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Tali Sharot: La predisposición al optimismo. – Charla TED2012

Charla «Tali Sharot: La predisposición al optimismo.» de TED2012 en español.

¿Hemos nacido para ser optimistas en vez de realistas? Tali Sharot comparte los resultados de una nueva investigación que sugiere que nuestros cerebros están configurados para ver el lado positivo… y cómo esto puede ser tan peligroso como beneficioso.

  • Autor/a de la charla: Tali Sharot
  • Fecha de grabación: 2012-02-29
  • Fecha de publicación: 2012-05-14
  • Duración de «Tali Sharot: La predisposición al optimismo.»: 1060 segundos

 

Traducción de «Tali Sharot: La predisposición al optimismo.» en español.

Les voy a hablar del optimismo; o más específicamente, de la predisposición al optimismo.

Es una ilusión cognitiva que hemos estado estudiando en mi laboratorio en los últimos años, y que el 80% de nosotros tenemos.

Se trata de nuestra tendencia a sobreestimar la probabilidad de experimentar situaciones positivas y subestimar las posibilidades de experimentar situaciones negativas.

Así que subestimamos la posibilidad de sufrir cáncer o de tener un accidente automovilístico.

Sobreestimamos nuestra longevidad, nuestras posibilidades laborales.

En resumen, somos más optimistas que realistas, pero olvidamos los hechos.

Pongamos por ejemplo el matrimonio.

En la sociedad occidental, las tasas de divorcio son de un 40%.

Esto quiere decir que de cada cinco matrimonios, dos terminarán separándose.

Pero si preguntamos a unos recién casados sobre su posibilidad de divorciarse, consideran que está en 0%.

Incluso los abogados de divorcios, que deberían saberlo mejor que nadie, subestiman altamente sus propias posibilidades de divorciarse.

Resulta que los optimistas no tienen menos posibilidades de divorciarse, pero sí es más probable que vuelvan a casarse.

En palabras de Samuel Johnson, «Casarse otra vez significa el triunfo de la esperanza sobre la experiencia».


(Risas)
Si estamos casados, tenemos más posibilidades de tener hijos.

Y todos pensamos que nuestros hijos serán especialmente talentosos.

Esto por cierto, sucede con mi sobrino de dos años, Guy.

Y sólo quiero dejar absolutamente claro que él es muy mal ejemplo de la predisposición al optimismo, ya que de verdad, tiene un talento extraordinario.


(Risas)
Y no soy la única que lo piensa.

De cada cuatro británicos, tres dijeron que eran optimistas sobre el futuro de sus propias familias.

Eso es el 75%.

Sin embargo, sólo el 30% dijo que pensaba que a las familias en general, les va mejor que a la generación de sus abuelos.

Y este es un punto muy importante, porque somos optimistas sobre nosotros mismos, somos optimistas acerca de nuestros hijos, somos optimistas sobre nuestras familias, pero no somos tan optimistas acerca del tipo de al lado, y somos algo más pesimistas sobre el destino de nuestros conciudadanos y de nuestro país.

Pero el optimismo personal acerca de nuestro propio futuro permanece con insistencia.

Y esto no quiere decir que pensemos que las cosas saldrán bien por arte de magia, sino que tenemos la habilidad única de hacer que así suceda.

Soy una científica, hago experimentos.

Así que para mostrar lo que quiero decir, voy a hacer un experimento aquí con Uds.

Les doy una lista de habilidades y características, y quiero que piensen en cada una de ellas, dónde están situados en relación al resto de la población.

La primera es llevarse bien con los demás.

¿Quiénes de los presentes creen estar por debajo del 25%?

Bueno, eso es aproximadamente 10 personas entre 1500.

¿Quién cree estar por encima del 25%?

Eso es la mayoría.

Bueno, ahora hagamos lo mismo con la habilidad al volante.

¿Cuán interesante sois?

¿Cuán atractivos?

¿Cuán honestos?

Y finalmente,

¿cuán modestos?

Así que la mayoría de nosotros nos situamos por encima de la media en la mayoría de estas habilidades.

Ahora, esto es estadísticamente imposible.

No podemos ser todos mejores que los demás.


(Risas)
Pero si nos creemos mejores que los demás, eso significa que es más probable que consigamos ese ascenso, que sigamos casados, ya que somos más sociables, más interesantes.

Es un fenómeno global.

