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Paul Bloom: los orígenes del placer – Charla TEDGlobal 2011

Charla «Paul Bloom: los orígenes del placer» de TEDGlobal 2011 en español.

¿Por qué nos gusta una pintura original más que una falsificación? El psicólogo Paul Bloom sostiene que los seres humanos somos esencialistas; que nuestras creencias sobre la historia de un objeto cambia la forma de experimentarlo, no sólo como una ilusión, sino como una característica profunda del placer (y del dolor).

  • Autor/a de la charla: Paul Bloom
  • Fecha de grabación: 2011-07-13
  • Fecha de publicación: 2011-07-27
  • Duración de «Paul Bloom: los orígenes del placer»: 977 segundos

 

Traducción de «Paul Bloom: los orígenes del placer» en español.

Hoy voy a hablar de los placeres de la vida cotidiana.

Pero quiero empezar con la historia de un hombre terrible y singular.

Este es Hermann Goering.

Goering secundó a Hitler en la Segunda Guerra Mundial, fue su sucesor designado.

Y al igual que Hitler Goering se creía coleccionista de arte.

Fue por Europa, en la Segunda Guerra Mundial, robando, extorsionando y, de vez en cuando, comprando varias pinturas para su colección.

Lo que realmente quería era algo de Vermeer.

Hitler tenía dos obras y él no tenía ninguna.

Así que finalmente encontró un comerciante de arte, un holandés llamado Han van Meegeren que le vendió un maravilloso Vermeer en lo que hoy serían 10 millones de dólares.

Y fue su obra de arte favorita.

Terminó la Segunda Guerra Mundial, Goering es capturado, juzgado en Nuremberg y finalmente sentenciado a muerte.

Después las fuerzas aliadas hallaron su colección y encontraron las pinturas; fueron a ver a la gente que se la vendió.

En algún momento la policía holandesa entró en Ámsterdam y arrestó a Van Meegeren.

Van Meegren fue acusado del delito de traición a la patria, que a su vez se castiga con la muerte.

Seis semanas después de su condena, Van Meegeren confesó.

Pero no confesó la traición.

Dijo: «Yo no le vendí una gran obra maestra a ese nazi.

La pinté yo mismo; soy un falsificador».

Nadie le creyó.

Y dijo: «Voy a demostrarlo.

Traigan un lienzo y pintura y voy a pintar un Vermeer mucho mejor del que le vendí a ese asqueroso nazi.

También necesito alcohol y morfina porque es la única manera en que puedo trabajar».


(Risas)
Le trajeron las cosas.

Pintó un Vermeer hermoso.

Y entonces retiraron los cargos de traición.

Tenía un cargo menor de falsificación, recibió una sentencia de un año y murió como un héroe para el pueblo holandés.

Hay mucho más para contar de Van Meegeren pero ahora quiero volver a Goering que aquí está representado en un interrogatorio de Nuremberg.

Goering era, a todas luces, un hombre terrible.

Incluso como nazi, era un hombre terrible.

Sus interrogadores estadounidenses lo describieron como un psicópata amistoso.

Pero se podía sentir simpatía por la reacción que tuvo al enterarse de que su pintura favorita era en realidad una falsificación.

Según su biógrafo: «Parecía como si por primera vez hubiese descubierto que había maldad en el mundo».


(Risas)
Y poco después se suicidó.

Había descubierto, después de todo, que la pintura que pensó era esto en realidad era eso.

Se parecían pero tenían distinto origen, era una obra distinta.

Pero no sólo él estaba conmocionado.

Cuando Van Meegeren fue a juicio, no podía dejar de hablar.

Y se jactó de las grandes obras maestras que él mismo había pintado que fueron atribuidas a otros artistas.

En particular, «La cena de Emaús» que fue vista como la mejor obra maestra de Vermeer, su mejor trabajo -la gente venía de todas partes del mundo para verla- y en realidad era una falsificación.

No era esa pintura, sino esa pintura.

Y cuando esto se descubrió, perdió todo su valor y se la llevaron del museo.

¿Por qué importa esto?

Psicólogos:

¿por qué el origen es tan importante?

¿Por qué respondemos tanto a nuestro conocimiento de dónde viene algo?

Bueno, hay una respuesta que mucha gente suele dar.

Muchos psicólogos como Veblen y Wolfe dirían que la razón por la cual tomamos tan en serio los orígenes es porque somos snobs, porque nos centramos en el status.

