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Desafiemos el statu quo: encontremos un «coconspirador» – Charla TED@BCG Mumbai

Charla «Desafiemos el statu quo: encontremos un «coconspirador»» de TED@BCG Mumbai en español.

En un mundo complejo y en transformación, ¿cómo podemos asegurarnos de que la gente no convencional y sus ideas progresen? La ejecutiva empresarial Ipsita Dasgupta nos presenta el concepto de «coconspiradores»: gente dispuesta a saltarse o romper las reglas para retar el «statu quo». Además, nos muestra cómo esas personas pueden ayudar a crear nuevas formas de pensar, actuar y ser.

  • Autor/a de la charla: Ipsita Dasgupta
  • Fecha de grabación: 2019-09-24
  • Fecha de publicación: 2020-01-02
  • Duración de «Desafiemos el statu quo: encontremos un «coconspirador»»: 663 segundos

 

Traducción de «Desafiemos el statu quo: encontremos un «coconspirador»» en español.

He estado pensando sobre cómo explicarles este concepto, y he decidido comenzar con algo que todos entendemos.

Para llegar a la cima o cambiar el mundo, sin importar lo inteligentes que seamos, todos necesitamos a la gente.

Para las personas convencionales, parece que el universo conspira para hacerlos exitosos.

Para los no convencionales, creo que necesitamos algo que me gusta llamar los «coconspiradores».

Los coconspiradores son diferentes no porque ellos mismos lo sean, sino por las personas que los necesitan.

Suelen ser personas dispuestas a saltarse las reglas, o a veces incluso a romperlas, y retar el «statu quo» para apoyar a alguien que va en contra de las normas sociales.

Voy a contarles una experiencia que tuve, la cual me dio por primera vez la idea de lo que es un coconspirador.

En 2014, era ejecutiva en una multinacional en la India, y nos enfrentábamos a un problema realmente interesante: no teníamos suficientes mujeres en la fuerza de trabajo.

Y para darles una idea, el 27 % de las mujeres trabaja en la India.

En gran parte de Asia, ese número es alrededor del 48 %.

Sabíamos que los números eran deplorables, y se manifestaba en nuestra organización.

Les daré un ejemplo rápido de una joven ingeniera de 25 años, que nos contó una gran historia sobre su vida diaria.

Es para darles un ejemplo.

Nos dijo: «Antes de salir de casa en la mañana, estoy de un lado para el otro haciendo los quehaceres.

Y mi suegra, que vive con nosotros, se empieza a poner irritable, porque la vamos a dejar con todas las tareas de la casa.

Luego, al volver a casa en la noche, el tiempo se me fue de las manos: llego a casa una o dos horas tarde.

Entonces, dos de mis héroes, mi suegro y mi esposo, también empiezan a irritarse.

Mi suegra está furiosa, porque se hizo cargo de todas las tareas.

Y yo, durante casi medio día, estoy rodeada por hombres de mi edad, de quienes la sociedad espera algo en particular: que tengan éxito en su trabajo y que mantengan a sus familias.

¿Cómo pretenden que yo a lleve el mismo nivel de entusiasmo, emoción y pasión al trabajo?

Ella tenía razón.

Creo que la red de mujeres voluntarias tuvo una gran idea.

Establecieron el día de «trae a tu suegra al trabajo».

Hicimos pasar a un grupo de suegras y unas cuantas madres a la oficina, y las llevamos a nuestros laboratorios.

Les mostramos el equipo médico que sus nueras estaban creando y armando.

Y mientras tanto, les explicábamos lo que sus nueras hacían en realidad: influían en los índices de mortalidad materna e infantil.

Los bajaban.

Identificaban enfermedades complejas para prevenirlas y curarlas a tiempo.

Después, las llevamos a almorzar.

Les dimos un almuerzo generoso y les agradecimos por el rol que cumplían al dejar libres a mujeres jóvenes para que trabajen codo a codo con nosotros y, literalmente, cambien el mundo.

A todas se les soltaron las lágrimas.

Cada una de estas mujeres se sentía agradecida y orgullosa.

Estaban orgullosas de sus nueras, pero también agradecidas de sentirse incluidas en la explicación.

En ese momento, me pregunté si lo que habíamos logrado era solo un momento de gran emotividad, además de bonito, pero que no iba a tener un impacto real a largo plazo.

Un par de días después, una de mis aprendices llegó a mi oficina, muy emocionada.

Me dijo: «Llegué a casa del trabajo ayer, y como ya era muy tarde, me estaba preparando para un sermón, cuando mi suegra le dijo a mi marido: «

¿Podrías ir a prepararle una taza de té?

Está agotada.

Salva vidas.

Tú trabajas en un banco».


(Risas)
Y ahí estaba.

Ese era el coconspirador perfecto: alguien a quien no siempre reconocemos o valoramos, pero que estaba cambiando la forma en que otra persona podía retar el «statu quo», al estar de su lado, cuestionar las normas sociales y hacer la diferencia.

El siguiente ejemplo que voy a usar será más familiar para casi todos.

Cuando me gradué de la escuela de negocios y empecé a trabajar en una compañía, nos pidieron, a mis compañeros y a mí, elaborar una estrategia en grupo para un negocio al que no le fue muy bien en la última década, además de que estaba descuidado.

Le pusimos alma, vida y corazón; hicimos muchos análisis en las noches y los fines de semana para preparar lo que pensamos era una buena estrategia.

Después de presentársela a varias personas en quienes estábamos generando confianza, nos pidieron que la presentáramos ante el director ejecutivo en su reunión anual, que sería al cabo de una semana.

