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Sam Richards: un experimento radical en empatía – Charla TEDxPSU

Charla «Sam Richards: un experimento radical en empatía» de TEDxPSU en español.

Llevando a los estadounidenses en la audiencia paso a paso, en TEDxPSU, a través de un proceso mental, el sociólogo Sam Richards nos propone un reto extraordinario: ¿podremos entender (no aprobar, sino entender) las motivaciones de los insurgentes iraquíes? Y por extensión, ¿seremos capaces de comprender verdaderamente y sentir empatía hacia los demás?

  • Autor/a de la charla: Sam Richards
  • Fecha de grabación: 2010-10-10
  • Fecha de publicación: 2011-04-18
  • Duración de «Sam Richards: un experimento radical en empatía»: 1087 segundos

 

Traducción de «Sam Richards: un experimento radical en empatía» en español.

Con frecuencia mis estudiantes me preguntan: «¿Qué es la sociología?».

Y les respondo: «Es la ciencia que estudia la manera en la que las personas están influidas por cosas que no ven».

Y me dicen: «¿Entonces cómo puedo llegar a ser sociólogo? ¿Cómo puedo entender esas fuerzas invisibles?».

Y les contesto: «Con la empatía.

Comiencen con la empatía.

Todo comienza por la empatía.

Sálganse de sus zapatos, pónganse en los del otro».

Les pongo un ejemplo.

Me imagino mi vida como si hace cien años China fuese el país más poderoso del mundo y vinieran a los Estados Unidos en busca de carbón, y lo encontraran, y hallaran grandes cantidades aquí.

Y rápidamente comenzaran a embarcar todo ese carbón, tonelada a tonelada, vagón a vagón, barco a barco, enviándolo hacia China y otras partes del mundo.

Y al hacerlo se enriquecieran fabulosamente.

Y construyeran bellas ciudades energizadas con ese carbón.

Y aquí en Estados Unidos, quedáramos en la penuria económica, con privaciones.

Esto es lo que vería.

Vería gente luchando por sobrevivir, sin saber cómo era la cosa ni qué vendría después.

Y yo me haría una pregunta: «¿Cómo es posible que seamos tan pobres aquí en Estados Unidos, siendo el carbón un recurso tan valioso, que de tanto dinero? Y me daría cuenta de que los chinos se congraciaron con una pequeña clase dirigente aquí en Estados Unidos que se robó todo ese dinero, toda esa riqueza solo para ellos.

Y el resto de nosotros, la gran mayoría, luchando por sobrevivir.

Y los chinos le dieron a esa pequeña clase dirigente grandes cantidades de armas y tecnología sofisitcada para asegurarse de que la gente como yo no hablara en contra de esa relación.

¿Suena esto conocido? E hicieran cosas como entrenar a los estadounidenses para que ayudaran a proteger el carbón.

Y por todas partes habría símbolos chinos; por todas partes recordatorios constantes.

Y allá en China, ¿qué dirían en China? Nada.

No hablarían de nosotros.

No se mencionaría el carbón.

Si se les preguntara, dirían: «Bueno, como sabes, necesitamos el carbón.

Mejor dicho, yo no voy ha bajar mi termostato.

Ni lo piensen».

Entonces, me molestaría, me enfurecería, igual que mucha gente del común.

Lucharíamos y la cosa se pondría realmente fea.

Y los chinos responderían de forma muy ruda.

Y en cualquier momento mandarían sus tanques y luego sus tropas y mucha gente moriría.

Una situación muy, muy difícil.

¿Pueden ustedes imaginarse lo que sentirían si estuviesen en mis zapatos? ¿Pueden imaginarse que a la salida de este edificio vieran un tanque ahí o un camión lleno de soldados? Piensen lo que sentirían.

Porque sabrían por qué están ahí y qué están haciendo.

Sentirían indignación y miedo.

Si pueden, eso es empatía; eso es la empatía.

Han dejado sus zapatos y se han metido en los míos.

Hay que sentirlo.

Bien, esto es sólo el principio.

Sólo la iniciación.

Ahora vamos a hacer el experimento verdaderamente radical.

Para lo que queda de esta charla, lo que quiero que hagan es ponerse en los zapatos de un árabe musulmán común que vive en Oriente Próximo; en particular, en Irak.

Y para ayudarles, quizás usted es miembro de esta familia de clase media en Bagdad y desea lo mejor para sus hijos.

