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Una filosofía del éxito más benévola y moderada. – Charla TEDGlobal 2009

Charla «Una filosofía del éxito más benévola y moderada.» de TEDGlobal 2009 en español.

Alain de Botton examina nuestras ideas sobre el éxito y el fracaso, y cuestiona las suposiciones subyacentes a estas dos valoraciones. ¿El éxito es siempre merecido? ¿Lo es el fracaso? Hace una elocuente y aguda argumentación para ir más allá del esnobismo y encontrar verdadero placer en nuestro trabajo.

  • Autor/a de la charla: Alain de Botton
  • Fecha de grabación: 2009-07-21
  • Fecha de publicación: 2009-07-28
  • Duración de «Una filosofía del éxito más benévola y moderada.»: 1011 segundos

 

Traducción de «Una filosofía del éxito más benévola y moderada.» en español.

A mí me ocurren normalmente, esas crisis profesionales, a menudo, de hecho, las noches de domingo, justo cuando el sol comienza a ponerse y la distancia entre mis propias esperanzas y la realidad de mi vida, comienza a discrepar tan dolorosamente que normalmente termino sollozando en una almohada.

Menciono todo esto porque creo que no es solamente un problema personal.

Quizás piensen que me equivoco, pero creo que vivimos en una época en que nuestras vidas son afectadas regularmente por crisis profesionales, por momentos en que lo que creíamos saber sobre nuestras vidas, sobre nuestras carreras, entra en contacto con cierto tipo de amenazante realidad.

Quizás ahora sea más fácil que nunca ganar un buen sueldo.

Quizás es más difícil que nunca permanecer tranquilos, estar libres de ansiedad profesional.

Ahora quisiera analizar algunas de las razones por las que quizás sintamos ansiedad sobre nuestras carreras.

Porqué quizás seamos víctimas de esas crisis profesionales mientras sollozamos suavemente en nuestras almohadas.

Una de las razones por las que quizás estemos sufriendo es que estamos rodeados por esnobs.

En cierta manera, tengo malas noticias en particular para quien venga a Oxford del extranjero.

Hay un auténtico problema de esnobismo.

Porque a veces la gente de fuera del R.

U.

imagina que el esnobismo es algo característicamente británico obsesionado con casas de campo y títulos.

Las malas noticias es que eso no es cierto.

El esnobismo es un fenómeno mundial.

Somos una organización global.

Es un fenómeno mundial.

Existe.

¿Qué es un esnob?

Un esnob es cualquiera que toma una pequeña parte de ti y la utiliza para llegar a una visión completa de quién eres.

Eso es esnobismo.

Y el tipo dominante de esnobismo que existe hoy es el esnobismo ocupacional.

Lo encuentras a minutos de iniciada una fiesta cuando encaras esa famosa pregunta distintiva de comienzos del siglo XXI:

¿En qué trabajas?

Y de acuerdo a cómo respondas esa pregunta, la gente estará increíblemente encantada de verte o mirarán el reloj e inventarán excusas.


(Risas)
Ahora, lo opuesto a un esnob es tu madre.


(Risas)
No necesariamente tu madre, o lo mía, sino, como si fuese la madre ideal.

Alguien a quien no le interesan tus logros.

Desafortunadamente la mayoría de la gente no es nuestra madre.

La mayoría establece una estricta correlación entre cuánto tiempo y si quieres, amor, —no amor romántico aunque tal vez haya algo— sino amor en general, respeto, están dispuestos a otorgarnos, y eso estará estrictamente definido por nuestra posición en la jerarquía social.

Esa es la razón por la que nos preocupamos tanto por nuestras carreras y de porqué nos empezamos a preocupar tanto por bienes materiales.

Se nos dice a menudo que vivimos en una época muy materialista que todos somos codiciosos.

No creo que seamos particularmente materialistas.

Creo que vivimos en una sociedad que simplemente ha vinculado ciertas recompensas emocionales a la adquisición de bienes materiales.