La predisposición al optimismo ha sido observada en muchos países diferentes, en culturas occidentales, en culturas no occidentales, en mujeres y hombres, en niños, en personas mayores.

Está bastante extendido.

Pero la pregunta es,

¿es esto bueno para nosotros?

Algunas personas dicen que no.

Algunas personas dicen que el secreto de la felicidad es tener bajas expectativas.

Creo que la lógica va más o menos así: si no tenemos expectativas de grandeza, si no esperamos encontrar el amor y estar sanos y tener éxito, entonces no vamos a decepcionarnos si estas cosas no suceden.

Y si no nos decepcionamos cuando no lleguen las cosas buenas, y estamos agradablemente sorprendidos cuando suceden, seremos felices.

Es una muy buena teoría, pero resulta ser incorrecta por tres razones.

Número uno: Pase lo que pase, tengas éxito o fracases, la gente con expectativas altas siempre se siente mejor.

Porque cómo nos sintamos cuando nos echan o nos nombran empleado del mes depende de cómo interpretemos esa situación.

Los psicólogos Margaret Marshall y John Brown estudiaron a estudiantes con expectativas altas y bajas.

Y descubrieron que cuando la gente con expectativas altas tiene éxito, lo atribuye a sus propias cualidades.

«Soy un genio, por lo tanto tengo un sobresaliente, por lo que conseguiré sobresalientes una y otra vez en el futuro».

Cuando fracasan, no es porque sean tontos, sino porque el examen simplemente era injusto.

La próxima vez lo harán mejor.

Las personas con expectativas bajas hacen exactamente lo contrario.

Cuando no aprueban, lo hacen porque son tontos, y cuando aprueban lo hacen porque el examen simplemente era muy fácil.

La próxima vez la realidad los alcanzará.

Así que se sienten peor.

Número dos: independientemente del resultado, el puro acto de la anticipación nos hace felices.

El economista del comportamiento George Lowenstein pidió a los alumnos de su universidad que se imaginaran recibiendo un apasionado beso de una celebridad cualquiera.

Entonces dijo, «

¿Cuánto están dispuestos a pagar para recibir un beso de una celebridad si el beso fuera dado inmediatamente, dentro de 3 horas, de 24 horas, de 3 días, en un año o 10 años más tarde?

» Descubrió que los estudiantes estaban dispuestos a pagar lo máximo para recibir el beso, no inmediatamente, sino para recibirlo 3 días después.

Están dispuestos a pagar extra por esperar.

Ahora, no estaban dispuestos a esperar un año o 10; nadie quiere a una celebridad envejecida.

Pero tres días parecía un tiempo óptimo.

¿Por qué?

Bueno, si recibes el beso ahora, está hecho y terminado.

Pero si recibes el beso dentro de 3 días, bueno, eso son 3 días de nerviosa anticipación, la emoción de la espera.

Los alumnos querían ese tiempo para imaginar dónde va a pasar, cómo va a pasar.

La anticipación les hace felices.

Esto es, por cierto, la razón por la que la gente prefiere el viernes al domingo.

Es un hecho realmente curioso, porque el viernes es un día laboral y el domingo es un día de placer, así que es de suponer que la gente prefiera el domingo, pero no es así.

Y no es porque les vuelva locos estar en la oficina y no puedan soportar pasear por el parque o almorzar tranquilamente.

Sabemos esto porque cuando preguntas a la gente sobre su día favorito de la semana, sorpresa, sorpresa; el sábado resulta ser el primero, después el viernes, después el domingo.

La gente prefiere el viernes porque el viernes trae consigo la anticipación del fin de semana que tienen por delante, de todos los planes que tienen.

El domingo, la única cosa que puedes anticipar es la semana laboral.

Los optimistas son personas que esperan más besos en su futuro, más paseos en el parque.

Y la anticipación aumenta su bienestar.

De hecho, sin la predisposición al optimismo, estaríamos todos un poco deprimidos.

Las personas con depresión leve, no tienen una predisposición cuando miran al futuro.

En realidad son más realistas que las sanas.

Sin embargo, las que sufren depresión severa, tienen una predisposición al pesimismo.

Por lo que tienden a esperar que el futuro sea peor de lo que resulta ser al final.

El optimismo cambia la realidad subjetiva.

Las expectativas que tenemos del mundo hacen que cambie la forma en que lo vemos.

Pero también cambia la realidad objetiva.

Actúa como una profecía autocumplida.

