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Dalia Mogahed: Las actitudes que iniciaron la primavera árabe – Charla TEDxSummit

Charla «Dalia Mogahed: Las actitudes que iniciaron la primavera árabe» de TEDxSummit en español.

La encuestadora Dalia Mogahed comparte información sorprendente sobre las actitudes y esperanzas del pueblo egipcio antes de la primavera árabe… con un enfoque especial en el papel de las mujeres para iniciar el cambio.

  • Autor/a de la charla: Dalia Mogahed
  • Fecha de grabación: 2012-04-19
  • Fecha de publicación: 2012-05-30
  • Duración de «Dalia Mogahed: Las actitudes que iniciaron la primavera árabe»: 872 segundos

 

Traducción de «Dalia Mogahed: Las actitudes que iniciaron la primavera árabe» en español.

Mi charla de hoy es sobre algo de lo que algunos tal vez hayan oído hablar: la primavera árabe.

¿Alguien sabe algo de eso?


(Aplausos)
En 2011, el poder pasó, de algunas personas a muchas, de oficinas ovales a plazas, de ondas custodiadas a redes libres.

Pero antes de que Tahrir fuera un símbolo global de liberación, existían encuestas representativas que ya estaban dándole una voz a la gente de maneras más discretas, pero igual de poderosas.

En Gallup, estudio las sociedades musulmanas de todo el mundo.

Desde 2001, hemos entrevistado a cientos de miles de personas: viejos y jóvenes, hombres y mujeres, con y sin educación.

Mi charla de hoy parte de esta investigación para explicar la rebelión de los árabes y qué es lo que quieren ahora.

Esta región es muy diversa y cada país es único.

Pero aquellos que se revelaron compartían quejas y hoy en día tienen demandas similares.

Voy a centrar gran parte de mi charla en Egipto.

Por supuesto, no tiene nada que ver que haya nacido allí.

Pero es el mayor país árabe y también uno de los que tienen más influencia.

Pero terminaré ampliando la visión que se tiene de la región para tratar los temas mundanos de las visiones religiosas y políticas árabes y cómo esto afecta a las mujeres, lo que revela algunas sorpresas en el camino.

Luego de analizar bastante información, descubrimos esto: el desempleo y la pobreza no fueron lo único que llevó a las revueltas árabes del 2011.

Si un acto de desesperación de un vendedor de frutas tunecino desató estas revoluciones, el detonante fue la diferencia entre la realidad árabe y sus expectativas.

Para explicarles a qué me refiero, consideren esta tendencia en Egipto.

En el papel, al país le iba muy bien.

De hecho, atraía a cientos de organizaciones multinacionales debido a su crecimiento económico.

Pero la realidad era muy distinta de la apariencia.

En 2010, justo antes de la revolución, a pesar de que el PIB per cápita había crecido un 5 % durante varios años, los egipcios nunca habían estado peor.

Y esto es muy inusual porque no es de extrañarse que en todo el mundo, la gente se sienta mejor a medida que su país se enriquece, dado que tienen mejores oportunidades de trabajo y su estado ofrece mejores servicios sociales.

Pero en Egipto pasaba lo contrario.

A medida que el país se enriquecía, el desempleo aumentaba y la satisfacción de la gente en temas como la vivienda y la educación, caía en picada.

Pero no se trataba nada más de rabia contra la injusticia económica.

Había una gran añoranza del pueblo por la libertad.

Al contrario de la teoría del choque de civilizaciones, los árabes no despreciaban la libertad occidental, la deseaban.

Ya en el 2001, le preguntamos a los árabes y musulmanes en general de todo el mundo, qué era lo que más admiraban de Occidente.

Entre las respuestas más frecuentes estaban la libertad y la justicia.

En sus propias palabras a una pregunta abierta escuchamos: “Su sistema político es transparente y sigue a la democracia en su verdadero sentido”.

Otros dijeron que era “la libertad y ser tolerantes los unos con los otros”.

Unas mayorías del 90 % y más en Egipto, Indonesia e Irán nos dijeron en 2005 que si redactaran una nueva constitución para un nuevo país hipotético, garantizarían la libertad de expresión como un derecho fundamental, especialmente en Egipto.

El 88 % dijo que pasar a una democracia mayor ayudaría a los musulmanes a progresar…

el porcentaje más alto de cualquier otro país que hayamos encuestado.

Pero junto a estas aspiraciones democráticas había una realidad cotidiana muy distinta, especialmente en Egipto.

Mientras muchos aspiraban a la democracia, eran la población del mundo que menos había expresado su opinión ante un funcionario público en el último mes; solo un cuatro por ciento.

Mientras que el desarrollo económico enriqueció a algunos, dejó más pobres a muchos.

A medida que la gente se sentía menos libre, se sentía también más descuidada.

Y en vez de ver a los antiguos regímenes como padres generosos y quizá sobreprotectores, los veían como guardias de prisión.

Así que los egipcios dieron por terminado el mandato de 30 años de Mubarak, y potencialmente serían un ejemplo para la región.

Si Egipto logra construir una sociedad basada en el respeto a la ley, podrían ser un modelo.

Sin embargo, si no se abordan los problemas que desataron la revolución, las consecuencias podrían ser catastróficas; no solo para Egipto, sino para toda la región.

Algunos dicen que los indicios no son buenos.

Los islamistas, no los jóvenes liberales que iniciaron la revolución, ganaron como mayoría en el parlamento.

El consejo militar ha golpeado a la sociedad civil y sus protestas y la economía del país continúa sufriendo.

Sin embargo, evaluar a Egipto tomando solo eso en cuenta, es ignorar la verdadera revolución.

