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Las 17 palabras de inspiración arquitectónica de Daniel Libeskind – Charla TED2009

Charla «Las 17 palabras de inspiración arquitectónica de Daniel Libeskind» de TED2009 en español.

Daniel Libeskind desarrolla ideas monumentales. Aquí, él comparte 17 palabras sobre las cuales se apoya su visión de la arquitectura — básica, arriesgada, emocional, radical — y que ofrecen la inspiración para cuaquier franco emprendimiento creativo.

  • Autor/a de la charla: Daniel Libeskind
  • Fecha de grabación: 2009-02-06
  • Fecha de publicación: 2009-07-01
  • Duración de «Las 17 palabras de inspiración arquitectónica de Daniel Libeskind»: 1116 segundos

 

Traducción de «Las 17 palabras de inspiración arquitectónica de Daniel Libeskind» en español.

Voy a comenzar con mi musa favorita, Emily Dickinson, quien dijo que maravillarse no es conocimiento, tampoco es ignorancia.

Es algo que está suspendido entre lo que creemos que puede ser y una tradición que quizás hayamos olvidado.

Y yo creo, que al escuchar aquí a éstas increíbles personas, he estado tan inspirado, tantas ideas increíbles, tantas visiones.

Y sin embargo, cuando veo el entorno exterior, tú ves cuán resistente es la arquitectura al cambio.

Ves cuán resistente es a esas mismas ideas.

Las podemos concebir.

Podemos crear cosas increíbles.

Y sin embargo, al final, es tan difícil cambiar el mundo.

Aplaudimos la caja de buenos modales.

Pero crear un espacio que jamás ha existido es lo que me interesa.

Crear algo que jamás ha sido.

Un espacio al que nunca hayamos entrado, salvo en nuestra mente o en nuestro espíritu.

Y creo que es sobre eso en lo que realmente se basa la arquitectura.

La arquitectura no se basa en el concreto ni en el acero o en los elementos de la tierra.

La arquitectura se basa en el maravillarse.

Y ha sido realmente ese maravillarse lo que ha creado las más grandiosas ciudades, los espacios más grandiosos que hemos tenido.

Y creo que eso es en realidad lo que la arquitectura es.

Es un relato.

De hecho, es un relato que es narrado a través de sus materiales sólidos.

Pero es un relato de esfuerzo y lucha contra las improbabilidades.

Si piensas en las grandiosas edificaciones, en las catedrales, en los templos, en las pirámides, en las pagodas, en las ciudades de India y más allá, piensas en lo increíble que es que todo eso haya sido realizado no por alguna idea abstracta, sino por la gente.

De modo que cualquier cosa que haya sido hecha, puede ser deshecha.

Cualquier cosa que haya sido hecha, puede ser mejorada.

Eso es: lo que yo realmente creo que es importante en la arquitectura.

Estas son las dimensiones con las cuales me gusta trabajar.

Es algo muy personal.

No son, quizás, las dimensiones apreciadas por los críticos de arte o los críticos de la arquitectura o los planificadores de ciudades.

Pero creo que estas son el oxígeno necesario para que nosotros vivamos en edificios, vivamos en ciudades, nos conectemos en un espacio social.

Y por tanto creo que el optimismo es lo que conduce a la arquitectura hacia adelante.

Es la única profesión en la cual tienes que creer en el futuro.

Uno puede ser un general, un político, un economista que está deprimido, un músico en clave menor, un pintor en colores apagados.

Pero la arquitectura es ese éxtasis pleno de que el futuro puede ser mejor.

Y es esa esperanza lo que creo que mueve a la sociedad.

Y hoy tenemos algo así como pesimismo evangélico a nuestro alrededor.

Y sin embargo, es en tiempos como estos cuando pienso que la arquitectura puede prosperar con ideas grandiosas.

Ideas que no son pequeñas.

Piensen en las grandes ciudades.

Piensen en el Edificio Empire State, en el Rockefeller Center.

Fueron construidos en tiempos que de algún modo no fueron los mejores.

Y sin embargo esa energía y esa fuerza de la arquitectura han impulsado por completo un espacio social y político que ocupan esos edificios.

Así que, de nuevo, soy un creyente en lo expresivo.

Nunca he sido fanático de lo neutro.

No me gusta la neutralidad en la vida, en nada.

Yo pienso: expresión.

Y eso es como el café expreso.

Ustedes saben, uno toma la esencia del café.