No son los bienes materiales lo que queremos, son las recompensas.

Es una nueva forma de ver a los artículos de lujo.

La próxima vez que vean a alguien conduciendo un Ferrari no piensen: «Es alguien codicioso».

Piensen: «Es alguien increíblemente vulnerable y necesitado de amor».

En otras palabras…


(Risas)
sientan compasión, en lugar de desprecio.

Hay otras razones…


(Risas)
hay otras razones por las que ahora sentirse tranquilos es más difícil que nunca.

Una de ellas, y es paradójica porque está vinculada a algo más bien agradable es la esperanza que todos tenemos en nuestras carreras.

Nunca antes habían sido tan altas las expectativas de lo que los seres humanos pueden lograr durante sus vidas.

Se nos dice, desde muchos sitios, que cualquiera puede lograr lo que sea.

Nos hemos librado del sistema de castas.

Ahora estamos en un sistema en el que cualquiera puede elevarse a cualquier posición que guste.

Y es una idea hermosa.

La acompaña un espíritu de igualdad, todos somos básicamente iguales.

No hay jerarquías claramente definidas.

Hay un problema muy grande con esto y ese problema es la envidia.

Envidia, es un auténtico tabú mencionar la envidia pero si hay una emoción dominante en la sociedad moderna, es la envidia.

Y está vinculada al espíritu de igualdad.

Permítanme explicarlo.

Creo que sería muy inusual que alguien aquí, o de los que están viendo, tuviera envidia de la Reina de Inglaterra.

A pesar de que sea mucho más rica que cualquiera de ustedes, y de que tenga una casa enorme.

La razón por la que no la envidiamos es porque es muy rara.

Simplemente es demasiado extraña.

No podemos identificarnos con ella.

Habla raro.

Viene de un lugar peculiar.

Así que no nos identificamos.

Y cuando no te puedes identificar con alguien, no lo envidias.

Cuanto más cercanas sean dos personas, en edad, en trayectoria en el proceso de identificarse, mayor es el peligro de envidia.

Lo cual por cierto es el porqué nunca deberían ir a reuniones de exalumnos porque no hay punto de referencia más fuerte que los compañeros de escuela.

Pero el problema es que, en general, la sociedad moderna ha convertido al mundo entero en una escuela.

Todos usan jeans, todos son iguales.

Y sin embargo, no lo son.

Así que hay un espíritu de igualdad, combinado con profundas desigualdades.

Lo que contribuye a una situación muy estresante.

Quizás es tan improbable que en la actualidad llegues a ser tan rico y famoso como Bill Gates como era de improbable en el siglo XVII acceder a la jerarquía de la aristocracia francesa.

Pero el punto es que no se siente así.

Se hace sentir, por revistas y otros medios de comunicación que si tienes la energía, unas cuantas ideas brillantes sobre tecnología un garaje, tú también podrías empezar algo grande.


(Risas)
Y las consecuencias de este problema se perciben en las librerías.

Cuando vas a una librería grande y miras la sección de autoayuda como yo a veces hago si analizas los libros de autoayuda que se producen actualmente, son básicamente de dos tipos.

El primero te dice: «¡Puedes hacerlo! ¡Puedes triunfar! ¡Todo es posible!» Y el otro tipo te dice como lidiar con lo que educadamente llamamos «baja autoestima» y descortésmente «sentirte pésimo sobre ti mismo».

Existe una auténtica correlación entre una sociedad que le dice a la gente que pueden hacer cualquier cosa y la existencia de baja autoestima.

Así que esa es otra forma en la que algo muy positivo puede tener un efecto desagradable.

Hay otra razón por la que quizás nos sintamos más ansiosos sobre nuestras carreras, sobre nuestro estatus en el mundo, hoy más que nunca.

Y está de nuevo vinculada a algo bonito.

Y a ese algo bonito se le llama meritocracia.

