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El Cantar de Mio Cid: resumen e historia

El Cantar de Mio Cid es el primer cantar de gesta que se conoce en lengua castellana y su autor es anónimo, aunque parece ser que lo escribieron dos juglares, uno de San Esteban de Gormaz, y otro de Medinaceli, (hoy en la provincia de Soria) entre los años 1100 y 1140, es decir, pocos años después de la muerte del Cid, en 1099.

 

El cantar del Mio Cid

El cantar del Mio Cid

 

Pertenece la obra al género conocido con el nombre de «Mester de juglaría», y las gestas que relata nos ayudan a conocer detalles muy interesantes de la historia de España en esa época.

 

 

Este es un breve resumen de «El Cantar de Mio Cid«

Un caballero castellano regresa cansado a rendir cuentas a su rey de una misión que éste le ha encomendado en tierras de moros.
Pero unos nobles envidiosos lo acusan de haberse quedado con los tributos que ha ido a cobrar a Sevilla, y entonces es desterrado por el rey.

Parte, pues, el caballero, abandonando su familia y su patria, hacia tierras de musulmanas.

Al pasar por un monasterio, deja a su esposa y a sus hijas al cuidado de los monjes, se despide de ellas y, más tarde, vence a los moros en varias ocasiones.

Sus correrías lo van haciendo famoso; sus conquistas de villas y ciudades, fuerte y poderoso, pero él continua siendo fiel vasallo de su rey y le envía presentes, a pesar de la injusticia de que ha sido víctima.

Es un hombre aguerrido, pero al mismo tiempo, es generoso; entabla batalla con el conde de Barcelona, lo vence, lo hace su prisionero, pero lo deja luego en libertad.

Nuestro caballero prosigue sus aventuras: vence al rey moro de Sevilla y logra conquistar Valencia, tras lo cual envía un nuevo y rico presente a su rey.

Éste suaviza su postura y permite que la familia del caballero se reúna con él.

Sus victorias excitan la codicia de los nobles, especialmente de dos infantes conocidos con el nombre de infantes de Carrión, que piden la mano de las hijas del caballero.

El rey castellano solicita el consentimiento del padre y se celebran las bodas.

Pero nuestro héroe recela de las intenciones de los infantes.
Mientras se celebran las fiestas nupciales, los infantes de Carrión quedan en ridículo ante todo el mundo por la cobardía de que dan muestras, en el campo de batalla y a la vista de un león, ante el cual huyen muertos de miedo. Los infantes deciden vengarse de las burlas y afrentas de que han sido objeto y solicitan del caballero que les permita marchar con las hijas a sus posesiones; parten, pues, de Valencia con sus mujeres y, al llegar a un robledo llamado de Carpes, las atan y las azotan hasta dejarlas cubiertas de sangre y medio muertas.

Cuando el caballero, su padre, recibe la noticia de tamaña villanía, clama justicia a su rey; éste convoca cortes en Toledo para decidir lo que se ha de hacer.

Al final, se resuelve celebrar un torneo entre los infantes y los guerreros de nuestro caballero, que vencen a los infantes de Carrión.

El rey y el caballero se reconcilian y se celebran nuevas bodas, entre las hijas de éste y los príncipes de Navarra y Aragón.

Nuestro caballero no es otro que Rodrigo Díaz de Vivar, llamado el Cid Campeador, y su rey es Alfonso VI.

Su fama se extendió por toda España y se dice que ganó una batalla después de muerto, pues tal era el terror que inspiraba a los moros, que cuando oían que estaba cerca, huían a la desbandada o se rendían.

 

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