Quiere que sus niños tengan una vida mejor.

Y mira los noticieros, les pone atención, lee los diarios, va a la cafetería con sus amigos, y mira los periódicos de todo el mundo.

E inclusive, a veces ve por satélite a CNN de Estados Unidos.

Y oye lo que piensan los estadounidenses.

Pero en realidad sólo quiere una vida mejor para usted.

Eso es lo que desea.

Usted es un árabe musulmán que vive en Irak que solo quiere una vida mejor para usted.

Ahora voy a ayudarles.

Les ayudaré con algo que pueden estar pensando.

En primer lugar, está intromisión en su tierra en los últimos 20 años, y aun antes, la razón por la cual alguien se interesa en su tierra, o sea, los Estados Unidos, es el petróleo.

Todo por el crudo.

Usted lo sabe.

Todos lo saben.

Aquí en Estados Unidos se sabe que es por el petróleo.

Es porque otros tienen un plan para este recurso natural.

Pero es suyo, no es de nadie más.

Es su tierra, su recurso.

Otros tienen un plan para usarlo.

¿Sabe usted por qué tienen ese plan? ¿Sabe por qué tienen sus ojos puestos ahí? Porque tienen todo un sistema económico que depende del petróleo, del petróleo extranjero, petróleo de otras partes del mundo que no les pertenece.

¿Y que más piensa usted de esta gente? Que son ricos.

Que viven en casas grandes, tienen autos grandes, todos tienen pelo rubio, ojos azules, son felices.

Usted piensa así.

Claro, no es cierto, pero ese es el mensaje de los medios, lo que se capta.

Tienen grandes ciudades.

Y esas ciudades dependen del petróleo.

Y en su país, ¿qué se ve? Pobreza, desesperación, luchas.

Mire, usted no vive en un país rico.

Esto es Irak.

Esto es lo que se ve.

Se ve a la gente luchando por sobrevivir.

Es decir, no es fácil; se ve mucha pobreza.

Y usted siente algo al respecto.

Esa gente tiene planes para su recurso y ¿es esto lo que se ve? También se ve otra cosa, y se comenta.

Los estadounidenses no hablan de eso, pero usted sí.

Es la militarización del mundo, centrada en los Estados Unidos.

Y este país es responsable de casi la mitad del gasto militar de todo el mundo: 4% de la población mundial.

Se siente, se ve cada día.

Es parte de su vida.

Y lo comenta con sus amigos.

Lo lee.

Cuando Sadam Husein estaba en el poder, a los estadounidenses no les importaban sus crímenes.

Cuando gaseaba a los kurdos y a Irán, no les importaba.

Pero cuando el asunto era el petróleo, de alguna manera, de pronto se interesaron.

Y también ve otra cosa cosa: los Estados Unidos, el centro de la democracia del mundo, no parecen estar realmente apoyando a los países democráticos.

Hay muchos países productores de petróleo, que no son muy democráticos, pero que reciben apoyo de los Estados Unidos.

Raro.

Ah, estas incursiones, estas dos guerras, los 10 años de sanciones, los 8 de ocupación, la insurgencia desatada entre su gente, los cientos de miles de muertos civiles, todo por causa del petróleo.

Aunque no lo quiera, lo piensa.

Habla de ello.

Es siempre el centro de sus pensamientos.

Usted se pregunta: «¿Cómo es posible?».

Esta persona, puede ser cualquiera: su abuelo, su tío, su padre, su hijo, su vecino, su profesor, su estudiante…

Antes la vida era de gozo y felicidad, y de pronto se volvió de dolor y tristeza.

Todos en su país han sido afectados por la violencia, el derramamiento de sangre, el dolor, el horror…

todo el mundo.

No hay nadie en su país que no se haya visto afectado.

Pero hay algo más.

Hay algo más respecto a esa gente, sobre esos estadounidenses.

Hay algo más sobre ellos que usted ve, pero que ellos no ven.

Y ¿qué es lo que ve? Que son cristianos.

Son cristianos.

Adoran al Dios de los cristianos, tienen cruces, portan biblias.

Sus biblias llevan una pequeña insignia que dice «Ejército de EE.

UU.».

Y sus líderes, sus líderes; antes de enviar a sus hijos e hijas a la guerra en su país (y usted sabe por qué) antes de enviarlos, van a una iglesia cristiana y le rezan a su Dios y le piden guía y protección.