Todos, todo político de izquierda o derecha está de acuerdo en que la meritocracia es algo grandioso y que deberíamos intentar volver meritocracias reales nuestras sociedades.

En otras palabras,

¿qué es una sociedad meritocrática?

Es una en la que si tienes talento, energía y habilidad llegas a la cima.

Nada debería detenerte.

Es una hermosa idea, el problema es que si de verdad crees en una sociedad en la que aquellos que merecen llegar a la cima, llegan a la cima también, por implicación y de forma bastante horrible crees en una sociedad donde aquellos que merecen llegar al fondo también llegan al fondo y se quedan ahí.

En otras palabras, tu posición en la vida llega a considerarse no accidental sino digna y merecida.

Y eso vuelve al fracaso mucho más aplastante.

En la Edad Media, en Inglaterra cuando conocías una persona muy pobre esa persona sería descrita como un «desafortunado» literalmente, alguien que no ha sido bendecido por la fortuna, desafortunado.

Hoy, en particular en Estados Unidos, si conoces a alguien del fondo de la sociedad sería, cruelmente, descrito como un «perdedor».

Hay una real diferencia entre ser un desafortunado y ser un perdedor, y eso muestra 400 años de evolución social y de la creencia de quién es responsable de nuestras vidas.

Ya no son los dioses, somos nosotros.

Nosotros estamos al mando.

Eso es estimulante si te está yendo bien y muy aplastante si no.

Lleva, en los peores casos, en el análisis de un sociólogo como Emil Durkheim, a tasas mayores de suicidios.

Hay más suicidios en países desarrollados individualistas que en ninguna otra parte del mundo.

Y en parte es que la gente toma lo que le sucede de forma extremadamente personal.

Son responsables de su éxito, pero también de su fracaso.

¿Hay algún alivio para alguna de esas presiones que he estado describiendo?

Creo que lo hay.

Mencionar algunos.

Tomemos la meritocracia, la idea de que todos merecen llegar a donde llegan.

Creo que es una idea descabellada, totalmente descabellada.

Apoyaré cualquier político de izquierda o derecha con una idea medio decente meritocrática.

Soy un meritócrata en ese sentido.

Pero creo que es demente creer que alguna vez construiremos una sociedad genuinamente meritocrática.

Es un sueño imposible.

La idea de que haremos una sociedad donde literalmente todos serán asignados los buenos en la cima y los malos en el fondo y que sea hecho exactamente como se debe, es imposible.

Simplemente hay demasiados factores aleatorios: accidentes, accidentes de nacimiento, accidentes de cosas cayendo en la cabeza, enfermedades, etc.

Nunca conseguiremos evaluarlos.

Nunca evaluaremos a las personas como se debería.

Me atrae una encantadora cita de San Agustín en «La Ciudad de Dios» que dice: «Es un pecado juzgar a cualquier hombre por su puesto».

En español moderno significaría: Es un pecado decidir con quién debes hablar basado en su tarjeta de presentación.

No es el puesto el que debería contar.

Y de acuerdo a San Agustín sólo Dios es quien puede poner a todos en su lugar y lo hará el Día del Juicio con ángeles y trompetas, y los cielos se abrirán.

Idea descabellada, si eres una persona laica como yo.

Sin embargo hay algo muy valioso en esa idea.

En otras palabras, contente a la hora de juzgar a las personas.

No necesariamente sabes cuál es el auténtico valor de alguien.

Es algo desconocido de él y no deberíamos comportarnos como si fuera algo conocido.

Hay otra fuente de alivio y confort para todo esto.

Cuando pensamos sobre fracasar en la vida, en el fracaso, una razón para temerlo no es sólo la pérdida de ingreso o de estatus.

Lo que tememos es el juicio y ridículo de los otros.

Y eso existe.

El instrumento número uno del ridículo hoy, es el periódico.