Eso es lo que es la expresión.

Ha estado ausente en gran parte de la arquitectura, porque pensamos que la arquitectura es el territorio de lo neutralizado, el territorio de un tipo de estado que no tiene opinión, que no tiene valor.

Y, sin embargo, creo que es la expresión, la expresión de la ciudad, la expresión de nuestro propio espacio, lo que le da el sentido a la arquitectura.

Y, evidentemente, los espacios expresivos no son mudos.

Los espacios expresivos no son espacios que confirman simplemente lo que ya sabemos.

Los espacios expresivos nos pueden perturbar.

Y yo creo que eso también es parte de la vida.

La vida no es simplemente un anestésico para hacernos reír, sino para tratar de cruzar el abismo de la historia, para llegar a lugares en los que nunca hemos estado, y quizás pudiéramos haber estado, de no haber tenido tanta suerte.

Así que, nuevamente, radical versus conservador.

Radical,

¿qué significa?

Es algo que está enraizado.

Y algo que está profundamente enraizado en la tradición.

Y creo que la arquitectura es eso, es radical.

No es simplemente la conservación en metanal de formas muertas.

Realmente es una conexión viva con el evento cósmico del cual somos parte, y un relato que ciertamente está en curso.

No es algo que tenga un buen o un mal final.

Es en realidad un relato en el cual nuestros mismos actos están llevando el relato de un modo particular.

De modo que, de nuevo, soy un creyente en la arquitectura radical.

Ustedes saben, la arquitectura soviética de ese edificio es la conservación.

Es como solía ser el viejo Las Vegas.

Es acerca de conservar las emociones, conservar las tradiciones que han obstruido que la mente siga adelante y, obviamente, lo que es radical es hacer frente a ellos.

Y yo creo que nuestra arquitectura es una confrontación con nuestros propios sentidos.

Por tanto, creo que no debería ser «cool».

Hay mucho aprecio por el tipo de arquitectura «cool» Siempre he sido un oponente de ella.

Yo creo que se necesita emoción.

La vida sin emoción no sería en realidad vida.

Inclusive la mente es emocional.

No hay razón que no ocupe una posición en la esfera ética, en el misterio filosófico de lo que somos nosotros.

Así que pienso que la emoción es una dimensión que es importante introducir en el espacio de la ciudad, en la vida de la ciudad.

Y, claro, todo sobre nosotros es respecto a la lucha de emociones.

Y yo creo que eso es lo que hace del mundo un lugar extraordinario.

Y, claro, la confrontación de lo «cool», de lo no emotivo con la emoción es una conversación que, creo, han fomentado las mismas ciudades.

Creo que es el progreso de las ciudades.

No es solamente las formas de las ciudades, sino el hecho de que ellas encarnan emociones, no sólo las de quienes las construyen, sino también de quienes las habitan.

Inexplicable versus comprendido.

Ustedes saben, con mucha frecuencia queremos comprenderlo todo.

Pero la arquitectura no es el lenguaje de las palabras.

Es un lenguaje.

Pero no es un leguaje que pueda reducirse a una serie de notas programáticas que podamos escribir verbalmente.

Demasiados edificios que ustedes ven fuera son tan banales, que te narran un relato, pero el relato es muy corto.

Y dice: «No tenemos que contarte».


(Risas)
Así que, realmente, lo importante es introducir las dimensiones arquitectónicas reales, las cuales puede que sean totalmente inexplicables con palabras.

Porque operan en proporciones, en materiales, en luz.

Ellas confluyen en varias fuentes conectándose en una especie de compleja matriz vectorial, que no es en realidad frontal, sino que está incrustada en las vidas y en la historia de una ciudad, y de un pueblo.

Así que, de nuevo, la noción de que un edificio debería ser simplemente explícito, creo, es una noción falsa, que ha reducido a la arquitectura a la banalidad.

La mano versus la computadora Obviamente,

¿qué seríamos sin computadoras?

Nuestro oficio depende enteramente de las computadoras.

Pero la computadora no debería ser simplemente el guante de la mano; la mano debería ser en realidad el motor de la fuerza de la computadora.