Y esta es la tercera razón por la que bajar tus expectativas no te hará feliz.

Experimentos controlados han demostrado que el optimismo no está solo relacionado con el éxito, sino que desemboca en éxito.

El optimismo nos lleva hacia el éxito en los estudios, los deportes y la política.

Y puede que el beneficio más sorprendente del optimismo sea en la salud.

Si esperamos un futuro brillante, el estrés y la ansiedad se reducen.

Así que, en general, el optimismo tiene muchos beneficios.

Pero lo que realmente me parece complicado es,

¿cómo mantenemos el optimismo ante la realidad?

Como neurocientífica, esto es especialmente complicado, porque de acuerdo con todas las teorías que hay, cuando tus expectativas no son alcanzadas, deberías alterarlas.

Pero esto no es lo que nos encontramos.

Pedimos a la gente que venga a nuestro laboratorio para intentar averiguar qué estaba pasando.

Les pedimos que calcularan sus posibilidades de experimentar en sus vidas una serie de terribles situaciones.

Por ejemplo,

¿cuál es la probabilidad que tienes de sufrir cáncer?

Y entonces les dijimos la probabilidad media de que alguien como ellos sufra esta desgracia.

Así que el cáncer, por ejemplo, es de un 30%.

Y entonces les preguntamos otra vez, «

¿Qué probabilidades tienes de sufrir cáncer?

» Lo que queríamos saber era si la gente tomaría la información que les dimos para cambiar lo que creen.

Y ya creo que lo hicieron.

Pero principalmente cuando la información que les dimos era mejor de lo que esperaban.

Por ejemplo, si alguien decía, «Mi probabilidad de padecer cáncer está alrededor del 50%», y nosotros decíamos, «buenas noticias.

La posibilidad media es de sólo el 30%», la vez siguiente ellos dirían, «Bueno quizás mi probabilidad está en torno al 35%».

Así que aprendieron rápida y eficientemente.

Pero si alguien empezaba diciendo, «La probabilidad que tengo de padecer cáncer es alrededor de un 10%», y le decíamos, «malas noticias.

La probabilidad media es de alrededor del 30%», la vez siguiente decían, «Sí.

Aún pienso que está alrededor del 11%».


(Risas)
Y no es que no hayan aprendido en absoluto; lo hicieron, pero mucho, mucho menos que cuando les dimos información positiva acerca de su futuro.

Y no se trata de que no recordaran las cifras que les dimos; todos recordaban que la probabilidad media de tener cáncer es de un 30% y que la probabilidad media de divorcio es de un 40%.

Pero no creían que esos números tuvieran relación con ellos.

Lo que esto significa es que las señales de alerta como estas pueden tener sólo un impacto limitado.

Sí, fumar mata, pero principalmente mata a los demás.

Lo que yo quería saber era qué estaba pasando dentro del cerebro humano que nos impide tomar personalmente estos signos de alerta.

Pero al mismo tiempo, cuando oímos que el mercado inmobiliario está esperanzado, pensamos, «Ah, mi casa definitivamente va a duplicar su precio».

Para experimentar y averiguar todo esto, pedí a los participantes en el experimento que mintieran durante un escáner de imagen.

Así se ve.

Y usando un método llamado resonancia magnética funcional, pudimos identificar las regiones del cerebro que estaban respondiendo a la información positiva.

Una de estas regiones se denomina circunvolución frontal inferior izquierda.

Así que si alguien decía, «La probabilidad que tengo de sufrir cáncer es del 50%», y nosotros decíamos, «Buenas noticias.

La media es del 30%», la circunvolución frontal inferior izquierda respondía con fuerza.

Y no importaba si eras extremada, o mediana, o ligeramente pesimista, la circunvolución frontal inferior izquierda de todos funcionaba perfectamente bien tanto si eras Barack Obama o Woody Allen.

En la otra parte del cerebro, la circunvolución frontal inferior derecha estaba respondiendo a las malas noticias.

Y aquí está la cosa; no estaba haciendo un buen trabajo.

Mientras más optimista fueras, era menos probable que esta región respondiera a la información negativa inesperada.

Y si tu cerebro está fallando al integrar malas noticias sobre el futuro, llevarás puestas constantemente tus gafas de color de rosa.

Queríamos saber,

¿podremos cambiar esto?

¿Podremos alterar el optimismo de la gente interfiriendo en la actividad cerebral de estas regiones?