Porque los egipcios son más optimistas de lo que han sido en años, tienen menos divisiones religiosas de lo que pensaríamos y están listos para las exigencias de la democracia.

No importa si apoyan a los islamistas o a los liberales, las prioridades de los egipcios para este gobierno son idénticas, y son el trabajo, la estabilidad y la educación, no las políticas morales.

Pero principalmente, por primera vez en décadas, esperan ser participantes activos, no espectadores, en los asuntos del país.

Hace un par de semanas, estaba en una reunión con un grupo de parlamentarios recién electos de Egipto y Túnez.

Y lo que realmente me sorprendió de ellos fue que no solo eran optimistas, sino que me pareció que estaban algo nerviosos, a falta de una mejor palabra.

Uno me dijo: “Nuestro pueblo solía ir a los cafés para ver el fútbol” –o “soccer”, como decimos en Estados Unidos– “y ahora se reúne para ver al Parlamento”.


(Risas)
“En serio, nos están viendo y no podemos evitar preocuparnos de que no llenemos sus expectativas”.

Y lo que también me sorprendió es que hace menos de 24 meses, era la gente la que estaba nerviosa si el gobierno la veía.

Y la razón por la que esperan tanto es porque tienen una nueva esperanza en el futuro.

Justo antes de la revolución dijimos que los egipcios nunca habían estado peor en sus vidas, y no solo eso, sino que pensaban que su futuro no sería mejor.

Lo que en realidad cambió luego del derrocamiento de Mubarak no fue que la vida mejoró.

En realidad se hizo más difícil.

Pero las expectativas de la gente por su futuro se incrementaron significativamente.

Y esta esperanza, este optimismo, soportó un año de transición turbulenta.

Una razón de ser de este optimismo es, contrario a lo que mucha gente ha dicho, que la mayoría de los egipcios piensan que las cosas han cambiado de muchas maneras.

Así que mientras lo egipcios eran conocidos por la poca participación de sus electores en las elecciones antes de la revolución, la última elección tuvo una concurrencia del 70 % de votantes…

hombres y mujeres.

Mientras que en el 2010 solo un cuarto creía a medias en la honestidad de las elecciones –me sorprende que haya sido un cuarto– el 90 % pensó que esta última elección fue honesta.

Y esto es importante porque descubrimos un nexo entre la fe de las personas en su proceso democrático y su fe en que la gente oprimida pueda cambiar su situación solo a través de medios pacíficos.


(Aplausos)
Sé lo que algunos de ustedes estarán pensando.

El pueblo egipcio y muchos otros árabes que se revelaron y están en transición, tienen expectativas altas del gobierno.

Simplemente son víctimas de una larga autocracia y esperan que un estado paternal les solucione todos sus problemas.

Pero esta conclusión ignoraría un cambio tectónico que está ocurriendo en Egipto lejos de las cámaras de la plaza Tahrir.

Y es que las expectativas elevadas de los egipcios están en primer lugar en ellos mismos.

En el país una vez conocido por su pasiva resignación, donde, con lo mal que estaban las cosas, solo un 4 % expresaba su opinión a un funcionario público, hoy el 90 % nos dice que si hay un problema en su comunidad, depende de ellos arreglarlo.


(Aplausos)
Y tres cuartos creen que no solo tienen la responsabilidad, sino el poder de hacer un cambio.

Y esta conquista de poder también pertenece a las mujeres, cuyo rol en las revueltas no puede subestimarse.

Eran doctoras y disidentes, artistas y organizadoras.

Un tercio de quienes desafiaron tanques y bombas lacrimógenas para pedir o exigir la libertad y la justicia en Egipto fueron mujeres.


(Aplausos)
Pero la gente ha planteado una preocupación real sobre qué significa para las mujeres el ascenso de los partidos islamistas.

Respecto al rol de la religión en la ley y la sociedad, hallamos que no hay un consenso femenino.

Encontramos que las mujeres en un país se parecen más a los hombres de ese país que sus contrapartes femeninas fuera de la frontera.

Esto sugiere que la forma en que las mujeres ven el rol de la religión en la sociedad está más modelada por la cultura y el contexto de su propio país que por una visión monolítica de que simplemente la religión es mala para las mujeres.

Donde las mujeres coinciden, sin embargo, es en su propio rol y que debe ser central y activo.

Y es aquí donde vemos la mayor diferencia de géneros en un país: en el asunto de los derechos de las mujeres.

Lo que los hombres piensen acerca de los derechos de las mujeres es importante para el futuro de esta región.

Porque descubrimos un vínculo entre el apoyo de los hombres hacia el empleo femenino y la cantidad de mujeres que tienen empleo en campos profesionales en ese país.

Y la pregunta sería:

¿Qué motiva el apoyo de los hombres hacia los derechos de las mujeres?

¿Cómo ven los hombres a la religión y las leyes?

¿[Acaso] la opinión de un hombre sobre el papel de la religión en la política forma su visión de los derechos de las mujeres?

La respuestas es no.

No encontramos ninguna relación, ningún impacto en absoluto, entre estas dos variables.

Lo que lleva a que los hombres apoyen el empleo para la mujer es el empleo de los hombres, su nivel de educación como también una alta calificación de su país en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.

Esto significa que el desarrollo humano, no la secularización, es la clave del empoderamiento de las mujeres para transformar el Oriente Próximo.

Y la transformación continúa.

Desde Wall Street hasta Mohammed Mahmoud Street, jamás ha sido tan importante comprender las aspiraciones de la gente común.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/dalia_mogahed_the_attitudes_that_sparked_arab_spring/

 

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