Porque creo que la mano en toda su obscuridad primitiva y fisiológica, tiene una fuente y, aunque la fuente es desconocida, aunque no tenemos que ser místicos al respecto, nos damos cuenta de que la mano nos ha sido dada por fuerzas que están más allá de nuestra propia autonomía, y creo que cuando hago dibujos que pueden imitar la computadora, pero que no son dibujos por computadora, dibujos que pueden provenir de fuentes que son completamente desconocidas, no normales, no vistas…

Sin embargo la mano— y eso es lo que me gustaría que todos ustedes que trabajan…

¿cómo podemos hacer que la computadora responda a nuestras manos, en lugar de que sea la mano la que responde a la computadora?

Creo que eso es parte de lo complejo que es la arquitectura.

Porque, ciertamente, nos hemos acostumbrado a la propaganda según la cual lo simple es lo bueno.

Pero yo no creo eso.

Escuchándolos a todos ustedes, la complejidad del pensamiento, la complejidad de las capas del significado es aplastante.

Y creo que no nos debemos espantar en la arquitectura.

Ustedes saben, cirugía cerebral, teoría atómica, genética, economía, son campos complejos.

No hay razón por la cual la arquitectura deba hacerse chiquita, y presentar este mundo ilusorio de lo simple.

Es compleja.

El espacio es complejo.

El espacio es algo que se desdobla de sí mismo en mundos completamente nuevos.

Y tan extraordinario como es, no puede reducirse a un tipo de simplificación que hemos llegado a admirar frecuentemente.

Sin embargo, nuestras vidas son complejas.

Nuestras emociones son complejas.

Nuestros deseos intelectuales son complejos.

Así que yo en realidad creo que la arquitectura, como yo la veo, debe reflejar esa complejidad en todos y cada uno de los espacios que tenemos, en toda intimidad que poseemos.

Es claro que eso significa que la arquitectura es política.

Lo político no es enemigo de la arquitectura.

La Politeia es la ciudad.

Es todos nosotros juntos.

Y yo siempre he creído que el acto de la arquitectura, así sea una residencia privada, cuando alguien lo vea, es un acto político.

Porque estará a la vista de los demás.

Y nosotros vivimos en un mundo que nos conecta más y más.

Así que, de nuevo, la evasión de esa esfera que ha sido tan endémica a ese tipo de arquitectura pura, la arquitectura autónoma que es sólo un objeto abstracto, nunca me ha llamado la atención.

Y yo en realidad creo que esta interacción con la historia, con una historia que con frecuencia es muy difícil lidiar con elle, de crear una posición que esté más allá de nuestras expectativas normales y de crear una crítica.

Porque la arquitectura también es el hacerse preguntas.

No es nadamás el dar respuestas.

También es, como la vida, hacerse preguntas.

Por tanto es importante que sea real.

Ustedes saben que podemos simular casi cualquier cosa.

Pero la única cosa que no puede ser jamás simulada es el corazón humano, el alma humana.

Y la arquitectura está tan estrechamente entrelazada con aquello.

Porque nosotros nacemos en algún lado y morimos en algún lado.

Así que la realidad de la arquitectura es irracional.

No es intelectual.

No es algo que nos llegue a través de libros y teorías.

Es lo real, eso que tocamos, la puerta, la ventana, el vano de la puerta, la cama.

Semejantes objetos comunes.

Y, no obstante, yo procuro, en cada construcción, tomar ese mundo virtual, que es tan enigmático y tan rico, y crear algo en el mundo real.

Crear un espacio para una oficina, un espacio de sustentabilidad que funcione realmente entre esa virtualidad y no obstante pueda ser materializado en algo real.

Lo inesperado versus lo habitual.

¿Qué es un hábito?

Para nosotros es simplemente una traba.

Es un veneno auto-administrado.

Así que lo inesperado es siempre inesperado.

Ustedes saben, es cierto, las catedrales, como algo inesperado, siempre serán inesperadas.

Ustedes conocen las construcciones de Frank Gehry, ellas continuarán siendo inesperadas en el futuro.

Así que no es la arquitectura habitual la que nos anima esa falsa especie de estabilidad, sino una arquitectura que esté llena de tensión, una arquitectura que vaya más allá de sí misma para alcanzar el alma y el corazón humanos, y que rompa con las trabas de los hábitos.

Y, claro, los hábitos son impuestos por la arquitectura.

Cuando vemos el mismo tipo de arquitectura nos habituamos a ese mundo de esos ángulos, de esas luces, de esos materiales.

Creemos que el mundo, en realidad, se parece a nuestras edificaciones.

Y, sin embargo, nuestras edificaciones están bastante limitadas por las técnicas y las incertidumbres que han sido parte de ellas.