Si lo abren cualquier día está lleno de gente que arruinó sus vidas.

Durmió con la persona equivocada, tomó la sustancia equivocada aprobó la ley equivocada.

Lo que sea.

Y ahora son dignos de ridiculizar.

Es decir, han fracasado y son descritos como «perdedores».

¿Hay alguna alternativa a esto?

Creo que la tradición occidental muestra una gloriosa alternativa.

Y es la tragedia.

El arte trágico, como se desarrolló en los teatros de la antigua Grecia en el siglo V a.C.

era en esencia una forma de arte dedicada a registrar cómo fracasa la gente y también a otorgarles un nivel de simpatía que la vida ordinaria no les daría necesariamente.

Recuerdo que hace unos años pensaba acerca de esto y fui a ver al «The Sunday Sport» un tabloide que no les recomiendo que empiecen a leer si no lo conocen ya.

Fui a hablarles sobre algunas de las grandes tragedias del arte occidental.

Y quería ver cómo tomarían la esencia de ciertas historias si éstas les llegaran como noticias a su escritorio la tarde de un sábado.

Les conté sobre Otelo.

No lo conocían pero les fascinó.


(Risas)
Y les pedí que escribieran el titular para la historia de Otelo.

Salieron con: «Inmigrante loco de amor mata hija de senador» puesto en el encabezado.

Les di el argumento de Madame Bovary otro libro que les encantó descubrir y escribieron: «Adúltera despilfarradora toma arsénico después de fraude crediticio».


(Risas)
Y mi favorita, realmente tienen cierta clase genio propio esta gente.

Mi favorito es «Edipo Rey» de Sófocles.

«El sexo con mamá fue cegador».


(Risas)

(Aplausos)
De cierto modo, en un extremo del espectro de la simpatía tienen al tabloide y en el otro extremo tienen a la tragedia y al arte trágico.

Y argumento que deberíamos aprender un poquito sobre lo que ocurre en el arte trágico.

Sería de locos llamar perdedor a Hamlet, él no es un perdedor, aunque haya perdido.

Creo ese es el mensaje de la tragedia para nosotros, y porqué es tan, tan importante, creo.

Lo otro de la sociedad moderna y que nos causa esta ansiedad es que no tenemos nada en su centro que sea no-humano.

Somos la primera sociedad en vivir en un mundo en el que no adoramos a nada más que a nosotros mismos.

Tenemos una opinión muy alta de nosotros, y así deberíamos.

Hemos puesto gente en la Luna, hemos hecho toda clase de cosas extraordinarias.

Así que tendemos a adorarnos a nosotros mismos.

Nuestros héroes son héroes humanos.

Eso es una situación muy nueva.

La mayoría de sociedades tuvo en su centro la adoración de algo trascendente, un dios un espíritu, una fuerza natural, el universo.

Lo que fuera, es alguna otra cosa lo que es adorado.

Hemos perdido algo el hábito de hacer eso y es la razón, creo de que nos atraiga tanto la naturaleza.

No por nuestra salud, aunque sea presentado así sino porque es un escape del hormiguero humano de nuestra propia competición y nuestros propios dramas.

Y por eso es que disfrutamos ver glaciares y océanos y contemplar a la Tierra desde el exterior, etc.

Nos gusta sentirnos en contacto con algo que no es humano y eso nos resulta tan profundamente importante.

Creo que he hablado en realidad de éxito y fracaso y algo interesante sobre el éxito es que creemos saber qué significa.

Si les dijera que hay alguien muy exitoso detrás la pantalla, ciertas ideas vendrían de inmediato a la mente.

Pensarían que quizás esa persona ganó mucho dinero, alcanzó renombre en algún campo.

Mi propia teoría del éxito, y estoy muy interesado en el éxito, de verdad quiero ser exitoso siempre pienso: «

¿Cómo podría tener más éxito?

«.

Pero al envejecer, matizo mucho lo que «éxito» pudiera significar.

