumidores?

Veamos, unas 7000 lenguas en total, de las cuales 350 principales…

muchísimo trabajo,

¿no?

No creo que nadie sea capaz de hacerlo de manera eficaz.

¿Podemos trabajar con 1500 millones de productores?

De nuevo, una tarea inabarcable.

Debe haber otra forma.

Unas 300 o 500 empresas controlan el 70% o más del mercado de cada una de las 15 materias primas que identificamos como las más significativas.

Si trabajamos con ellas y logramos cambiar su manera de hacer negocios, el resto vendrá solo.

Revisamos las 15 materias primas, aquí pueden ver nueve de ellas.

Las pusimos en una tabla junto con los nombres de las compañías que trabajan en su comercio.

Si uno revisa las 25 ó 30 primeros compañías de cada materia prima empieza a darse cuenta de que ¡Dios mío!, Cargill por aquí, Cargill por ahí, Cargill está en todos lados.

De hecho, ciertos nombres aparecen una y otra vez, así que volvimos a analizar los datos de otra manera.

Tomamos las 100 principales compañías y calculamos el porcentaje de las 15 materias primas que acaparaban, ya fuera en ventas o compras.

Y vimos que era el 25%.

Sólo 100 compañías controlan el 25% del comercio de las 15 materias primeras más significativas del planeta.

Podemos abarcar cien empresas, con cien compañías sí que podemos trabajar.

¿Por qué es importante este 25%?

Porque si todas estas empresas exigieran productos sostenibles transformarían el 40% ó 50% de la producción.

Las empresas pueden apremiar a los productores mucho más rápido que los consumidores.

Si las empresas lo exigen conseguiremos cambiar el modo de producción mucho antes que si esperamos a que lo hagan los consumidores.

Después de 40 años, el movimiento ecologista ha logrado acaparar el 0,7% del mercado alimentario.

No podemos esperar tanto.

No tenemos tanto tiempo.

Necesitamos un cambio que acelere el proceso.

Tampoco vamos a conseguirlo si trabajamos con las empresas de manera individual.

Necesitamos empezar a trabajar con toda la industria, así que hemos empezado con meses redondas en las que reunimos a toda la cadena productiva.

Desde los productores hasta las marcas y los minoristas.

Reunimos a la sociedad civil, las ONG, también traemos a científicos e investigadores para tener un debate bien documentado.

A veces se convierte en una batalla campal, en la que intentamos identificar los impactos más importantes de estos productos, cuáles son los puntos de referencia globales, qué impactos son aceptables, y a partir de todo esto desarrollamos nuestros criterios.

No es tan divertido como pueda parecer.

Comenzamos una mesa redonda sobre la acuicultura del salmón hará unos seis años, en la que reunimos a ocho entidades.

Creo que reunimos al 60% de la producción y al 25% de la demanda en esa mesa redonda.

3 de las 8 entidades estaban en pleitos entre ellas, e incluso así, a la semana siguiente conseguimos poner en marcha unos estándares de calidad comunes, revisados y certificados, para la acuicultura del salmón.

Es posible.


(Aplausos)

¿Qué es lo que empuja a las diferentes entidades a participar en estas mesas redondas?

Es el riesgo y la demanda.

Para las grandes empresas, está en juego su reputación.

Pero es que además no les importa el precio de las materias primas.

Sin materias primas, no hay negocio.

Les preocupa la disponibilidad, ya que su mayor peligro es quedarse sin producto que vender.

Respecto a los productores, quieren saber si los compradores quieren un producto producido de una manera determinada, por eso vienen a las mesas redondas.

Es la demanda lo que los trae.

Y ahora las buenas noticias.

Hace dos años identificamos 100 empresas clave.

En los últimos 18 meses hemos firmado acuerdos con 40 de esas 100 empresas, para trabajar con ellas en su cadena de suministro.

En los próximos 18 meses, firmaremos acuerdos con otras 40 empresas con las que también empezaremos a trabajar.

Lo que estamos haciendo ahora es pedirles a los directores ejecutivos de estas 80 empresas que nos ayuden a convencer a las últimas 20, para que se unan a las mesas redondas.

Dicen que no les gustan las ONG, que nunca han trabajado con ONG, que están preocupados por esto, que están preocupados por aquello…

Pero necesitamos trabajar juntos en esto.

Estamos poniendo toda la carne en el asador.

Estamos usando todos los trucos inimaginables para que vengan.