Entre otras cosas si uno quiere alardear de lo rico que es, de lo poderoso que es, siempre es mejor poseer un original que una falsificación porque siempre va a haber menos originales que falsificaciones.

No dudo de que eso juegue un papel pero hoy quiero convencerlos de que hay algo más.

Quiero convencerlos de que los humanos somos, en cierta medida, esencialistas natos.

Con esto quiero decir que no sólo respondemos a las cosas tal como las vemos o las sentimos u oímos.

Por el contrario, nuestra respuesta está condicionada por nuestras creencias, por lo que son, por su origen, por su constitución, por su naturaleza oculta.

Quiero sugerir que esto es cierto no sólo por la forma en que pensamos las cosas sino por cómo reaccionamos ante las cosas.

Quiero sugerir que el placer es profundo…

y que esto no es verdad sólo para los altos niveles de placer como el arte sino que incluso placeres en apariencia más simples están condicionados por nuestras creencias en las esencias ocultas.

Por ejemplo, la comida.

¿Comerían esto?

Bueno, una buena respuesta es: «Depende.

¿Qué es?

» Algunos lo comerían si es cerdo, pero no vaca.

Algunos lo comerían si es vaca, pero no cerdo.

Pocos lo comerían si es rata o humano.

Algunos sólo lo comerían si es tofu coloreado de manera extraña.

Eso no es tan sorprendente.

Pero lo más interesante es que el sabor percibido dependerá fundamentalmente de lo que piensen que están comiendo.

Se hizo una demostración de esto con niños pequeños.

¿Cómo se hace para que los niños no sólo sean más propensos a comer zanahoria y beber leche sino que les guste más comer zanahoria y beber leche y crean que tienen mejor sabor?

Es simple, díganles que son de McDonald’s.

Ellos creen que la comida de McDonald’s es más sabrosa y eso los lleva a experimentarlo como más sabroso.

¿Cómo se hace para que los adultos disfruten el vino?

Es muy simple: sáquenlo de una botella cara.

Hay docenas, quizá cientos de estudios que muestran que si uno cree que está bebiendo algo caro le parece que tiene mejor sabor.

Esto se hizo recientemente con una variante neurocientífica.

Pusieron a la gente en un escáner dMRI, y mientras estaban allí, con un tubo, les daban sorbos de vino.

Delante de ellos en una pantalla había información sobre el vino.

Todos, por supuesto, bebieron exactamente el mismo vino.

Pero si uno cree que está bebiendo un vino caro las partes del cerebro asociadas con el placer y la recompensa se iluminan como un árbol de Navidad.

No sólo uno dice que es más placentero, uno dice que le gusta más, realmente lo experimenta de otra manera.

O hablemos de sexo.

Estos son estímulos que he usado en algunos estudios.

Si uno les muestra a las personas estas imágenes dirán que son personas bastante atractivas.

Pero el grado de atractivo, el grado de movilización sexual o romántica que producen descansa fundamentalmente en quiénes creemos que estamos mirando.

Probablemente piensen que la foto de la izquierda es masculina y que la de la derecha es femenina.

Si esa creencia resulta errónea, producirá una diferencia.


(Risas)
Producirá una diferencia si resultan ser mucho más jóvenes o más viejos que lo que pensaban.

Producirá una diferencia si llegaran a descubrir que la persona que miran con lujuria es en realidad una versión disfrazada de su hijo o hija, su madre o su padre.

Saber que alguien es de su familia normalmente mata la libido.

Tal vez uno de los hallazgos más alentadores de la psicología del placer es que verse bien es mucho más que la apariencia física.

Si te gusta alguien, se ve mejor para ti.

Es por eso que los cónyuges de matrimonios felices tienden a pensar que sus esposos y esposas se ven mucho mejor de lo que el resto piensa.


(Risas)
Un ejemplo particularmente dramático de esto proviene de un trastorno neurológico conocido como síndrome de Capgras.

El síndrome de Capgras es un trastorno en el que uno experimenta un delirio específico.

Quienes sufren el síndrome de Capgras creen que las personas que más aman en el mundo han sido reemplazadas por duplicados perfectos.

A menudo el resultado del síndrome de Capgras es trágico.

Hay gente que ha matado a quien ama creyendo que ha matado a un impostor.