He aquí un descubrimiento que he hecho sobre el éxito.

No puedes tener éxito en todo.

Oímos hablar mucho sobre el equilibrio entre vida y trabajo.

Tonterías.

No puedes tener todo.

No puedes.

Así que toda visión del éxito debe admitir qué se está perdiendo, dónde está la pérdida.

Y creo que toda vida sabia aceptará que habrá un elemento donde no estamos triunfando.

Y el detalle sobre una vida exitosa es que muchas veces nuestras ideas sobre lo que significaría vivir exitosamente, no son nuestras.

Son absorbidas de otras personas.

Principalmente, si eres hombre, de tu padre.

Y si eres mujer, de tu madre.

El psicoanálisis ha recalcado este mensaje por unos 80 años.

nadie hace mucho caso, pero creo bastante que es verdad.

Y también absorbemos mensajes de todo, desde la TV, la publicidad hasta el marketing, etc.

Esas son fuerzas enormemente poderosas que definen lo que queremos y cómo nos vemos a nosotros mismos.

Cuando nos dicen que ser banquero es un profesión muy respetable muchos queremos ser banqueros cuando ya no es tan respetable, perdemos interés en serlo.

Estamos muy abiertos a la sugestión.

Lo que quiero argumentar no es que debamos abandonar nuestras ideas del éxito, sino que deberíamos asegurarnos de que son nuestras.

Debemos enfocarnos en nuestras propias ideas y asegurarnos de que somos dueños de ellas que de verdad somos los autores de nuestras propias ambiciones porque ya es malo no conseguir lo que quieres, es incluso peor tener una idea de lo que quieres y descubrir, al final del camino que no es, de hecho, lo que querías desde el principio.

Voy a terminar aquí pero lo que de verdad quiero enfatizar es que ciertamente, sí al éxito.

Pero aceptemos lo ajeno de algunas de nuestras ideas.

Verifiquemos nuestras nociones sobre el éxito.

Asegurémonos de que nuestras ideas sobre el éxito son verdaderamente nuestras.

Muchas gracias.


(Aplausos)
Chris Anderson: Eso fue fascinante.

¿Cómo reconcilias la idea de que es malo pensar de alguien como un perdedor con la idea que a muchos gusta, de tomar el control de tu vida y que una sociedad que favorece eso quizás tenga que tener algunos ganadores y perdedores?

Alain de Botton: Sí.

Yo creo que es simplemente el azar existente en el proceso de perder y ganar lo que quería enfatizar porque hoy día hay muchísimo énfasis en la justicia de todo y los políticos siempre hablan de justicia.

Soy un firme creyente en la justicia, simplemente creo que es imposible.

Así que deberíamos hacer todo lo que podamos para alcanzarla pero a fin de cuentas debemos recordar siempre que quien sea que tengamos enfrente, lo que sea haya pasado en sus vidas habrá un fuerte elemento de azar y es eso para lo que intento dejar espacio porque de otra manera se vuelve muy claustrofóbico.

CA: Es decir,

¿crees poder combinar tu más benévola y moderada filosofía del trabajo con una economía exitosa?

¿O crees que no puedes, pero que no importa demasiado que pongamos tanto énfasis en eso?

AB: La perspectiva pesadilla es que asustar a la gente es la mejor forma de hacerla trabajar y que de alguna forma, entre más cruel sea el entorno, más personas se pondrán a la altura del desafío.

Deberías pensar,

¿quién te gustaría como tu papá ideal?

Y tu papá ideal es alguien que es duro pero amable.

y es una línea muy difícil de trazar.

Necesitamos padres, por así decirlo, figuras paternas ejemplares en la sociedad evitando los dos extremos por un lado el autoritario, disciplinario y por el otro el laxo, la opción sin reglas.

CA: Alain de Botton.

AB: Muchas gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/alain_de_botton_a_kinder_gentler_philosophy_of_success/

 

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