Una de las compañías que acaba de empezar (aunque sean sus primeros pasitos) su viaje hacia la sostenibilidad es Cargill.

Han patrocinado una investigación que demuestra, plantando árboles en suelo degradado, solamente en la isla de Borneo, podríamos duplicar la producción mundial de aceite de palma en los próximos 20 años.

Este estudio demuestra que la mayor rentabilidad del aceite de palma se consigue en suelo degradado.

También están estudiando la manera de que sus proveedores de aceite de palma consigan un certificado de calidad, y qué necesitarían cambiar para conseguir que una entidad externa las certificara.

¿Por qué es importante Cargill?

Porque Cargill controla del 20% al 25% del aceite de palma.

Si Cargill cambiara, toda la industria del aceite de palma se transformaría, o al menos el 40% ó 50%, que no es un porcentaje insignificante.

Aún más, Cargill, junto con otra empresa, exportan el 50% del aceite de palma que entra en China.

Si conseguimos que Cargill exporte aceite de palma sostenible a China, no necesitamos cambiar la producción de las empresas chinas.

Es una cuestión anterior a la competencia.

Todo este aceite de palma es bueno: compradlo.

Mars va por el mismo camino.

Mucha gente cree equivocadamente que Mars sólo se dedica al chocolate, pero de hecho se ha comprometido a comprar solamente pescado sostenible y certificado.

Y resulta que Mars, debido a su comida para animales, compra más pescado que Walmart.

Pero además están haciendo cosas muy interesantes con el chocolate, ya que, simplemente, quieren seguir ganando dinero en el futuro.

Y se han dado cuenta de que necesitan mejorar la producción de chocolate.

En una plantación cualquiera, el 20% de los árboles producen el 80% de la cosecha, por lo que Mars está analizando su genoma, está secuenciando el genoma del árbol del cacao.

Trabajan junto con IBM y el Dpto.

de Agricultura de EEUU y lo hacen público, porque quieren que todos tengamos acceso a esta información, porque quieren que todo el mundo los ayude a hacer el cacao más productivo y sostenible.

Se han dado cuenta de que si identifican los rasgos fenotípicos de la productividad y la tolerancia a la seguía, podrían producir un 320% más cacao con el 40% de la tierra.

El resto de la tierra podría utilizarse para otra cosa.

Es conseguir más con menos: así debe ser el futuro.

Y hacerlo público es algo inteligente.

No quieren dedicarse a la Propiedad Intelectual, sino al chocolate.

Quieren dedicarse al chocolate para siempre.

Mucha gente se queja del precio de la comida, pero en realidad el precio de los alimentos está bajando, aunque suene raro.

Y eso sucede porque los consumidores no pagan su verdadero coste.

Por ejemplo, el agua.

Si analizamos cuatro productos comunes, vemos que si comparamos lo que le costó al granjero producir esos productos, es decir, qué cantidad de agua invirtió, y cuánto se le pagó al granjero…

Si dividimos la cantidad de agua invertida por lo que se le pagó al granjero, éste no podría haber comprado esa cantidad de agua para ninguno de estos productos.

Ésa es la definición de externalidad: el agua es la subvención de la Naturaleza.

Coca-Cola, por ejemplo, ha trabajado mucho en el tema del agua.

Ahora mismo han firmado unos contratos por 17 años con agricultores en Turquía para venderle zumo a Europa.

Lo hacen porque quieren conseguir un producto más cercano al mercado europeo.

Pero no sólo compran el zumo, sino también los árboles que procesan el dióxido de carbono que se necesita para transportar el producto hasta Europa, y de esta manera compensan su impacto medioambiental.

Se compra dióxido de carbono con el azúcar, con el café, con la carne de vacuno.

A esto lo llaman «bundling» [asociación de gastos].

Y así consiguen incorporar el coste de las externalidades al precio del producto.

Debemos usar todo lo que hemos aprendido de las mejores empresas privadas del mundo para lograr implementar una política gubernamental que cambie la curva del rendimiento.

No podemos quedarnos en encontrar al mejor: debemos cambiar al resto.

El problema no es en qué pensamos, sino cómo pensamos.

Estas empresas ya han empezado a pensar diferente.

Han comenzado un viaje sin vuelta atrás y nosotros estamos en el mismo barco.

Debemos cambiar por completo nuestra manera de pensar el mundo.

Lo que ha sido sostenible en un planeta de 6 mil millones no lo será en uno de 9 mil millones.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/jason_clay_how_big_brands_can_help_save_biodiversity/

 

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