Estábamos emocionados pero nerviosos mientras nos dirigíamos a su oficina.

Estábamos emocionados porque era nuestra oportunidad para mostrar cuánto habíamos aprendido.

Y nerviosos porque, a pesar de ser un hombre brillante y dinámico, tenía un carácter fuerte y no era fácil presentarse ante él.

Cinco o seis horas antes de presentarnos, un colega de más rango nos hizo a un lado, nos sentó y nos dio una exclusiva de lo que había pasado esa semana.

Supimos de gente cuya presentación fue todo un fracaso.

Supimos de gente que casi al instante había sido ascendida en la sala.

Descubrimos qué es lo que no dejaba dormir al director y lo que, según él, impulsaba el negocio.

Cuando llegamos a la presentación, más tarde ese día, nos ganamos la confianza del director ejecutivo y de los altos ejecutivos.

No solo fue por nuestro análisis o nuestra estrategia.

Fue porque estábamos preparados para poder comunicarnos de forma tal que el equipo pudiera asimilar.

Ahora bien, este colega de más rango no nos hizo a un lado para hablar de chismes.

Lo hizo porque creyó que éramos inusuales en la sala de juntas.

Esa originalidad fue exactamente lo que le hizo creer que podíamos brindar una perspectiva nueva y singular, y presentar una nueva visión de dirección para el negocio.

Pero también sabía que teníamos una clara desventaja, porque no sabíamos cómo presentarnos en esa sala, nunca lo habíamos hecho, y ellos no acostumbraban a recibirnos.

Otra vez, este es el ejemplo de alguien que se salta las reglas.

Porque decidió coconspirar con nosotros, no solo cambió la vida profesional de seis jóvenes en la organización, quienes de repente se hicieron visibles, sino que realmente cambió la trayectoria de un negocio que la gente descuidaba y para el cual no tenía ideas innovadoras.

El último ejemplo que quiero compartirles está muy lejos del mundo corporativo y es un poco personal.

Esta es la historia de mi madre.

A los 20 y tantos, perdió a su padre.

Había fallecido casi a los 50, y dejó huérfanos a seis hermanos: cuatro menores y uno mayor que ella.

Y dejó a una madre viuda que nunca había trabajado.

Mi mamá y su hermana mayor, ambas en la universidad, se dieron cuenta de que realmente necesitaban empezar a generar ingresos para asegurarse de que el resto de los hermanos terminen la escuela y empiecen a trabajar.

Así fue que movió sus clases de derecho a la noche, y empezó a trabajar durante el día como profesora para tener un ingreso.

Y cada día, se bajaba de un autobús en las calles de Calcuta al terminar sus clases nocturnas de derecho .

Tengan en cuenta que esta mujer nunca acostumbraba a tomar el transporte público, mucho menos de noche.

Y luego de bajar del autobús, daba un paseo de siete u ocho minutos hasta su casa desde la parada del autobús en una calle que estaba prácticamente desierta, porque era una calle residencial con tiendas que cerraban a eso de las 8 p.

m., o un poco más temprano.

Un día, el dueño de una tienda estaba cerrando un poco más tarde de lo usual, porque había un cliente que se había ido un poco más tarde.

Vio a mi madre bajarse del autobús.

La esperó.

De hecho, nos conocía.

La tienda había estado en el barrio por más de 20 años, así que la conocía desde que era una bebé.

La vio caminar hacia la calle en la que se encontraba nuestra casa, apagó las luces, cerró la tienda y se fue a su casa.

A partir de ese día, se dedicó a esperarla todos los días hasta que llegara a su hogar.

Otros comerciantes de esa misma calle de repente empezar a notar que esta tienda cerraba más tarde, y que muchos clientes llegaban antes del cierre del día a comprar chucherías que, después de un largo día de trabajo y un largo viaje a casa, olvidaron comprar para el día siguiente.

Algunas personas que iban en la mañana también empezaron a ir la noche anterior.

Varios vendedores cayeron en la cuenta de que lo que ocurría en realidad era que monopolizaba a los clientes.

Así que empezaron a dejar prendidas las luces y dejar abiertas sus tiendas hasta las 9.

Desde entonces, mi madre tuvo la calle alumbrada y llena de actividad.

Creo que ese dueño de esa tienda fue el coconspirador de mi madre.

Gracias a él, un pequeño cambio en la vida convencional de esa calle, en ese momento, le permitió a ella y a su familia hacer algo que no era convencional en absoluto.

Una mujer de su edad, que venía de una familia de clase media alta se casó a esa edad o estudió una carrera con la protección de su familia.

Gracias a ese vendedor, todos los hermanos de mi madre se convirtieron en ingenieros, abogados, contadores y profesores, y mi madre se graduó como abogada.

El mundo necesita coconspiradores.

A medida que entramos en un entorno con problemas cada vez más complejos, necesitamos dar con más soluciones, necesitamos personas no convencionales en las salas de juntas y en la mesa.

Para que eso suceda, necesitamos coconspiradores.

En mi propia vida, ya sea por mi género, mi origen étnico o, a veces, como vivo en esta parte del mundo desde hace más de una década, mi acento, a menudo me ven como alguien no convencional.

Mis coconspiradores me han mostrado el camino hacia adelante, y son ellos, en realidad, quienes hacen que siga buscando los caminos no convencionales para ir en dirección contraria.

Lo que quisiera pedirles a todos los presentes ahora es que busquen gente que los inspire a coconspirar.

Les prometo que su empatía y su coraje cambiará la vida de alguien y hasta quizás cambie el mundo.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/ipsita_dasgupta_to_challenge_the_status_quo_find_a_co_conspirator/

 

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