Pero hay al menos un caso en el que el síndrome de Capgras tuvo final feliz.

Esto fue grabado en 1931.

«La investigación describe a una mujer con síndrome de Capgras que se queja de su amante, mal dotado y con insuficiencia sexual».

Pero eso fue antes de contraer el síndrome de Capgras.

Luego de contraerlo, «ella estaba feliz de informar que había descubierto que él tenía un doble que era rico, viril, apuesto y aristocrático».

Por supuesto, era el mismo hombre, pero ella lo veía de manera diferente.

Como tercer ejemplo consideremos los productos de consumo.

Una de las razones por las que podría gustarnos algo es por su utilidad.

Uno puede ponerse zapatos; jugar al golf con palos de golf; y masticar chicles y no significar nada para uno.

Pero cada uno de estos tres objetos tiene valor más allá de lo que signifiquen para uno en base a su historia.

Los palos de golf eran de John F.

Kennedy y se vendieron a 3/4 de millón en una subasta.

El chicle fue masticado por la estrella pop Britney Spears y se vendió en varios cientos de dólares.

De hecho, hay un mercado floreciente en los alimentos a medio comer de las personas queridas.


(Risas)
Los zapatos son, quizás, los más valiosos de todos.

De acuerdo con un informe no confirmado, un millonario saudí ofreció 10 millones de dólares por este par de zapatos.

Fueron los arrojados a George Bush en una conferencia de prensa iraquí hace varios años.


(Aplausos)
Ahora bien, esta atracción por los objetos no sólo funciona con objetos de famosos.

Cada uno de nosotros, la mayoría de la gente, tenemos algo en nuestra vida literalmente irremplazable porque tiene un valor por su historia -quizá el anillo de bodas, tal vez los zapatos de bebé de sus hijos- y si se pierde, no se puede recuperar.

Podría conseguirse algo que se parezca pero nunca se podrá recuperar el mismo objeto.

Con mis colegas George Newman y Gil Diesendruck hemos analizado qué tipo de factores, qué tipo de historia, es importante en los objetos que a las personas les gustan.

En uno de nuestros experimentos le pedimos a la gente que nombre a un famoso que adora, una persona viviente que adora.

Una respuesta fue George Clooney.

Y luego les preguntamos: «

¿Cuánto pagarían por el suéter de George Clooney?

» Y la respuesta es una buena cantidad -más de lo que pagarían por un suéter nuevo, o por un suéter de alguien a quien no adoran.

Luego le preguntamos a otro grupo -les dimos distintas restricciones y distintas condiciones.

Así, por ejemplo, a algunas personas les dijimos: «Mira, puedes comprar el suéter pero no puedes decirle a nadie que te pertenece y no puedes revenderlo».

Eso bajó el valor del artículo sugiriendo que era una razón por la que nos gustaba.

Pero lo que realmente causa un efecto es decirle a la gente: «Miren, pueden revenderlo, pueden hacer alarde de esto pero antes de que llegue a ti se lava bien».

Eso provoca una caída enorme en el valor.

Como dijo mi esposa: «Has lavado los piojos de Clooney».


(Risas)
Así que volvamos al arte.

Me encanta un Chagall.

Me encanta el trabajo de Chagall.

Si la gente quisiera regalarme algo al final de la conferencia podría ser un Chagall.

Pero no quiero un duplicado, aunque no pueda distinguir la diferencia.

No se debe, o no se debe simplemente, a que soy snob y quiero alardear de tener un original.

Al contrario, es porque quiero algo que tenga su historia específica.

En el caso de la obra de arte la historia es especial, de hecho.

El filósofo Denis Dutton en su maravilloso libro «El instinto del arte» argumenta que «El valor de una obra de arte se basa en supuestos sobre el comportamiento humano que subyace a su creación».

Y eso podría explicar la diferencia entre un original y una falsificación.

Puede que se parezcan pero tienen historias diferentes.

El original típicamente es producto de un acto creativo la falsificación no lo es.

Creo que este enfoque puede explicar las diferencias en los gustos de la gente por el arte.

Esta es una obra de Jackson Pollock.

¿A quién le gusta la obra de Jackson Pollock?

Bueno.

¿A quién no le importa?

A ellos no les gusta.