¿Por qué? Bueno, claro, cuando la gente muere en la guerra, son musulmanes, son iraquíes…

no son estadounidenses.

No quieren que mueran los estadounidenses.

Protegen a sus tropas.

Y usted siente algo al respecto.

Claro que lo siente.

Hacen cosas maravillosas.

Se lee, se oye.

Están ahí para construir escuelas y ayudar a la gente.

Eso es lo que quieren hacer.

Hacen cosas magníficas.

Pero también hacen cosas horribles, y no se puede diferenciar.

Un tipo como el Tte.

Gen.

William Boykin, un señor que dice que el dios de usted es falso.

Que su Dios es un ídolo.

Y el de él es el verdadero Dios.

La solución al problema de Oriente Próximo, según él, es convertirlos al cristianismo, deshacerse de su religión.

Los estadounidenses no han leído nada sobre este tipo.

No saben nada de él, pero usted sí.

Usted lo cuenta.

Se lo dice a todo el mundo.

Es que esto es muy serio.

Él era uno de los principales comandantes de la segunda invasión de Irak.

Y usted piensa: «Dios mío, si este dice eso, todos los soldados deben estar repitiéndolo».

Y esa palabra…

George Bush la llamaba una cruzada.

Hombre, los estadounidenses son así: «Ah, una cruzada.

Lo que sea.

Qué más da».

Usted sabe lo que eso quiere decir.

Es una guerra santa contra los musulmanes.

Mirar, invadir, subyugar, tomar sus recursos.

Si no se someten, matarlos.

De eso es de lo que se trata.

Y usted piensa: «Dios mío, estos cristianos vienen a matarnos».

Aterrador.

Siente temor.

Claro que siente miedo.

Este hombre, Terry Jones.

Aquí hay un tipo que quiere quemar ejemplares del Corán.

Y sus compatriotas dicen: «Ah, es un cabeza hueca.

Era administrador de un hotel, tiene una iglesia de tres docenas de feligreses».

Se ríen de él.

Pero a usted no le da risa, porque en todo este contexto, todas las piezas encajan.

Pues así es como los estadounidenses se lo toman, por lo que la gente de Oriente Próximo, no solo de su país, protesta.

«Quiere quemar el Corán, nuestro libro sagrado.

¿Quiénes son esos cristianos? Son tan malvados, tan crueles…

Así son».

Esto es lo que usted piensa como árabe musulmán, como iraquí.

Claro que va a pensar así.

Y luego su pariente le dice «Oye primo, mira esta página.

Tienes que verlo: Campo de la Biblia en Uniforme.

Estos cristianos están locos.

Entrenan a sus pequeños a ser soldados de Jesús.

Y los llevan por todas esas cosas y hasta les enseñan a decir ‘Señor, sí señor’.

Y cosas como lanzamiento de granadas y cuidado y mantenimiento de armas.

Ve a esa págna, Ahí mismo dice «Ejército de los EE.

UU.».

Esos cristianos sí que están locos.

¿Cómo pueden hacerle eso a sus pequeños?».

Y usted lo lee en la página web.

Y naturalmente, los cristianos en EE.

UU., o cualquier otro lugar, dicen: «Bueno, es solo una iglesita por allá perdida».

Usted no lo sabe.

Para usted, es como si fueran todos los cristianos.

Está por todas partes en Internet, Campo de la Biblia en Uniforme.

Y miren esto: les enseñan..

los entrenan de la misma manera que a los infantes de marina.

¿No es interesante? Usted se asusta, está aterrado.

Usted ve a estos tipos.

Vea, yo, Sam Richards, sé quiénes son.

Son mis estudiantes, mis amigos.

Sé lo que piensan: «No entienden».

Al verlos, son diferentes, bien diferentes.

Eso es lo que son para usted.

No los vemos así en EE.

UU., pero usted sí los ve así.

En esto, naturalmente, está equivocado.

Está generalizando.

Así no es.

Usted no entiende a los estadounidenses.

No es una invasión cristiana.

No estamos allá por el petróleo; hay otras razones.

Usted está confundido, no lo entiende.

Y claro, la mayoría de ustedes rechaza la insurgencia; no acepta que maten estadounidenses; no acepta a los terroristas.

Claro que no.

Muy poca gente los apoya.

Pero algunos de ustedes sí.

Y esto es una perspectiva.

Bueno, vean lo que vamos a hacer.

