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Valle Inclán y su «Sonata de invierno»

Ramón María del Valle Inclán nació en Villanueva de Arosa (Gali­cia) en 1869 y murió en Santiago de Compostela en 1936.

Domina­dor del idioma, creó un estilo pro­pio y bellísimo de narrar.

Escribió novelas, poesías y obras dramáti­cas no apreciadas en su tiempo pero que actualmente se valoran como realmente se merece.

Ramon del Valle Inclán

Ramon del Valle Inclán

Ramón María del Valle Inclán fue un gran escritor español bien afeitado, de ojos vivarachos y amplia chalina anuda­da al cuello -Ramón Gómez de la Serna ­nos habla de otro gran escritor, compatrio­ta y contemporáneo suyo, de larga y po­blada barba: Ramón María del Valle Inclán.

«Llegó -escribe- con un sombrero mexi­cano, melena de explorador y una chalina roja, diciendo que no le gustaba Madrid porque él solía pasear con dos leones que tenía y no le dejaban subir al tranvía con ellos.»

Años después, Gómez de la Serna advierte que el aspecto de Valle Inclán ha variado:

«Don Ramón portaba sombrero de copa alta, puntiaguda barba negra, larga melena que daba una vuelta hacia dentro sobre el cuello de terciopelo, y usaba quevedos atados con una larga cinta negra.»

 

La figura de Valle Inclán paseando con dos leones debía ser im­ponente en aquel Madrid de fines del si­glo XIX.

Cierto día, este escritor se quedó manco; él dice que perdió su brazo en un duelo por defender a una dama. Pero mejor que sea el mismo escritor, Ramón María del Valle Inclán, quien narre las impresiones de su manquedad. Lo hace a través de, uno de sus personajes predilectos: el mar­qués de Bradomín, que es su contrafigura.

En la Sonata de invierno dice:

 

ERA TODO SILENCIO en torno mío, y al borde de mi cama una sombra estaba en vela. Abrí los párpados en la vaga oscuridad, y la sombra se acercó solícita: Unos ojos aterciopelados, compasivos y tristes, me interrogaron:

-¿Sufre mucho, señor?

Eran los ojos de la niña, y al reconocerlos sentí como si las aguas de un consuelo me refrescasen la aridez abrasada del alma. Mi [162] pensamiento voló como una alondra rompiendo las nieblas de la modorra donde persistía la conciencia de las cosas reales, angustiada, dolorida y confusa. Alcé con fatiga el único brazo que me quedaba, y acaricié aquella cabeza que parecía tener un nimbo de tristeza infantil y divina. Se inclinó besándome la mano, y al incorporarse tenía el terciopelo de los ojos brillante de lágrimas. Yo le dije:

-No tengas pena, hija mía.

Hizo un esfuerzo para serenarse, y murmuró conmovida:

-¡Es usted muy valiente!

Yo sonreí un poco orgulloso de aquella ingenua admiración:

-Ese brazo no servía de nada.

No es fácil resummir en un artículo todo sobre la extensa y variada obra de Valle Inclán.

Una constante renovación expresiva hasta lograr hacerse con un lenguaje propio y característico podría ser una de las parti­cularidades de su estilo.

Su creación com­prende tanto las novela –las Sonatas, Ti­rano Banderas, La Corte de los Milagros ­como el teatro -los Esperpentos (Martes de carnaval) y las Comedias bárbaras (Cara de Plata), por ejemplo -.

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