No voy a hacer una afirmación sobre quién tiene la razón pero voy a hacer una afirmación empírica sobre las intuiciones de la gente y es que, si a uno le gusta la obra de Jackson Pollock, va a tender a creer más que la gente a la que no le gusta, que estas obras son difíciles de crear, que requieren mucho tiempo y energía y energía creativa.

Uso Jackson Pollock a propósito como ejemplo porque hay una joven artista estadounidense que pinta con un estilo similar al de Jackson Pollock, y su trabajo valió muchas decenas de miles de dólares -en gran parte porque es una artista muy joven.

Esta es Marla Olmstead que hizo la mayor parte del trabajo a los 3 años.

Lo interesante de Marla Olmstead es que su familia cometió el error de invitar al programa de televisión 60 Minutos II a su casa para filmar su pintura.

Y luego informaron que el padre la estaba asesorando.

Cuando esto salió en la televisión el valor de su arte cayó a la nada.

Era el mismo arte, físicamente, pero la historia había cambiado.

Me he centrado en las artes visuales pero quiero dar dos ejemplos de la música.

Este es Joshua Bell, un violinista muy famoso.

El periodista Gene Weingarten del Washington Post decidió reclutarlo para un experimento audaz.

La pregunta es:

¿cuánto le gustaría a la gente Joshua Bell, la música de Joshua Bell, si no supiera que estaba escuchando a Joshua Bell?

Llevó a Joshua Bell y su violín de un millón de dólares a una estación de metro de Washington D.C.

y se paró en la esquina a ver cuánto dinero hacía.

Este es un pequeño video de esto.

(Música de Violín) Después de estar allí tres cuartos de hora hizo 32 dólares.

No está mal.

Tampoco bien.

Al parecer, para disfrutar realmente la música de Joshua Bell uno tiene que saber que está escuchando a Joshua Bell.

En realidad hizo 20 dólares más pero eso no cuenta.

Porque vino una mujer, al final del video, vino.

Lo había oído en la Biblioteca del Congreso pocas semanas antes con ese asunto de la corbata negra extravagante.

Está sorprendida de que esté allí en la estación de metro.

Le da mucha lástima.

Busca en su bolso y le da un 20.


(Risas)

(Aplausos)
El segundo ejemplo de la música es de la composición moderna de John Cage, «4’33″».

Como muchos saben, esta es la composición en la que el pianista se sienta en un banco, abre el piano se sienta y no hace nada durante 4 minutos y 33 segundos -ese período de silencio.

Las personas tienen distintos puntos de vista de esto.

Pero lo que quiero señalar es que se puede comprar en iTunes.


(Risas)
Por 1,99 dólar se puede escuchar ese silencio que es diferente de otras formas de silencio.


(Risas)
Bueno, hablé mucho del placer pero lo que quiero sugerir es que todo lo que dije se aplica también al dolor y a lo que pensamos que estamos experimentando; la creencia respecto de su esencia afecta el grado de dolor.

Un experimento precioso fue realizado por Kurt Gray y Dan Wegner.

Conectaron a estudiantes de Harvard a una máquina de descarga eléctrica.

Les dieron una serie de descargas eléctricas dolorosas.

Una serie de 5 descargas dolorosas.

En la mitad de los casos les dijeron que iban a recibir descargas de alguien de otra sala pero la persona de la otra sala no sabe que le está dando descargas.

No hay maldad, sólo pulsa un botón.

La primera descarga se registra como muy dolorosa.

La segunda parece menos dolorosa porque uno ya está un poco acostumbrado.

La tercera, la cuarta, la quinta.

El dolor disminuye.

En la otra condición se les dice que la persona de la otra sala les da descargas a propósito; sabe que les está dando descargas.

La primer descarga duele muchísimo.

La segunda duele con la misma intensidad y la tercera, y la cuarta y la quinta.

Duelen más si uno cree que alguien lo hace a propósito.

El ejemplo más extremo de esto es que en algunos casos el dolor en ciertas circunstancias puede transformarse en placer.

Los humanos tenemos esta propiedad extraordinariamente interesante que a menudo buscamos pequeñas dosis de dolor en circunstancias controladas y eso nos da placer; como consumir chiles picantes y dar paseos en montaña rusa.

La idea fue muy bien resumida por el poeta John Milton; escribió: «La mente es su propio lugar, y en sí misma puede hacer un cielo del infierno, o un infierno del cielo».

Con esto voy a terminar.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/paul_bloom_the_origins_of_pleasure/

 

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