Sálganse de esos zapatos en donde están ahora y vuelvan a los suyos, a los normales.

Todos están ahora en esta sala, muy bien.

Aquí viene el experimento radical.

Volvemos a casa.

Esta foto, esta señora, la conozco, la siento.

Es mi hermana, mi esposa, mi prima, mi vecina…

Puede ser muchas cosas para mí.

Estas personas de ahí, todos en la foto…

Oigan, yo siento esta foto.

Veamos lo que quiero que hagan.

Volvamos a mi primer ejemplo de los chinos.

Quiero que vayan allá.

La cosa es con el carbón y los chinos aquí en EE.

UU.

Y lo que quiero es que se la imaginen como si fuera una china recibiendo la bandera china.

porque alguien cercano ha muerto en EE.

UU.

en los levantamientos por el carbón.

Los soldados son también chinos, todos son chinos.

Como estadounidense, ¿cómo se siente al ver esa foto? ¿Qué piensa de esa escena? Bueno, inténtenlo.

Regresen de nuevo.

Aquí está la escena.

Es una estadounidense y los soldados también.

Una estadounidense que perdió a alguien cercano en Oriente Próximo, en Irak o en Afganistán.

Ahora pónganse en los zapatos, otra vez en los zapatos de un árabe musulmán que vive en Irak.

¿Qué siente, qué piensa al ver la foto? ¿Y al ver a esta señora? Bien.

Ahora, síganme, porque voy a arriesgarme mucho.

Voy a invitarlos a ustedes a asumir ese riesgo conmigo.

Estos caballeros de aquí, son insurgentes.

Los encontraron unos soldados estadounidenses tratando de matar a unos compatriotas.

Quizá lo lograron.

Quizá lo hicieron.

Pónganse en sus zapatos, los de los estadounidenses que los capturaron.

¿Puede sentir la rabia? ¿Sienten que lo que quieren hacer con estos tipos es agarrarlos y torcerles el pescuezo? ¿Pueden ir allá? No debe de ser tan difícil.

Y ustedes…

¡caray, qué rabia! Ahora pónganse en sus zapatos.

¿Son asesinos brutales o defensores de su patria? ¿Cuál de los dos? ¿Sienten su ira, sus temores, su rabia por lo que ha sucedido en su país? ¿Se imaginan que posiblemente uno de ellos, por la mañana se agachó, abrazó a su niño y le dijo: «Querido, volveré más tarde.

Salgo a defender tu libertad, tu vida.

Salgo a cuidar de nosotros, el futuro de nuestra patria».

¿Pueden imaginárselo? ¿Lo ven diciendo eso? ¿Pueden ir allá? ¿Qué piensan de lo que ellos sienten? ¿Ven? Eso es empatía.

También es comprensión.

Ahora ustedes podrían preguntarme: «Bueno, Sam, ¿por qué haces esto? ¿Por qué usas este ejemplo, de entre todos los posibles?».

Yo les respondo: porque…

porque sí.

A ustedes se les permite odiar a esa gente.

Pueden sencillamente detestarlos con todas sus fuerzas.

¿Y si logro que ustedes se pongan en sus zapatos y caminen un pasito, unos centímetros, y que luego piensen en el tipo de análisis sociológico que pueden hacer para todos los demás aspectos de la vida? Pueden caminar un kilómetro si se trata de entender por qué una persona maneja a 60 km por hora en la calzada de adelantar, tal vez su hijo adolescente, o su vecino que lo ignora y corta el césped los domingos por la mañana.

Lo que sea.

Se puede ir bien lejos.

Y esto es lo que les digo a mis estudiantes: sálganse de su pequeño mundillo.

Métanse en el del otro.

Y háganlo, una y otra y otra vez.

Y de pronto, todos esos pequeños mundos se acercan en esta red tan complicada.

Y construyen un mundo bien complejo.

Y de pronto, sin darse cuenta, el mundo se ve distinto.

Todo ha cambiado.

Todo cambia en su vida.

Y, naturalmente, de eso es de lo que se trata.

De contemplar las vidas de los demás, otras visiones.

De escuchar a los demás, de iluminarnos a nosotros mismos.

No quiero decir que yo apoye a los terroristas de Irak, pero como sociólogo, lo que estoy diciendo es que los comprendo.

Y ahora, quizás, posiblemente, ustedes también.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/sam_richards_a_radical_experiment_in_empathy/

 

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