Hay una manera de hacerlo.

Este es mi colaborador Ryota Kanai.

Y lo que está haciendo es pasar un pequeño pulso magnético a través del cráneo del participante en el estudio hacia su circunvolución frontal inferior.

Y haciendo esto, está interfiriendo en la actividad de esta región del cerebro durante aproximadamente media hora.

Después de esto todo vuelve a la normalidad, se los aseguro.


(Risas)
Veamos qué sucede.

Primero que nada, voy a mostrarles la cantidad media de predisposición que encontramos.

Si fuera a examinarles a todos Uds.

ahora, esta es la cantidad que aprenderían más de las buenas noticias comparado con las malas.

Ahora interferimos con la región que averiguamos que integra información negativa, y la predisposición al optimismo se hace incluso mayor.

Hacemos que la gente esté más predispuesta en el sentido en el que procesan la información.

Entonces interferimos en la región cerebral que encontramos que integra buenas noticias, y la predisposición al optimismo desapareció.

Estábamos asombrados con estos resultados porque fuimos capaces de eliminar una predisposición profundamente arraigada en los humanos.

Y llegados a este punto, paramos y nos preguntamos,

¿querríamos destrozar en pedacitos la ilusión del optimismo?

Si podemos hacerlo,

¿querríamos quitarle a la gente la predisposición al optimismo?

Bien, ya les he hablado de todos los beneficios que tiene la predisposición al optimismo, la cual probablemente haga quieran aferrarse a ella desesperadamente.

Pero por supuesto existen inconvenientes y sería realmente estúpido de nuestra parte, ignorarlos.

Tomemos como ejemplo este e-mail que he recibido de un bombero aquí en California.

Dice, «Investigaciones con bomberos sobre casos con víctimas mortales normalmente incluyen ‘No pensamos que el fuego fuera a hacer eso’ incluso cuando toda la información disponible estuviese allí para tomar decisiones seguras».

Este capitán va a emplear nuestros hallazgos acerca de la predisposición al optimismo para intentar explicar a los bomberos por qué piensan de la manera en que lo hacen, con el fin de hacerles del todo conscientes sobre la predisposición al optimismo de la gente.

Es que el optimismo no realista puede llevar a un comportamiento peligroso; al colapso financiero, a una planificación deficiente.

El gobierno británico, por ejemplo, ha reconocido que la predisposición al optimismo puede hacer que los individuos sean más propensos a subestimar el coste y la duración de los proyectos.

Así que han ajustado el presupuesto de las Olimpiadas del 2012 teniendo en cuenta la predisposición al optimismo.

Mi amigo que se casa dentro de unas semanas ha hecho lo mismo con su presupuesto para la boda.

Y por cierto, cuando le pregunté sobre de sus posibilidades de divorciarse, dijo que estaba seguro de que eran del 0%.

Lo que quisiéramos hacer, es protegernos a nosotros mismos de los peligros del optimismo, pero al mismo tiempo mantener la esperanza, beneficiándonos de los muchos frutos del optimismo.

Y creo que hay una manera de hacerlo.

La clave aquí es el conocimiento.

No nacemos con un entendimiento innato de nuestras predisposiciones.

Deben ser identificadas a través de la investigación científica.

Pero la buena noticia es que ser consciente de la predisposición al optimismo no destruye la ilusión.

Es como las ilusiones visuales, en las que entenderlas no las hace desaparecer.

Y esto es bueno porque significa que podríamos encontrar un equilibrio, cumplir los planes y las reglas para protegernos del optimismo no realista, pero al mismo tiempo permanecer esperanzados.

Creo que este dibujo lo refleja bien.

Ya que si eres uno de los pingüinos pesimistas de allá arriba que simplemente creen que no pueden volar, ciertamente nunca lo harás.

Porque para hacer cualquier tipo de progreso, necesitamos ser capaces de imaginar una realidad diferente, y además necesitamos creer que esa realidad es posible.

Pero si uno es un pingüino con un optimismo extremo que salta ciegamente al vacío esperando lo mejor, puede encontrar un pequeño desastre cuando llegue al suelo.

Pero si uno es un pingüino optimista que cree que puede volar, pero que se pone un paracaídas en la espalda por si las cosas no van exactamente como las ha planeado, volará como un águila, incluso si uno es sólo un pingüino.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/tali_sharot_the_optimism_bias/

 

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