Así que, de nuevo, lo inesperado, que también es lo puro.

Y pienso con frecuencia sobre lo puro y lo refinado.

¿Qué es puro?

Lo bruto, diría yo, es la experiencia desnuda, despojada de lujo, despojada de materiales costosos, despojada de ese tipo de refinamiento que asociamos con la alta cultura.

Así que la crudeza, creo, en el espacio es el hecho de que la sostenibilidad pueda, realmente, en el futuro, traducirse en un espacio puro, un espacio que no está decorado, un espacio que no tiene inclinación alguna, pero un espacio que puede ser fresco en términos de su temperatura, podría ser atrayente a nuestros deseos.

Un espacio que no siempre nos persiga, como un peddo que ha sido entrenado para seguirnos, pero que avance hacia adelante en direcciones que demuestran otras posibilidades, otras experiencias que nunca han hecho parte del vocabulario de la arquitectura.

Y, claro, esa yuxtaposición es de gran interés para mí, porque crea un tipo de chispa de una nueva energía.

Y así que a mí me gusta algo que sea puntiagudo, no chato, algo que se enfoque en la realidad, algo que tenga la fuerza, a través de su capacidad fundamental, de transformar incluso un espacio muy pequeño.

Así que, probablemente, la arquitectura no es tan grandiosa como la ciencia, pero a través de su punto focal puede empujar, a la manera de Arquímedes, aquello que nosotros pensamos que es el mundo.

Y por lo general basta con un edificio para cambiar nuestra experiencia de lo que podría haberse hecho, de lo que se ha hecho, de cómo el mundo ha permanecido entre la estabilidad y la inestabilidad.

Y, claro, los edificios tienen sus formas.

Esas formas son difíciles de modificar.

Y, no obstante, yo creo que en cada espacio social, en cada espacio público, hay un deseo de comunicar más que sólo ese pensamiento pacial, esa técnica incompleta, sino algo que señale, y lo puede hacer en varias direcciones, adelante, atrás, al lado y alrededor, eso es en realidad lo que es la memoria.

Así que creo que mi principal interés es la memoria.

Sin memoria seríamos amnésicos.

No sabríamos hacia dónde nos dirigimos, ni por qué vamos a donde vamos.

Así que nunca he estado interesado en la reutilización olvidable, el reciclaje de lo mismo una y otra vez.

Algo que, claro, obtiene la aprobación de los críticos.

A los críticos les gusta que la representación se repita de la misma forma una y otra vez.

Pero yo prefiero tocar una pieza totalmente desconocida, y aún con imperfecciones, que repetir la misma una y otra vez, algo que se ha vuelto trivial por su falta de sentido.

Así que, de nuevo, la memoria es la ciudad, la memoria es el mundo.

Sin la memoria no habría historia que narrar.

No habría hacia dónde mirar.

Lo memorable, creo, es nuestro mundo realmente, lo que creemos que es el mundo.

Y no es solamente nuestra memoria, sino aquellos quienes nos recuerdan.

Lo que significa que la arquitectura no es muda.

Es un arte de la comunicación.

Narra un relato.

El relato puede tocar deseos recónditos.

Puede llegar a fuentes que no están disponibles explícitamente.

Puede alcanzar milenios que han estado enterrados, y devolverlos con un valor justo e inesperado.

Así que, de nuevo, creo que la noción de que la mejor arquitectura que es silenciosa nunca me ha llamado la atención.

El silencio puede ser bueno para un cementerio, pero no para una ciudad.

Las ciudades deberían estar llenas de vibraciones, llenas de sonido, llenas de música.

Y eso, en realidad, es la misión que yo creo es importante para la arquitectura: crear espacios que sean vibrantes, que sean pluralistas, que puedan transformar las actividades más prosaicas, y elevarlas a una expectativa completamente diferente; crear un centro comercial, un lugar para la natación que sea más como un museo que como para el entretenimiento.

Y estos son nuestros sueños.

Y, claro, el riesgo.

Yo creo que la arquitectura debería ser arriesgada.

Ustedes saben, eso cuesta mucho dinero y demás, pero sí, no debería ponerlo en lo seguro.

No debería hacerlo porque si lo hace, no nos lleva en una dirección que queremos seguir.

Y yo creo, claro, que el riesgo es en lo que el mundo reposa.

El mundo, sin riesgo, no valdría la pena vivirlo.

Así que, sí, yo creo que en cada edificio asumimos riesgos, riesgos de crear espacios que nunca han sido contrapuestos a tal grado; riesgos de espacios que nunca han sido tan vertiginosos como deberían ser para una ciudad pionera.

riesgos que en realidad llevan a la arquitectura, aún con todas sus imperfecciones, a un espacio que es mucho mejor que el siempre de nuevo repetido vacío de una cosa prefabricada.

Y, obviamente, esto es finalmente lo que creo que debe ser la arquitectura.

Se trata del espacio.

No se trata de la moda.

No se trata de la decoración.

Se trata de crear con recursos mínimos algo que no pueda ser repetido, que no pueda ser simulado en ninguna otra esfera.

Y ahí, claro, está el espacio que necesitamos respirar, el espacio que necesitamos soñar.

Estos son los espacios que son no solo espacios lujosos para algunos de nosotros, sino importantes para todos en este mundo.

Así que, de nuevo, no se trata de las modas pasajeras, teorías pasajeras.

Se trata de tallar un espacio para los árboles.

Es tallar un espacio donde la naturaleza pueda entrar al mundo doméstico de una ciudad.

Un espacio donde algo que nunca haya visto la luz del día pueda entrar a las entrañas de una densidad.

Y creo que eso es realmente la naturaleza de la arquitectura.

Ahora, yo soy un creyente de la democracia.

No me gustan los edificios bonitos, construidos para regímenes totalitarios, en los que las personas no pueden hablar, no pueden votar, no pueden hacer nada.

Nosotros admiramos con demasiada frecuencia esos edificios.

Creemos que son hermosos.

Y, sin embargo, cuando pienso en la pobreza de la sociedad que no le da libertad a su pueblo, yo no admiro esos edificios.

Así que, la democracia, tan difícil como es, yó creo en ella.

Y, claro,

¿qué más podría ser en Ground Zero?

Es un proyecto muy complejo.

Es emocional.

Hay tantos intereses.

Es político.

Hay tantas partes involucradas en este proyecto.

Hay tantos intereses.

Hay dinero.

Hay poder político.

Están las emociones de las víctimas.

Y, sin embargo, en toda su complejidad, con todas sus dificultades, no me hubiera gustado que nadie dijera «Esta es la tabla rasa, señor arquitecto.

Haga lo que le plazca.» Yo no creo que algo bueno salga de eso.

Yo creo que la arquitectura se trata de consenso.

Y se trata de la sucia palabra «compromiso».

El compromiso no es malo.

El compromiso, si es artístico, si es capaz de lidiar con sus estrategias — y ahí está mi primer esbozoe y el último render — que no está tan lejos.

Y, sin embargo, el compromiso, el consenso, eso es en lo que creo.

Y, a pesar de todas sus dificultades, Ground Zero está avanzando.

Es difícil.

En 2011, en 2013.

Freedom Tower, el monumento conmemorativo.

Y aquí termino.

Me inspiré cuando llegué aquí como inmigrante, en un barco como millones de otros, viendo a América desde ese punto de vista.

Esta es América.

Esta es la Libertad.

Esto es lo que nosotros soñamos.

Esto es individualidad, demostrada en la silueta de la ciudad.

Su capacidad de adaptarse.

Y, finalmente, esta es la libertad que representa América, no sólo para mí, como inmigrante, sino para todos en el mundo.

Gracias.


(Aplausos)
Chris Anderson: Tengo una pregunta:

¿Entonces has llegado a buen término con el proceso que se dio con Ground Zero y la pérdida del diseño original e increíble que concebiste?

Daniel Libeskind: Mira.

Nosotros tenemos que sanarnos de la noción de que somos autoritarios, de que podemos determinar todo lo que sucede.

Nosotros tenemos que contar con los demás, y modelar el proceso de la mejor manera posible.

Yo vengo del Bronx.

A mí me enseñaron a no ser un perdedor, a no ser alguien que simplemente se rinde en una pelea.

Uno tiene que luchar por lo que cree.

Uno nunca gana todo lo que quiere ganar.

Pero uno puede mover el proceso.

Y yo creo que lo que se construirá en Ground Zero será significativo, será inspirador, le contará a otras generaciones los sacrificios, el significado de este evento.

No solo para Nueva York, sino para el mundo.

Chris Anderson: Muchas gracias.

(Aplauso)

https://www.ted.com/talks/daniel_libeskind_17_words_of_architectural_inspiration/

 

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